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Sábado, 26 Junio 2010 15:29

¡El vivir bien!

Aristóteles, en su Política, que es considerado como el primer tratado sobre “las cosas de la ciudad”; afirma que “el fin de la  política, como una tarea de y para los ciudadanos, no es el vivir; sino, el vivir bien”.  Es decir, procurarles la felicidad a todos sus miembros.

 

Hace unos pocos meses, en Estados Unidos se aprobó una reforma de salud sin precedentes y en su defensa en el congreso, alguien recordó que en un pequeño país de Centro América existe desde hace muchos años un sistema de seguridad social sostenido por aportes de afiliados y patronos.
Ese país se llama Costa Rica y gracias a la existencia de un sistema solidario, esta pequeña nación goza de índices de salud comparables únicamente con países desarrollados. Por eso, la mortalidad infantil es la más baja de América y de las más bajas del mundo, y gracias a ese esquema nuestra expectativa de vida es tan alta o más que la de países desarrollados como Japón, Alemania y Estados Unidos.
Es comprensible que nos pongamos orgullosos cuando se exhiben en el extranjero estos logros de nuestro sistema de seguridad social.  Pero no debemos olvidar que a quien mucho se le da mucho se le pide, y esa convicción debe movernos a salvaguardar a la Caja del Seguro Social, emblema de la seguridad social de la que debemos sentirnos tan orgullosos y a la cual es urgente rescatar de algunos males que la hacen peligrar.
Esta institución cuenta con muchos amigos y también una enorme lista de enemigos.
Además de los empleados que en inmensa mayoría trabajan con mística y dedicación;  el máximo representante de los defensores de la Caja son personas como don Francisco Prado,  quien con 79 años renunció a su pensión del régimen no contributivo,  para que la Caja pueda darle esa pensioncita a alguien que la ocupe más que él.
Héroes como don Francisco, son los que necesitamos destacar e imitar. Gracias don  Francisco por su bondad y gracias por enseñarnos el valor supremo de la gratitud con una institución a la que todos deberíamos agradecer.
Entre los enemigos de nuestro sistema de seguridad social, la lista es encabezada por los cientos de patronos morosos, que con cinismo se apropian de las sumas retenidas a sus empleados y evaden los pagos de sus cargas patronales, cargándole a la institución enormes pérdidas y a los pobres empleados la molestia de no ser atendidos sin que se les cobren los servicios prestados. Esto, sin considerar el enorme daño propinado a su futura pensión.
Le siguen algunos funcionarios administrativos que dan mal servicio a los usuarios como si se tratara de pedir  limosna o como si fueran los dueños y nos prestaran un favor gratuito.
Por último un enemigo silencioso y en apariencia poco dañino, es la práctica de los usuarios que hacen uso desmedido y abusivo de las incapacidades.
Hay gente que ante el mínimo dolor de pestañas, se apersona a las clínicas y hospitales y con capacidad actoral, confunde y compra incapacidades para ir de viaje,  reponer la resaca del fin de semana  o simplemente quedarse en casa disfrutando de un partido de futbol.
Sin pretender recetar la pomada canaria para los males de la Caja, creo que, al acabar con los biombos, con la morosidad y con el abuso en las incapacidades;  podríamos rescatar a este sistema de seguridad social, orgullo costarricense, emulado hasta por las potencias y dignificado por gente como don Francisco Prado,  en quien se reflejan auténticos valores costarricenses.
Hace unos pocos meses, en Estados Unidos se aprobó una reforma de salud sin precedentes y en su defensa en el congreso, alguien recordó que en un pequeño país de Centro América existe desde hace muchos años un sistema de seguridad social sostenido por aportes de afiliados y patronos.
Ese país se llama Costa Rica y gracias a la existencia de un sistema solidario, esta pequeña nación goza de índices de salud comparables únicamente con países desarrollados. Por eso, la mortalidad infantil es la más baja de América y de las más bajas del mundo, y gracias a ese esquema nuestra expectativa de vida es tan alta o más que la de países desarrollados como Japón, Alemania y Estados Unidos.
Es comprensible que nos pongamos orgullosos cuando se exhiben en el extranjero estos logros de nuestro sistema de seguridad social.  Pero no debemos olvidar que a quien mucho se le da mucho se le pide, y esa convicción debe movernos a salvaguardar a la Caja del Seguro Social, emblema de la seguridad social de la que debemos sentirnos tan orgullosos y a la cual es urgente rescatar de algunos males que la hacen peligrar.
