Gustavo Delgado
RONNY: Y ahora, solo porque usted lo pidió, le presentamos la sección de preguntas curiosas, que tienen respuesta gracias a BBC MUNDO.
ORIETTA:¿Cuál es el animal más ruidoso?
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Las sociedades contemporáneas se enfrentan al reto de proyectarse y adaptarse a un proceso de cambio que viene avanzando muy rápidamente hacia la construcción de Sociedades del Conocimiento. Este proceso es dinamizado esencialmente por el desarrollo de nuevas tendencias en la generación difusión y utilización del conocimiento, y está demandando la revisión y adecuación de muchas de las empresas y organizaciones sociales y la creación de otras nuevas con capacidad para asumir y orientar el cambio pues la sociedad del conocimiento ha de estar en la base de toda política de promoción económica, cultural o educativa.
Tengamos en cuenta que una Sociedad del Conocimiento es una sociedad con capacidad para generar, apropiar y utilizar el conocimiento para atender las necesidades de su desarrollo y así construir su propio futuro, convirtiendo la creación y trasferencia del conocimiento en herramienta de la sociedad para su propio beneficio.
En este sentido, en la sociedad del conocimiento y del aprendizaje, las comunidades, empresas y organizaciones avanzan gracias a la difusión, asimilación, aplicación y sistematización de conocimientos creados u obtenidos localmente, o accesados del exterior. El proceso de aprendizaje se potencia en común, a través de redes, empresas, gremios, comunicación inter e intrainstitucional, entre comunidades y países. