En el año en que estamos celebramos cincuenta años de la conclusión del Concilio. Una efeméride que no podemos dejar pasar así porque así. Fue el cierre del acontecimiento eclesial mas importante del siglo XX y sus consecuencias aún hoy nos ponen a correr un poco.
Igualmente, este año contemplamos un aniversario muy importante. 60 años del CELAM, esto es, la Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Muchos años de aportar a la iglesia de América Latina y un organismo que el Papa Francisco ama y ha apoyado siempre.
En estos días, los medios han hecho eco de la cercanía del sínodo de los obispos sobre el tema de la familia, su misión y vocación, en el marco del tiempo presente. Cada conferencia de obispo está preparando las respuestas al cuestionario enviado en noviembre y, sin duda, de ese material, saldrá un documento tanto o mas fuerte que el que sirvió como instrumento de trabajo a los padres sinodales en el pasado sínodo extraordinario que, como sabemos, fue en octubre del año pasado.
Y como si fuera poco, se ha dado a conocer una lista muy interesante de nuevos cardenales.
Llama la atención cómo el Papa ha dejado de lado algunas sedes episcopales tradicionalmente cardenalicias y, en cambio, ha optado por hacer cardenales de la Iglesia a obispos de zonas de la tierra alejadas, olvidadas o afectadas por el hambre, la miseria o la violencia.
Hemos visto en las listas a obispos que proceden de islas de Pacífico, de nuestra Centroamérica y de un México averiado por la violencia.
También, hemos contemplado pocos funcionarios de la curia romana elevados a esta situación tan interesante y decisiva en la vida católica, pero sí a muchos que llegan desde la periferia.
Palabras, decisiones, gestos y designaciones. Todo lo que se da en este pontificado es relevante. La apertura es evidente y los temas evitados se van poniendo sobre la mesa. Brisas frescas de gran interés para este año que inicia en el marco de la Iglesia Católica.