Esta institución cuenta con muchos amigos y también una enorme lista de enemigos.
Además de los empleados que en inmensa mayoría trabajan con mística y dedicación;  el máximo representante de los defensores de la Caja son personas como don Francisco Prado,  quien con 79 años renunció a su pensión del régimen no contributivo,  para que la Caja pueda darle esa pensioncita a alguien que la ocupe más que él.
Héroes como don Francisco, son los que necesitamos destacar e imitar. Gracias don  Francisco por su bondad y gracias por enseñarnos el valor supremo de la gratitud con una institución a la que todos deberíamos agradecer.
Entre los enemigos de nuestro sistema de seguridad social, la lista es encabezada por los cientos de patronos morosos, que con cinismo se apropian de las sumas retenidas a sus empleados y evaden los pagos de sus cargas patronales, cargándole a la institución enormes pérdidas y a los pobres empleados la molestia de no ser atendidos sin que se les cobren los servicios prestados. Esto, sin considerar el enorme daño propinado a su futura pensión.
Le siguen algunos funcionarios administrativos que dan mal servicio a los usuarios como si se tratara de pedir  limosna o como si fueran los dueños y nos prestaran un favor gratuito.
Por último un enemigo silencioso y en apariencia poco dañino, es la práctica de los usuarios que hacen uso desmedido y abusivo de las incapacidades.
Hay gente que ante el mínimo dolor de pestañas, se apersona a las clínicas y hospitales y con capacidad actoral, confunde y compra incapacidades para ir de viaje,  reponer la resaca del fin de semana  o simplemente quedarse en casa disfrutando de un partido de futbol.
Sin pretender recetar la pomada canaria para los males de la Caja, creo que, al acabar con los biombos, con la morosidad y con el abuso en las incapacidades;  podríamos rescatar a este sistema de seguridad social, orgullo costarricense, emulado hasta por las potencias y dignificado por gente como don Francisco Prado,  en quien se reflejan auténticos valores costarricenses.
Un Poder Judicial Dinámico
La Constitución Política dice claramente que el  Gobierno de la República lo ejercen tres Poderes “...distintos e independientes entre sí: Legislativo, Ejecutivo y Judicial....”.
Por ello todo intento de meterse un Poder en otro está fuera de un Estado de Derecho, como del que nos ufanamos los costarricenses.
Claro está, no se niega que los Poderes del Estado deben  rendir cuentas al pueblo, por medio de sus representantes, los señores diputados y éstos y todos los ciudadanos debemos vigilar para que tanto unos como otros cumplan con sus funciones constitucionales, lográndose el equilibrio de “pesos y contrapesos” entre sí.
En lo que corresponde al Poder Judicial, entonces,  debe permitírsele ejercer con total independencia porque su dinamismo es constante.
Ya lo dijo un ilustre jurista costarricense, D Jorge Guier: “... el sistema judicial costarricense se muestra siempre cambiante a las épocas; son muchas las reformas que ha tenido y las que se han dado y vendrán en estos últimos tiempos, lo que reafirma lo dicho: la estructura y organización del Poder Judicial debe cambiar en forma constante para estar acorde con los cambios políticos, sociales, económicos y culturales del país...”
El estado costarricense, desde su independencia, supo rápidamente organizar el Ejecutivo y el Legislativo, pero el Judicial fue un problema tras otro, equivocaciones y retrocesos, y todavía puede verse que al inicio del nuevo siglo se hacen esfuerzos para organizar y hacer mejoras en su funcionamiento.
Ello se debe a que el derecho y la justicia, como los lados de una misma moneda, son cuestiones muy delicadas, en las que entran en juego la vida, propiedad y honra de los ciudadanos, muy diferente a la meridianidad de la política. La función judicial es más cercana a la paz que se busca por medio de la aplicación que hacen los jueces de la Constitución y las leyes y ello se debe resguardar con recelo.
Por ello, antes que cuestionamientos que sólo entraben a este Poder de la República, debe conjuntarse esfuerzos porque su día a día se le haga más llevadero y sepa, él mismo, hacer los ajustes internos que necesita una justicia pronta y cumplida, como la que exige la Constitución Política y demás normativa del ordenamiento jurídico público.
La Constitución Política dice claramente que el  Gobierno de la República lo ejercen tres Poderes “...distintos e independientes entre sí: Legislativo, Ejecutivo y Judicial....”.
Por ello todo intento de meterse un Poder en otro está fuera de un Estado de Derecho, como del que nos ufanamos los costarricenses.

