La labor de los colegios privados católicos va adelante y los subvencionados también, a pesar de que de parte de la autoridad gubernamental se pongan todos los obstáculos del mundo y se frene la iniciativa de los ciudadanos que desean educar mejor a sus hijos y, además, hacerlo en el marco de entidades confesionales. Nada digamos del modo en que todo esto viola dramáticamente el principio de subsidiaridad.
De ser de otra manera, los colegios privados católicos y subvencionados no tendrían las listas de espera tan enormes de padres de familia que desean evitar a sus hijos la pena de la educación pública que ofrece el estado, cada día mas mediocre, decadente y secularizada.
Un recurso inteligente del estado no sería obstaculizar sino animar estas iniciativas que, aparte de hacer mejor que el gobierno la labor de educar, lograrían dan una respuesta eficaz a lo que buscan tantos padres de familia en cuanto primeros educadores de sus hijos, esto es, una educación mas sólida y exigente en un marco axiológico menos sometido a las modas pasajeras.
Hace algunos años la diócesis de Tilarán comenzó la experiencia de colegios diocesanos. Una realidad que, aunque muy común en Europa y Estados Unidos, aquí no era muy común. Poco a poco la experiencia se va consolidando y sería muy interesante que, en el futuro, ello se lograra convertir en praxis común en las diferentes diócesis. En San José no hay ensayos de este tipo y solo conocemos experiencias de escuelas vinculadas a iglesia de tradición protestante.
Para el tiempo que viene, el anterior gobierno de la república había acordado estimular estas iniciativas con una cantidad de dinero que facilitara este servicio de la diócesis a la ciudadanía. Sin embargo, un diputado actual del partido de gobierno ha pedido, vía moción, que esto se descarte del presupuesto, al igual que el aporte que se ofrece al archivo histórico arquidiocesano que, como sabemos, es una institución a la que recurren historiadores y otros estudiosos de la historia nacional.
No sé porqué siempre insistir en la perspectiva paralizante, en no estimular lo que bien se hace y en poner trabas a quienes desean hacer algo por este país en caída libre en todo sentido.
La esperanza es que algún día tengamos en el gobierno a personas que se animan a ver lo bueno y a estimular la iniciativa ciudadana. La subsidiaridad en cuanto vía y principio nos salvaría de mas de una inoperancia, sobre todo, en materia de educación y de desarrollo comunal.