Alexander Hernández Camacho
Empiezo por pedir disculpar por el atrevimiento de escribir sobre economía, que no es mi campo de formación, pero cuyas afectaciones sufro cada día, al igual que todos los costarricenses; razón suficiente, para escribir mis propios pronósticos de 2014 y que les comparto de inmediato.
Se acabó aquello de que el tamaño de la chequera determinaba quién ganaba. Esta primera etapa de la campaña electoral ha demostrado con contundencia que en el fondo, los ticos ya somos menos predecibles. Las lecciones más importantes en este proceso tenemos la obligación con la patria, de aprenderlas y superarlas.
“Alegre, amiguero y orgulloso de su país…”. Así rezaba el titular del periódico, que retrataba allí los resultados de una encuesta nacional sobre el tema de los valores que predominan en nosotros los ticos
Mi abuelo un día me dijo que hay que cuidar el buen nombre, pues es lo único que se tiene. Esas palabras procuro recordarlas todos los días de mi vida. Tuve un amigo hace años, cuyos dos apellidos eran tan largos como los míos y que junto con sus dos nombres, hacían que su pobre maestra sufriera mucho cuando le enseñó a escribir.
El 13 de agosto de 1988, en La Nación de aquel día, se publicó un artículo de Edgar Espinoza con el título de este comentario. Versaba aquel cuento, sobre un intercambio de pueblos, que consistía en que los japoneses se venían para Costa Rica y los ticos nos íbamos para Japón.