Durante muchos años el país formó especialistas médicos para muchas naciones del área y en esto fuimos generosos, no obstante, en décadas fuimos candil en la calle y oscuridad en la casa, fundamentalmente porque no se prepararon en la cantidad que los propios costarricenses requeríamos.

 

Martes, 22 Junio 2010 07:01

LA BOLA DE FÚTBOL

Varios jugadores, especialmente arqueros, se han quejado del balón con el que se juegan los encuentros del mundial de fútbol, que en su vigésima edición se disputa por primera vez en el continente africano, concretamente en Sudáfrica.

 

En algún momento de la vida de las personas existe la posibilidad de que ésta haya sido o pueda ser víctima de una acción delictiva.
Pues bien, con la legislación procesal penal la posibilidad de intervención de aquélla en la respectiva causa judicial es activa, si así lo desea, desde el inicio.
Ello incluye, entre otros aspectos, la posibilidad de poner en movimiento la acción pública así como pretender la reparación del daño causado con el ilícito; el derecho de ser informada sobre sus derechos, coadyuvar o recurrir las decisiones del fiscal, participar como testigo, así como intervenir activamente en las diferentes formas anticipadas de terminar el proceso. Además en lo que respecta a la acción privada para ciertos delitos se amplía la gama de los que se encausarán de esta forma.
Igualmente, el Ministerio Público, en el ejercicio de la acción penal, debe permitir la intervención de la víctima en el proceso, por medio de la acción privada o con la intervención de dicho órgano en los casos de acción pública.
Es importante recalcar que lo que se pretende en esta legislación procesal penal es que la víctima tenga derechos durante el proceso y ello se da a partir de que, en condición de sujeto procesal, puede por sí o por medio de un abogado hacerse oír. Y en el ejercicio de esos derechos  el Ministerio Público debe informarle, efectivamente, sobre sus derechos, como el de señalar lugar para atender notificaciones de resoluciones judiciales que afectan el proceso; el de impugnar las decisiones que desestimen o extingan la acción penal, la potestad de constituirse  como querellante activo o adhesivo de la fiscalía y el de ejercer la acción civil resarcitoria o delegarla en el Ente Acusador.
El Código procesal penal estipula que se considera víctima no solamente al ofendido directamente con el delito sino también al cónyuge, conviviente con más de dos años de vida en común, hijo o padre adoptivo, parientes dentro del tercer grado de consanguinidad o segundo
de afinidad y al heredero declarado judicialmente en los casos de delitos cuyo resultado es la muerte del ofendido. También se tienen como ofendidos a los socios, asociados o miembros, respecto de los delitos que afectan a una persona jurídica, así como a las asociaciones, fundaciones u otros entes en los delitos que afecten intereses colectivos o difusos.
También se creó la Oficina de Defensa Civil que pretende, en el caso de que la víctima delegue la acción civil en el Ministerio Público, que ella obtenga una pronta y efectiva reparación del daño, aun cuando el proceso termine antes de lo normal o por medio de conciliación.
Sin duda alguna la visibilización de la víctima  es una de los más importantes logros del Código Procesal Penal pues le da a ella una real y efectiva legitimación en el proceso, pudiendo hacer valer sus derechos, venidos tan a menos en la anterior legislación.
En algún momento de la vida de las personas existe la posibilidad de que ésta haya sido o pueda ser víctima de una acción delictiva.
Pues bien, con la legislación procesal penal la posibilidad de intervención de aquélla en la respectiva causa judicial es activa, si así lo desea, desde el inicio.

Es sorprendente observar como la mediocridad, la tensión de esta época globalizada, el conformismo y la desidia han hecho que los humanos hayan perdido la habilidad de la innovación, el ir más allá, el querer ser original y el crear sobre lo ya establecido.

Viernes, 18 Junio 2010 08:31

CARTA A PAPÁ

Hola, papá.

 

Aunque sé que no tenemos que recordártelo, siempre te tenemos en nuestra mente y en nuestro corazón.

 

Papá, también sé que sabes que te extrañamos mucho y que este “día del padre”, cuando con un abrazo, un beso y un regalito te agradecíamos todo cuánto eras, esta vez, sólo podremos llevarte unas flores al cementerio.

