Mauricio Víquez Lizano
Vivimos tiempos en los que parece que todo está sometido a la cultura del descarte de la que ha hablado el Papa Francisco. Desde los electrodomésticos hasta los afectos, el matrimonio y la consagración a Dios.
Es claro que en el presente pontificado del Papa Francisco casi todo es noticia. Sus frases en la misa matutina en Santa Marta, gestos en las audiencias, afirmaciones en entrevistas, elecciones realizadas. Casi todo produce asombro y, aunque no dejan de haber algunos recalcitrantes, la mayoría de los católicos del mundo vemos bien una ruta que permite hacer vida ese permitir en la Iglesia el ir y venir del aire fresco que querían Juan XXIII y Pablo VI.
El pasado 19, domingo mundial de las misiones, se cerraba la III Asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos y ello en significativa coincidencia con la beatificación del Papa que clausuró el concilio Vaticano II, esto es, Pablo VI.
“Conquistas sociales en Costa Rica” es una obra que se ha publicado recientemente en nuestro país por el Sr. Carlos Cortés y en el Eco Católico del 19 de octubre último, el Dr. Miguel Picado hacía notar, aparte de las luces de esa obra, una sentida omisión pues dejaba de lado el aporte de Mons. Bernardo Augusto Thiel Hoffman.
Hay cosas que es conveniente decir. Otras no. Incluso, hay algunas cosas que, en razón de la investidura, deben evitarse o decirse mejor. Nuestros políticos, con frecuencia, no captan estas sutilezas.
Desde el lejano 1992 el Catecismo de la Iglesia dejaba claro que la condición homosexual no se podía considerar un pecado pues no reunía, esa realidad concreta, algunos de los requisitos necesarios para hablar de responsabilidad moral.
A lo largo de los años la educación católica privada y subvencionada se ha caracterizado por ser excelente. Los resultados en bachillerato y en los exámenes de admisión de la universidades públicas así lo confirman.