Alexander Hernández Camacho
Mi amada escuela en Guadalupe de Cartago se construyó en el Gobierno de don León Cortés y por su parecido con ella, las Escuelas Pilar Jiménez de Guadalupe de San José y Jesús Jiménez de Cartago han de haber sido construidas por ese mismo tiempo. Curiosamente todos esos templos del saber fueron estructuras creadas en tiempos en los que la demanda de estudiantes era mucho menor de lo que es ahora, los recursos destinados a la educación también eran pocos, la producción del país dependía absolutamente de la exportación de bananos y café y no era tan diversificada como lo es hoy; cuando es el turismo, la tecnología y el saber los productos que más exportamos.
Hace unos días; don Eugenio Gordienko, creador de obras de infraestructura tan valiosas como los edificios de la Corte Suprema de Justicia, el BCCR, el INS y el puente Rafael Iglesias, me comentaba la fluidez con que se tomaban las decisiones para hacer esas obras, como aquellos eran tiempos de mucha más limitación de recursos y como la tecnología era realmente modesta. Curiosamente, TODAS esas obras están hoy en pie y sin dificultades, pese al paso de los años.
En un sentido literal, la infraestructura pública del país ha caído en un enorme hueco de desprestigio, irresponsabilidad, deterioro y vergüenza. La obra pública, así como otras muchas cosas y funcionarios públicos, nos ha hecho caer en el ridículo y nos han dibujado una enorme cara de payasos ante la comunidad internacional pero sobre todo, ante el pueblo honesto que sigue siendo mayoría en este pequeño país. La enorme pérdida de dignidad y orgullo nacional, nos ha hecho retroceder vergonzosamente.
En el ámbito de la obra pública: NO pegamos una. Antes, toda la infraestructura pública estaba en manos del estado, hasta que empezaron los problemas de eficiencia, de robadera de materiales, de mala calidad y de la ausencia total de planificación y control, que nos hace hacer una carretera y dos semanas después volver a abrirla porque no se coordinó la electrificación o el entubamiento de una acueducto.
Ante la incapacidad del estado, pasamos a procesos licitatorios, caracterizados muchas veces por el chorizo, la contratación de los amigotes para pagar favores políticos y el saqueo de millones de colones en materiales y tiempo que se cobraba sin haber trabajado.
Luego vino la concesión de obra pública como la pomada canaria. En algunos casos, cambiamos monopolios públicos por monopolios privados y si los primeros son malos, los segundos son peores. Si en los primeros, el saqueo a merced de algunos sindicalistas sinvergüenzas es la norma, en los monopolios privados, la rentabilidad de los emporios empresariales que representan es el objetivo único y la voracidad del dinero es la que impera. Se perdió allí cualquier visión de rentabilidad social de los proyectos públicos y se sustituyó por una visión de negocio, en el que los más altos rendimientos es la meta suprema, sin importar nada más.
La declaratoria de emergencias nacionales para aligerar procesos, fue la última de las ocurrencias. Se abrió así la puerta del infierno, al que le llamaron dignidad. Les dimos así a los delincuentes públicos y privados toda la libertad para que pisotearan el nombre de Juanito Mora, formando contubernios para estafarnos a todos los que mantenemos con nuestros, a este puño de pillos invasores y destructores de la dignidad de un pueblo.
¿Qué cuándo fue que caímos en el hueco? Fue aquel día en que renunciamos a la ética, aquel en que se nos olvidaron nuestros ideales, aquel que nos hizo olvidar nuestro origen y aquel en que perdieron la vergüenza aquellos
que por falta de ella, no nos hacen el favor de renunciar…
Comentario de Alexander Hernández Camacho,
Mi amada escuela en Guadalupe de Cartago se construyó en el Gobierno de don León Cortés y por su parecido con ella, las Escuelas Pilar Jiménez de Guadalupe de San José y Jesús Jiménez de Cartago han de haber sido construidas por ese mismo tiempo
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Mi amada escuela en Guadalupe de Cartago se construyó en el Gobierno de don León Cortés y por su parecido con ella, las Escuelas Pilar Jiménez de Guadalupe de San José y Jesús Jiménez de Cartago han de haber sido construidas por ese mismo tiempo. Curiosamente todos esos templos del saber fueron estructuras creadas en tiempos en los que la demanda de estudiantes era mucho menor de lo que es ahora, los recursos destinados a la educación también eran pocos, la producción del país dependía absolutamente de la exportación de bananos y café y no era tan diversificada como lo es hoy; cuando es el turismo, la tecnología y el saber los productos que más exportamos.