Costa Rica ha entrado en una etapa histórica que exige el mejoramiento de su sistema político. Desde hace varias décadas se han evidenciado signos que apuntan hacia la necesidad de una revisión integral del sistema, sin embargo, no hemos avanzado lo suficiente como para evitar situaciones de ingobernabilidad.
Una vez tuvimos un modelo de desarrollo que generó transformaciones vitales para la sociedad. El surgimiento de la clase media, el desarrollo institucional y la vigencia de políticas sociales, fueron esencialmente importantes para la consolidación y fortalecimiento del sistema político costarricense, sobre todo a partir de las reformas sociales de los años 40, y de las reformas políticas y económicas de los años 50 del siglo pasado.
Los índices de desarrollo humano, el fortalecimiento de la educación pública, los avances en el campo de la salud, la disponibilidad de crédito, la mejora infraestructural y la ampliación de los servicios públicos, como telefonía, electricidad y acueductos, fueron siempre nuestra principal carta de presentación en el contexto internacional.
La pureza del sufragio, la efectiva participación de los partidos políticos y los mecanismos de control político y económico se convirtieron en baluartes de la democracia costarricense, como emblemas del más amplio sentido de la modernidad y frente al contexto latinoamericano de entonces donde prevalecían los actos de corrupción, autoritarismo e irrespeto de los derechos humanos.
Estamos en una etapa de reformulación del sistema político, y el sentido de responsabilidad de todos los sectores de la sociedad debe estar determinado en el fundamento democrático, pues es la única forma civilizada  de llevar a cabo las medidas correctivas de nuestro sistema político, aportando – todos -  nuestra visión y pensamiento para la construcción social de una  Costa Rica más democrática, política y económicamente.
En dicha construcción, creemos que la vigencia de un  nuevo modelo de desarrollo, el fortalecimiento de la educación pública, de la legislación laboral, de la banca de desarrollo, de los programas de salud, vivienda y conservación ambiental, así como la urgente necesidad de introducir otros mecanismos vitales de la democracia, como el referéndum y el plebiscito, tienen que estar en la agenda nacional como aspectos prioritarios.
Junto a ello, resaltamos la importancia del combate a la corrupción, pues así como es difícil consolidar la democracia sin la introducción de nuevos mecanismos políticos y económicos, es difícil fortalecer el sistema político, en su integridad,  sin atender con seriedad la corruptela y la impunidad.
Por ello, los partidos políticos, las organizaciones sociales y empresariales, los sindicatos, la Iglesia y la prensa misma, tiene cada uno una responsabilidad moral que cumplir, pues solamente con el concurso de todos los sectores de la sociedad podremos salir bien librados de la preocupante encrucijada histórica que vive Costa Rica en la actualidad.
Costa Rica ha entrado en una etapa histórica que exige el mejoramiento de su sistema político. Desde hace varias décadas se han evidenciado signos que apuntan hacia la necesidad de una revisión integral del sistema, sin embargo, no hemos avanzado lo suficiente como para evitar situaciones de ingobernabilidad.
Miércoles, 16 Junio 2010 09:28

Conocer para Querer

No es posible querer, de verdad, sin conocer realmente al objeto del amor. A Costa Rica hay que conocerla para quererla, hay que conocer su historia, sus pueblos, su gente, sus costumbres, conocer su geografía, pasear por sus ciudades y sus campos, ir a los litorales y a las montañas, a los valles, a las playas y a los volcanes, respirar el aire y llenarse de país para quererlo, para protegerlo, para defenderlo, para ayudarlo a crecer en progreso, en justicia y en paz.

