Te cuento, papá, que todos y cada día, desde que decidiste dormir para siempre, te hemos sentido a nuestro lado. Mamá, tu esposa y alma gemela por 65 años, siempre te tiene presente en sus oraciones y ella, en su ancianidad, nos reconforta, aunque eso sea tan difícil, pues, como si hubiera sido hoy, aún te lloramos. El impacto de tu inesperada partida nos cuesta entenderlo. Te fuiste en silencio aquella noche y nos dejaste con el alma hecha pedazos…aunque sabemos que jamás quisiste que nos sintamos como hasta hoy.
La vida es tan extraña, papá, pero la muerte lo es más y nunca podremos estar preparados para afrontarla cuando un ser tan querido se debe marchar.
Gracias, papá porque, sin duda, fuiste un padre maravilloso, quien siempre estuvo ahí, a nuestro lado, para darse en cuerpo y alma. Nos enseñaste valores que nos han permitido mantenernos como una familia unida y aunque este día especial no estarás físicamente, sí lo harás en cada uno que te siente y derramaremos más de una lágrima por tu ausencia.
Apenas hace un año jugabas con tus nietos y bisnietos; eras el centro de esa gran reunión. Este día te reiteraremos las gracias por habernos dado tanto con tu ejemplo, pues fuiste no sólo un gran padre sino también un gran ser humano que nos enseñó el verdadero sentido de la vida. Nunca, por nada, aunque eso fuera despojarte del bocado, dejaste que nadie tuviera hambre; siempre fuiste, igual que como padre, un trabajador incansable; amigo como pocos y que siempre estabas presto a ayudar, a calmar la sed de quien la tuviera, de sudarte la chaqueta si era necesario para ayudar a todos cuantos lo necesitaban. Nunca tuviste un cargo público y no lo necesitabas para ser un ciudadano ejemplar y si hubieras tenido que dar la vida por la Patria hubieras sido el primero, sin pensarlo dos veces. Fuiste un gran hombre; honrado hasta los tuétanos y te disgustaba la gente que esperaba todo, sin mayor esfuerzo; como caído del cielo. Hasta en las peores épocas no te dejabas doblegar y eras luz en la obscuridad; nunca te podremos reprochar un acto indebido. Todo lo contrario: con paso firme y con tus manos callosas hacías frente a las adversidades. No importaba si a quien querías ayudar era conocido o no, lo ayudabas y ya. Tal vez nunca te diste cuenta que lo vimos pero, la verdad, sí y esa fue tu mejor herencia. Toda tu vida fue siempre la mejor lección que pudimos tener para aplicarla como nuestro decálogo de existencia. A ti, papá, te tendremos como el maestro de maestros, quien siempre, aún ausente, nos sigues guiando en cada paso que damos. Somos semillas que germinamos en tierra fértil, sembradas y cuidadas por tus manos pródigas de amor y los frutos están en cada uno de nosotros y en toda tu gran descendencia que nunca, jamás, te olvidará.