Hace unos días; don Eugenio Gordienko, creador de obras de infraestructura tan valiosas como los edificios de la Corte Suprema de Justicia, el BCCR, el INS y el puente Rafael Iglesias, me comentaba la fluidez con que se tomaban las decisiones para hacer esas obras, como aquellos eran tiempos de mucha más limitación de recursos y como la tecnología era realmente modesta. Curiosamente, TODAS esas obras están hoy en pie y sin dificultades, pese al paso de los años.
En un sentido literal, la infraestructura pública del país ha caído en un enorme hueco de desprestigio, irresponsabilidad, deterioro y vergüenza. La obra pública, así como otras muchas cosas y funcionarios públicos, nos ha hecho caer en el ridículo y nos han dibujado una enorme cara de payasos ante la comunidad internacional pero sobre todo, ante el pueblo honesto que sigue siendo mayoría en este pequeño país. La enorme pérdida de dignidad y orgullo nacional, nos ha hecho retroceder vergonzosamente.
En el ámbito de la obra pública: NO pegamos una. Antes, toda la infraestructura pública estaba en manos del estado, hasta que empezaron los problemas de eficiencia, de robadera de materiales, de mala calidad y de la ausencia total de planificación y control, que nos hace hacer una carretera y dos semanas después volver a abrirla porque no se coordinó la electrificación o el entubamiento de una acueducto.
Ante la incapacidad del estado, pasamos a procesos licitatorios, caracterizados muchas veces por el chorizo, la contratación de los amigotes para pagar favores políticos y el saqueo de millones de colones en materiales y tiempo que se cobraba sin haber trabajado.
Luego vino la concesión de obra pública como la pomada canaria. En algunos casos, cambiamos monopolios públicos por monopolios privados y si los primeros son malos, los segundos son peores. Si en los primeros, el saqueo a merced de algunos sindicalistas sinvergüenzas es la norma, en los monopolios privados, la rentabilidad de los emporios empresariales que representan es el objetivo único y la voracidad del dinero es la que impera. Se perdió allí cualquier visión de rentabilidad social de los proyectos públicos y se sustituyó por una visión de negocio, en el que los más altos rendimientos es la meta suprema, sin importar nada más.
La declaratoria de emergencias nacionales para aligerar procesos, fue la última de las ocurrencias. Se abrió así la puerta del infierno, al que le llamaron dignidad. Les dimos así a los delincuentes públicos y privados toda la libertad para que pisotearan el nombre de Juanito Mora, formando contubernios para estafarnos a todos los que mantenemos con nuestros, a este puño de pillos invasores y destructores de la dignidad de un pueblo.
¿Qué cuándo fue que caímos en el hueco? Fue aquel día en que renunciamos a la ética, aquel en que se nos olvidaron nuestros ideales, aquel que nos hizo olvidar nuestro origen y aquel en que perdieron la vergüenza aquellos
que por falta de ella, no nos hacen el favor de renunciar…
Comentario de Alexander Hernández Camacho,
Mi amada escuela en Guadalupe de Cartago se construyó en el Gobierno de don León Cortés y por su parecido con ella, las Escuelas Pilar Jiménez de Guadalupe de San José y Jesús Jiménez de Cartago han de haber sido construidas por ese mismo tiempo
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La Real Academia de la Lengua dicta que la democracia es “la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el Gobierno” o “el predominio del pueblo en el gobierno de un Estado”.
En Costa Rica, hemos sido bastante mediocres en nuestra concepción del significado de la democracia, pues la hemos limitado a la asistencia a un ritual vacío que nos lleva cada 4 años a elegir entre un poco de productos que han sido exhibidos como latas de supermercado y en el que casi siempre sale vencedor el que tuvo la chequera más grande, para poder usar la magia de los publicistas que los hacen decir todo, excepto la verdad de lo que harán.
Así, es cada vez más previsible el resultado de nuestros patéticos procesos electorales, cargados de “salvadores” con sus soluciones. muchas de las cuales no han implementado cuando han estado en el poder, lo que los convierte en simples bateadores, que se aprovechan de la ignorancia para llenarnos de demagogia de la más barata.
Nuestros gobernantes son tan malos y nos hemos convertido en un pueblo democráticamente tan poco culto, que ahora en vez de democracia tenemos una anarquía, que la Real Academia define como “…la ausencia de poder político, desconcierto, incoherencia y barullo”.