Al recordarse la gesta heroica del alajuelense Juan Santamaría, hace 154 años y aprovechando la conmemoración que se hace de la “Campaña Nacional de 1856”, valga un hecho de tanta relevancia para hacer conciencia de la gran dicha que da ser costarricenses.
Sabemos que la historia como pasado no tendría sentido sino nos sirve como soporte para entender el presente y enrumbarnos al futuro.
Recordemos a los héroes de esa gesta nacional,  así como a los cientos de costarricenses y de otras nacionalidades que murieron por defender la soberanía y la dignidad nacionales.
Particularmente, como alajuelense, de pura sepa, con mis coterráneos, con orgullo, recordaremos y celebramos al tamborcillo alajuelense que dio su vida y con ello contribuyó a la caída de William Walker y demás filibusteros, cuyas intenciones malévolas eran hacer suyas estas benditas tierras de Centroamérica.
Recordemos a los héroes del 56-57; a todos: Don Juan Mora Porras, don José María Cañas, don Luis Pacheco Bertora, el nicaragüense don Joaquín Rosales; al Erizo, don Juan Santamaría y el resto de 500 costarricenses que murieron por la Patria de a callado, sin hacer ruidos de autobombo.
Por eso, después de 154 años, la Patria continúa siendo protegida por otros tantos héroes, otros muchos “Juanes”, que habrán de terminar de quemar la casucha de la ignorancia y la sempiterna politiquería que, antes bien, nos ha esclavizado en el subdesarrollo material y espiritual hasta la fecha, no obstante la dura batalla de Rivas.
Juan Santamaría merece respeto pues, desde su humildad, representa a un pueblo que supo defender La Patria; con lo que engrandeció a cada costarricense e hizo posible que la democracia que hoy nos ufanamos en tener, sea ejemplo en todo el mundo civilizado.
Por ello a un solo coro, junto al tamborcillo alajuelense recordemos una estrofa de su Himno patriótico: “…Cantemos al héroe que en Rivas,
pujante,-/-de-Marte-desprecia-el-fiero-crujir/-e, intrépido, alzando su tea fulgurante/ Vuela por la patria, sonriendo, a morir…”
Al recordarse la gesta heroica del alajuelense Juan Santamaría, hace 154 años y aprovechando la conmemoración que se hace de la “Campaña Nacional de 1856”, valga un hecho de tanta relevancia para hacer conciencia de la gran dicha que da ser costarricenses.
Dado el claro reconocimiento de la importancia que la enseñanza universitaria reviste para el desarrollo económico y social de los pueblos, existe, actualmente, una básica preocupación por el mejoramiento de la calidad en las funciones de docencia e investigación, difusión de la cultura, y extensión de la proyección social de las instituciones de educación superior.
Valga decir que las sociedades enfrentan nuevas circunstancias que exigen instituciones educativas efectivas para los propósitos que el país demanda; eficaces en su gestión; y con el nivel de calidad necesario para formar individuos con una educación flexible que los capacite para adaptarse a un mundo socialmente cambiante y  competitivo.
El entorno actual es caracterizado por un mercado turbulento, donde los esquemas de competitividad han cambiado la manera de pensar y actuar. Actualmente, estos procesos de dinámica global exigen la demanda de profesionales altamente competitivos, multiculturales, interdisciplinarios, críticos, creativos, con gran sentido de iniciativa, emprendedores, insatisfechos, motivados, y con una marcada capacidad para adaptarse a las variaciones constantes del entorno.
Es clave comprender que estamos sirviendo a sociedades muy diferentes de las de hace unos años. Ellas exigen que la educación universitaria, tanto pública como privada, se modernice y transforme según los retos que la época plantea.
En este sentido,  los diversos mecanismos de evaluación del desempeño y la calidad de la enseñanza e investigación; en particular, los procesos destinados a la acreditación de programas e instituciones de educación superior, adquieren, cada vez más, una particular relevancia en el contexto de la globalización de las naciones.
Entonces resulta imperativa una visión renovada de modelos educativos que permitan conciliar una educación de calidad para todos, con clara pertinencia en las distintas realidades socioculturales de los educandos. No como una moda académica, sino como una herramienta indispensable de política, planificación y gestión universitaria para verificar la calidad de la educación, garantizar la confiabilidad institucional ante la sociedad, otorgar un reconocimiento social, y sustentar la correspondencia entre la misión, los propósitos y los resultados universitarios.
Por ello cada vez es más satisfactorio que de las mil ochocientos diez carreras impartidas en universidades públicas y privadas del país, poco a poco muchas de ellas vayan obteniendo un certificado de excelencia; sobre todo porque el proceso de acreditación no significa ningún estímulo para el graduado pues no conlleva el recibir un mejor salario.
Asociar la excelencia académica con un beneficio económico, es enlodar el sistema educativo universitario.  La calidad debe medirse en términos del logro de los objetivos establecidos por cada institución; esto implica el esfuerzo de una comunidad institucional obligada con su entorno social, y un continuo proceso de auto-evaluación, que genere graduados comprometidos con la ética profesional más que con fines lucrativos.
