Debido a esa nota del Padre Picado me di a la tarea de dar una mirada a la obra y escritos de Mons,. Thiel y pude hacerlo gracias al aporte del mismo autor de la nota del Eco en su obra “La palabra social de los obispos costarricenses de 1893 a 2006” y de una obra impresionante del Dr. Gustavo Adolfo Soto titulada “El pensamiento social y político de Monseñor Bernardo Augusto Thiel”.
Ambos libros, uno de casi quinientas páginas y el otro de ochocientas, retratan los aportesque, de cara a los grandes cambios sociales operados en nuestros país, dieron los obispos a nuestro mejor andar por la historia, lo mismo que nos hacen ver el impacto de Mons. Thiel en la Costa Rica de su tiempo.
Arribó Thiel, nos cuenta Soto Valverde, a nuestro país en 1878 y, desde ese mismo instante, como se nos dice valiéndonos de palabras de Mons. Sanabria, “quiso ser costarricense de corazón”.Con poco menos de 30 años y oriundo de Elberfeld, Renania, ya Thiel era obispo. Con esos ánimo jóvenes y por varias veces tuvo la energía de recorrer la diócesis de San José que, por esos tiempos, comprendía todo el territorio nacional.
Monseñor Víctor Manuel Sanabria en su también gran obra titulada “Bernardo Augusto Thiel”, dice acerca de lo que se inició para aquel nuevo obispo el 5 de setiembre de 1880: “(se abría) un período de intensísimo apostolado, de cruces y de sudores, y un período de brillantísima gloria y de extraordinario progreso espiritual para la diócesis de San José de Costa Rica”.
Gustavo Adolfo Soto, recordándonos un texto de Ricardo Blanco, nos caracteriza a MonsThiel diciendo que fue obispo celoso, dedicado, incansable, prudente y vigilante, gran hombre de ciencia, filólogo e historiador consumado.
Moriría este gran paulino alemán en 1901 luego de lidiar durante todo su ministerio con el duro liberalismo anticlerical y con una realidad social que clamaba al cielo y que le obligó a escribir su carta “Sobre el justo salario” a la luz de la encíclica “Rerum Novarum” que le acarreó persecución abierta y exilio por parte de los gobernantes de turno a quienes, como ocurre hoy también, se comportaron como los típicos dirigentes a quienes la voz profética católica siempre les acaba incomodando.
La expulsión de Thiel en 1884 por los liberales en el gobierno le llevaron a establecerse en Panamá. Desde allí orientó a la Iglesia costarricense. Mientras tanto, como nos cuenta la obra de Soto Valverde, se creó el partido Unión Católica como respuesta a las violencias anticatólicas. Una realidad que hoy no nos vendría nada mal.