Las minorías, posiblemente aconsejadas por algunos vivillos a los que les interesa ese barullo para buscar otros objetivos, se tiran a las calles para reclamar “derechos humanos” ante cualquier ocurrencia, viciada de lógica natural y cargada de complejos de persecución y discriminación que solo existen en sus mentes.
Otros vivazos, sabiendo que el elegido para gobernar está ocupado resolviendo las tortas en que se metió o lo metieron sus cercanos colaboradores, incapaces de renunciar al menos por vergüenza, se lanzan a huelgas reclamando igualdades y “eficiencias” de las que mucho predican pero no practican; y a su sombra, saltan otros reclamando la protección de los privilegios contenidos en sus inmorales convenciones colectivas.
Este desmadre en el que está sumida esta pequeña nación se llama anarquía y las mayorías reclamamos más trabajo, más producción, eficiencia de verdad, honestidad a toda prueba y el ejercicio de una función pública en beneficio de todos.
Estamos hartos de que cualquier grupúsculo golpee la mesa y reciba lo que pide de un gobierno débil, sin rumbo claro, que vive a merced del escándalo de la semana o de la minoría que lo presione para complacer.
Aquello de que la democracia es el Gobierno de las mayorías es una utopía ya en este país. Hoy, con mucha tristeza, enfrentamos la triste realidad de haber sido y ser presa de la anarquía de las minorías…
La Real Academia de la Lengua dicta que la democracia es “la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el Gobierno” o “el predominio del pueblo en el gobierno de un Estado”.
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La Real Academia de la Lengua dicta que la democracia es “la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el Gobierno” o “el predominio del pueblo en el gobierno de un Estado”.
En Costa Rica, hemos sido bastante mediocres en nuestra concepción del significado de la democracia, pues la hemos limitado a la asistencia a un ritual vacío que nos lleva cada 4 años a elegir entre un poco de productos que han sido exhibidos como latas de supermercado y en el que casi siempre sale vencedor el que tuvo la chequera más grande, para poder usar la magia de los publicistas que los hacen decir todo, excepto la verdad de lo que harán.
Así, es cada vez más previsible el resultado de nuestros patéticos procesos electorales, cargados de “salvadores” con sus soluciones. muchas de las cuales no han implementado cuando han estado en el poder, lo que los convierte en simples bateadores, que se aprovechan de la ignorancia para llenarnos de demagogia de la más barata.
Nuestros gobernantes son tan malos y nos hemos convertido en un pueblo democráticamente tan poco culto, que ahora en vez de democracia tenemos una anarquía, que la Real Academia define como “…la ausencia de poder político, desconcierto, incoherencia y barullo”.
Las minorías, posiblemente aconsejadas por algunos vivillos a los que les interesa ese barullo para buscar otros objetivos, se tiran a las calles para reclamar “derechos humanos” ante cualquier ocurrencia, viciada de lógica natural y cargada de complejos de persecución y discriminación que solo existen en sus mentes.
Otros vivazos, sabiendo que el elegido para gobernar está ocupado resolviendo las tortas en que se metió o lo metieron sus cercanos colaboradores, incapaces de renunciar al menos por vergüenza, se lanzan a huelgas reclamando igualdades y “eficiencias” de las que mucho predican pero no practican; y a su sombra, saltan otros reclamando la protección de los privilegios contenidos en sus inmorales convenciones colectivas.
Este desmadre en el que está sumida esta pequeña nación se llama anarquía y las mayorías reclamamos más trabajo, más producción, eficiencia de verdad, honestidad a toda prueba y el ejercicio de una función pública en beneficio de todos.
Estamos hartos de que cualquier grupúsculo golpee la mesa y reciba lo que pide de un gobierno débil, sin rumbo claro, que vive a merced del escándalo de la semana o de la minoría que lo presione para complacer.
Aquello de que la democracia es el Gobierno de las mayorías es una utopía ya en este país. Hoy, con mucha tristeza, enfrentamos la triste realidad de haber sido y ser presa de la anarquía de las minorías…
La Real Academia de la Lengua dicta que la democracia es “la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el Gobierno” o “el predominio del pueblo en el gobierno de un Estado”.
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Costa Rica está obesa o para ser más claro: ESTÁ GORDA. Esa es la sentencia de sendos estudios que dan cuenta de la lamentable situación en nuestros niños, adolescentes y adultos. Aunque la verdad sea dicha, no hacen falta estos estudios para concluir tan lapidaria sentencia, pues solo basta con darse una miradita entre la gente que día a día circula por las calles, donde es común que las panzas desborden pantalones y faldas de muchos transeúntes.