La universidad es una entidad en donde su misión, quehacer y sus resultados, deben estar al servicio del desarrollo armónico e integral de la sociedad; por lo cual, debe responderle, y rendirle cuenta, a la comunidad que la sustenta.
Esto implica, necesariamente, la urgencia de enfocar mayores esfuerzos que fomenten la excelencia universitaria como un eficaz medio para garantizar el progreso nacional y enfrentar los retos del entorno global. Pues como dijera el gran político mexicano Benito Juárez: “La educación es el principio en el que descansa la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”.
Dado el claro reconocimiento de la importancia que la enseñanza universitaria reviste para el desarrollo económico y social de los pueblos, existe, actualmente, una básica preocupación por el mejoramiento de la calidad en las funciones de docencia e investigación, difusión de la cultura, y extensión de la proyección social de las instituciones de educación superior.
Se informaba en un diario nacional cómo la buena o mala actitud de un docente, en el proceso de enseñanza, puede influir en el progreso o retroceso del aprendizaje de los estudiantes.
Ciertamente los maestros y los profesores tienen un alto grado de responsabilidad en la buena o mala manera en que los alumnos asuman la enseñanza que se les brinda y la posterior participación en el ámbito laboral.
De ahí que en el tanto los docentes construyan un ambiente de clase caracterizado por la innovación, el dinamismo, la discusión, el trabajo en equipo, el fomento de la criticidad, o el intercambio de opiniones, seguramente los estudiantes verán incrementado su interés por el aprendizaje.
Esto significa que maestros y profesores deben estar muy conscientes de su labor como formadores, en el sentido de que ellos representan agentes de cambio que orientan, motivan e inspiran al alumno a  tomar una postura activa, creativa e independiente, en su  propio proceso de conocimiento.
Para ello, en el aula debe imperar un alto grado de responsabilidad por querer hacer bien los proyectos;  de respeto por las diversas opiniones generadas; de tolerancia para no imponer verdades absolutas; de invitación a los estudiantes a investigar por su cuenta las posibles soluciones a un problema;  y, ante todo, una evidente motivación que les produzca a los estudiantes el deseo por aprender.
Recordemos que el docente es también un modelo para los alumnos tanto en su rol profesional como en el personal, en este sentido no sólo enseñan conocimientos, sino, también, valores, actitudes y principios éticos.
Como explica el psicólogo y profesor universitario Edgar Salgado: “El profesor con su conducta transmite al estudiante los principios éticos de su profesión, la responsabilidad social, la tolerancia y el respeto. Como educador el profesor es consciente de su papel como formador; como académico, investiga y se actualiza constantemente; como profesional, ejerce su profesión con competencia y responsabilidad; y como inspirador, se asume como una persona que orienta a sus pupilos a ser críticos.”
Por ello, en esta época, al docente ya no se le puede ver como el poseedor absoluto de los conocimientos, este debe ser un compañero que también busque motivarse,  activa, conjunta y democráticamente con los estudiantes, para generar un constructivo ambiente de enseñanza y aprendizaje mediante la retroalimentación generada dentro del aula. Porque como lo expresara el educador José Camón Aznar: “Sólo hay una manera de ser maestro: ser discípulo de sí mismo”.
Estos son tiempos en que los docentes ya no deben formar estudiantes solamente para hacer un examen; hoy requerimos  modelar estudiantes con un gran sentido de responsabilidad y compromiso, capaces de darle utilidad a lo aprendido, tanto en el ámbito personal, como en el social. Por eso se hace tan necesario tomar muy en cuenta aquellas sabias palabras del historiador griego Plutarco: “El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender”.
Decisivamente la sociedad demanda de sus miembros una real y activa participación en los procesos de cambio que,  diariamente, se generan. Ante esta perspectiva, las aulas deben representar, para los docentes, un asidero pertinente para formar esos hombres y esas mujeres quienes sean capaces de responderle, positivamente, a este país que les ha brindado la gran oportunidad de educarse.
Se informaba en un diario nacional cómo la buena o mala actitud de un docente, en el proceso de enseñanza, puede influir en el progreso o retroceso del aprendizaje de los estudiantes.
Ciertamente los maestros y los profesores tienen un alto grado de responsabilidad en la buena o mala manera en que los alumnos asuman la enseñanza que se les brinda y la posterior participación en el ámbito laboral.
Se ha hecho costumbre en este país, la existencia de una constante incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace.  Esto se llama disonancia y se ha convertido en  un tema de preocupación y ha dejado ver que la sinceridad y la auto-crítica no necesariamente es una de nuestras fortalezas como país.
Recientemente en una institución universitaria, se hizo una encuesta entre los estudiantes de una de las carreras, en la que una de las preguntas era ¿Cuánto exige usted al profesor?.  Los resultados arrojaron que un 76.12% exigían entre demasiado, mucho y bastante, mientras que un 15.81% dijo que muy poco y solo un 8.06% dijo que nada.