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Costa Rica está obesa o para ser más claro: ESTÁ GORDA. Esa es la sentencia de sendos estudios que dan cuenta de la lamentable situación en nuestros niños, adolescentes y adultos. Aunque la verdad sea dicha, no hacen falta estos estudios para concluir tan lapidaria sentencia, pues solo basta con darse una miradita entre la gente que día a día circula por las calles, donde es común que las panzas desborden pantalones y faldas de muchos transeúntes.
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La frase con la que termina este comentario, sonará algo fuerte para algunos. Alguien podría pensar que es una grosería; sin embargo, lo último que quisiera es ser irrespetuoso con la gente tan culta que escucha este programa, caracterizado desde hace décadas por ser promotor de respeto. Lo que intento más bien, es llamar la atención sobre acontecimientos que me tienen muy pero muy preocupado y que definitivamente me obliga a plantear esta reflexión.
Hace unos días, la opinión pública fue conmocionada con la información de que funcionarios de altísimo nivel, responsables primarios de dar ejemplo de claridad en el cumplimiento de sus obligaciones tributarias, no cumplieron con los rigores de declaración que la LEY establece sobre la propiedad de bienes inmuebles. Hay algunas municipalidades que lograron que el 90% de sus contribuyentes declararan sus bienes, lo que nos dice que la minoría que no declara es la que siempre intenta zafarle el hombro a la obligación y se refugia en interpretaciones ambiguas y excusas repugnantes. Si esta falacia con que se intentó justificar el funcionario fuera el proceder normal ¿por qué entonces esos funcionarios salen corriendo a actualizar la declaración cuando se enteran de que una investigación periodística los delatará? y ¿por qué en una municipalidad más del 90% de los contribuyentes sí interpretan que es un deber ciudadano hacer la declaración de bienes inmuebles, pero el funcionario que más clara debe tener la ley, interpreta lo contrario?.
Los mismos que vienen justificando su inoperancia en la función pública y su incapacidad de hacer obras por falta de recursos, son los mismos que se escudan en la misma ineficiencia de recaudación que les protege y en avales presidenciales muy cuestionables e improcedentes, que lo único que demuestran es que la firmeza no era más que un lemita de campaña, vacío.
Antes de irse de vacaciones, cosa para la cual no les cuesta nada ponerse de acuerdo, y como para “terminar de arreglarla”, a algún diputadito se le ocurrió defender un proyecto de ley que pretende perpetuar la inmunidad para algunos altos funcionarios públicos, incluidos los diputados.
Cuando uno ve noticias como estas, lo único que atina a cuestionarse es ¿En qué mundo viven estos señores? ¿En qué desgastan las neuronas cada día? ¿Cómo un poder ejecutivo clasifica una ocurrencia de esta naturaleza como uno de sus proyectos de prioridad? ¿Qué lectura hacen estos señores de los signos de los tiempos, en los que más bien se pide a gritos la eliminación de estas inmunidades que solo han servido para dilatar y secretear procesos penales VERGONZOSOS?.
Me he sentido burlado y ofendido en mi inteligencia con declaraciones de justificación como las que he escuchado de estos señores. Una gran mayoría de personas sentimos que se burlan de nosotros todos los días y que nos están tomando el pelo. Una buena cantidad de personas en este país sentimos que ministros, diputados, jueces y otros muchos funcionarios con poder, nos ven cara de ingenuos o peor aún, nos ven cara de tontos.
No se equivoquen señores, no le jalen más el rabo a la ternera y no se la tiren de muy vivos. Aunque yo lamento, que a veces este pueblo es más alfabetizado que educado, las gestas que nuestros antepasados dieron en pos de nuestras libertades se dieron casi siempre con la inspiración de una gran sabiduría popular y esa, es la misma sabiduría que hoy les reclama más respeto. Que les exige más prudencia al rendir cuentas y que sobre todo, les pide que tengan cuidado porque pueden estar subvaluando a este pueblo manso pero no menso y que les recuerda que “el mayor placer de un pueblo inteligente, es aparentar ser idiota frente a un montón de idiotas que aparentan ser inteligentes…” Comentario de Alexander Hernández Camacho,
La frase con la que termina este comentario, sonará algo fuerte para algunos. Alguien podría pensar que es una grosería; sin embargo, lo último que quisiera es ser irrespetuoso con la gente tan culta que escucha este programa, caracterizado desde hace décadas por ser promotor de respeto. Lo que intento más bien, es llamar la atención sobre acontecimientos que me tienen muy pero muy preocupado y que definitivamente me obliga a plantear esta reflexión.
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