Ya quisiera yo que un 76.12% de mis estudiantes me exigieran entre demasiado, mucho o bastante.  Lamentablemente, la realidad es otra.  En mi experiencia,  me atrevo a decir con contundencia que  el 8.06% exigen entre mucho y bastante, pues NUNCA es demasiado, el 15.82% quizá exigen poco pero el 76.12% no exigen NADA,  más que la nota mínima con que deben ganar el curso.
El profesor debe ser un apasionado de la enseñanza  y esa pasión debe ser cada día alimentada por la exigencia de sus estudiantes.  Ante las quejas de propios y extraños sobre la calidad de la educación, es urgente una reflexión sobre las bases que se están creando desde el hogar para que la disciplina,  el esfuerzo y la exigencia sean los caballitos de batalla en las profundidades del conocimiento,
Hay un clamor general sobre la calidad del sistema educativo, pero cuando se intenta hacer razonamiento matemático básico o cuando se estimula en el aula la sana competencia,  saltan muchas veces los padres reclamando  que son cuestiones muy complejas.   Cuando hemos visto que se exige el cumplimiento de normas básicas de conducta como la disciplina en el uso de un uniforme,  escucha uno a los mismos padres de familia,  justificando la violencia de sus hijos y amenazantes,  vociferan y condenan abusos de autoridad,  que por supuesto solo existen en sus mentes.
Es obvio que algo está fallando en todo el sistema educativo.  Es la escala de valores con que estamos educando a los niños desde la misma casa.   El facilismo,  la alcahuetería, la pasividad en la aplicación de normas mínimas de convivencia y el mal ejemplo de los mismos padres, no son los mejores caminos para la gran reforma educativa que exige el nuevo siglo, del que se ha consumido ya el 10% y no hacemos el cambio requerido.
Requerimos un esfuerzo adicional para hacer que la gente vuelva su mirada y vea más atractivo el aprender, que exija una oferta televisiva más formativa y menos plagada de vacío, mediocridad y vulgaridad.  Que en esta revolución tecnológica, el uso de las redes sociales sea para algo más que hacer amigos y,  es menester fundamental que la gente acceda con más criticidad los grandes temas país.  Creo que la radio es el único medio que no ha renunciado a esa obligación y PANORAMA es el mejor ejemplo de ello, pues son muchísimos los años en el aire, formando opinión y cumpliendo con su labore formativa.
La asignación de recursos es una noticia que nos debe llenar de esperanza y optimismo, pero lamentablemente con dinero no basta.  Se requiere un esfuerzo integral nacido del hogar. Se impone una mística y ética distintas en los educadores y un mayor nivel de exigencia  a estudiantes. Se requieren mecanismos de evaluación docente que permitan sacar a los corruptos, malos y vagos del sistema para que no contaminen a los estudiantes.
Los estudiantes y padres amantes de la teoría del mínimo esfuerzo,  deben entender que la exigencia será el único camino seguro para que el entorno de alta competitividad que exige el mundo moderno, sea alcanzable.  Los padres de familia no pueden ni deben endosar a sus hijos al sistema como si fueran objetos.
La administración pública falla cuando tolera vagos, mediocres e irresponsables; cuando amparada a procesos burocráticos y permisivos,  evita despedirlos y perpetúa el mal de mantener en el sistema a quienes prostituyen la sagrada labor de enseñar.  Los procesos de reclutamiento, selección y evaluación deben ser coherentes con los planes de largo plazo y deberá aplicarse mano dura para que la probidad moral, humana  y técnica sean la única cara de los educadores.
El sistema necesita estudiantes, padres y profesores que exalten el esfuerzo y motiven la autocrítica y la exigencia.  Debemos todos los involucrados en el proceso, asumir una participación más activa e impulsar la reforma educativa que falta, que es la de los valores supremos que dieron origen a esta patria, que merecer ser una gran nación.
Se ha hecho costumbre en este país, la existencia de una constante incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace.  Esto se llama disonancia y se ha convertido en  un tema de preocupación y ha dejado ver que la sinceridad y la auto-crítica no necesariamente es una de nuestras fortalezas como país.
Hay muchísima preocupación por lo que está sucediendo hoy: la masacre callejera, sin asco de nadie ni de nada. Nos matamos en las calles con un arma tan potente como el carro; nos matan a nuestros hijos por una bagatela, sea un celular o unas tenis… Entran a nuestro sagrado recinto privado y antes de robar, violan, matan y hacen añicos la vida de muchos que sólo deseaban vivir en paz…
Ya no hay lugar seguro donde refugiarnos; no hay murallas, tapias, alambres de navajas o eléctricas; no hay obstáculo para que los malhechores –que son legiones- desistan de atacar.
Hay, en todo lugar, un alto grado de impotencia para repeler la ola de vandalismo que azota al país por lo que sólo  queda pegar el grito al cielo porque se tomen medidas efectivas, ante tal calamidad pública que aterroriza y causa angustia y desolación colectiva que deprime, reprime y suprime a mayoría de los ticos.
¿Cómo consolar a una madre a quien le mataron, por un piche celular, a su joven hijo? ¿qué se puede hacer ante tan doloroso hecho?. Sólo se escucha el lamento y rabia de un pueblo contra quienes llevan el luto a sus hogares.
El sólo atreverse a “adivinar” cuál o cuáles son las causas de esta inseguridad es como explicar el origen del universo. ¿Qué causa la inseguridad ciudadana?: ¿la pobreza?, ¿las drogas?,  ¿el “sistema” – judicial o administrativo-¿, ¿la vagancia?, ¿la falta de autoridad? Y así un largo etcétera
Todo son discursos, proyectos de ley, tirar, a puños, la plata de todos, por puro populismo para ver si se da con la causa en la pobreza o en la falta de educación. De todo se intenta pero hay que ser realista: sin un abordaje integral jamás se bajarán los niveles de la inseguridad ciudadana, que, por cierto, no es un asunto de percepción; es una realidad que golpea y mata.
De seguro el tema estrella en las pasadas elecciones fue éste  y la presidente electa tiene un excelente equipo para llevar adelante sus propuestas. Pero sus proyectos serán “flor de un día” sin la “integración” en la solución. ¿Más cárceles?, ¿ penas más altas?, ¿prisión preventiva “genérica”?, entre otras fuertes “medidas”. No sé y creo que pasara un largo tiempo para saberlo, si es que alguien logra llegarle a la “solución definitiva”.
Algunos achacan la rampante delincuencia, como  percepción, a los medios de comunicación colectiva.
Eso no es cierto. Los noticieros no inventan los hechos de violencia que se multiplican cada día. En Costa Rica los sucesos por  muertes violentas en las carreteras, el sicariato, la violencia doméstica, las matanzas “colectivas” por drogas, la violencia en colegios, donde agredir a un compañero o a un profesor es algo ya cotidiano: todo ello no es invento ni de la TV ni de la prensa. ¡No! Simple y desdichadamente es la más cruel realidad que vivimos todos los días y a todo color.
Hoy no hay muchos casos de hogares donde no haya habido, AÚN, un hecho de sangre, por violencia. Ni tampoco hay diferenciación por estratos sociales.
Y aunque Costa Rica todavía no tiene el problema de las “maras”,
-sólo en asomos-, todos los días las pantallas de la TV, el dial de las radios y las planas de los periódicos salpican sangre.
Esa, y no otra, es la cruel realidad de una Costa Rica que lenta camina al compás del DUELO DE LA PATRIA.
Hay muchísima preocupación por lo que está sucediendo hoy: la masacre callejera, sin asco de nadie ni de nada. Nos matamos en las calles con un arma tan potente como el carro; nos matan a nuestros hijos por una bagatela, sea un celular o unas tenis… Entran a nuestro sagrado recinto privado y antes de robar, violan, matan y hacen añicos la vida de muchos que sólo deseaban vivir en paz…
Para que Costa Rica tenga una economía pujante, es preciso incentivar el espíritu empresarial. Aún cuando se establezcan mecanismos o instrumentos vitales para el desarrollo socio – económico de las naciones, como los tratados de libre comercio, por ejemplo, un Gobierno responsable fomenta el emprendedurismo a todo vapor.
Si se mira con absoluta seriedad la composición del parque industrial costarricense, se comprende con objetividad que el fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas no solo es necesario, sino también una responsabilidad como país, porque esta composición constituye  el fundamento de la democracia económica de Costa Rica.
Eso sí, la gran interrogante en torno al quehacer de las pequeñas y medianas empresas  es el cómo fomentarlas. Sin duda alguna, mucho se ha dicho sobre la necesidad de impulsar políticas públicas para fomentar y apoyar al sector de las pequeñas y medianas empresas de Costa Rica, tanto por razones económicas como por razones políticas y sociales, dado que se trata de la paz social y de la productividad con mayores niveles de empleo.
Pero no es posible tener una sola respuesta a la gran interrogante sobre cómo fomentar las pequeñas y medianas empresas, pues así como es indispensable apoyar las ideas emprendedoras, igualmente surgen múltiples ideas sobre la forma de promocionarlas. En consecuencia, la política pública del Estado debe girar en torno a un plan de acción simultáneo.
Este plan, implica dos acciones inmediatas. Por un lado, el apoyo técnico, estratégico y financiero a las empresas ya existentes, para que estas se consoliden dentro del mercado y puedan competir sanamente. Y, por otro, el impulso y la promoción de aquellos proyectos  emprendedores factibles, técnica y económicamente.
Desde luego que la política pública no puede limitarse solamente a estas dos acciones  inmediatas. También es urgente que se valore el apoyo a las pequeñas y medianas empresas desde una visión holística y sinérgica. Si no se piensan las cosas integralmente o sistémicamente, no será posible que el país logre buenos resultados.
De hecho, y al largo plazo, es imprescindible que se fomente la cultura empresarial desde la educación formal costarricense. La educación emprendedora es tan urgente y tan importante, como la vigencia de otros programas de apoyo a las pequeñas y medianas empresas, en términos de financiamiento, capacitación, apoyo técnico, asesoría y otros acompañamientos más.
Por tanto, la gestión estratégica en este tema debe procurar tres cosas esenciales; primero, la coordinación de esfuerzos públicos y privados en apoyo a las pequeñas y medianas empresas; segundo, la operacionalización de acciones concretas; y tercero, la valoración de los resultados.
Para que Costa Rica tenga una economía pujante, es preciso incentivar el espíritu empresarial. Aún cuando se establezcan mecanismos o instrumentos vitales para el desarrollo socio – económico de las naciones, como los tratados de libre comercio, por ejemplo, un Gobierno responsable fomenta el emprendedurismo a todo vapor.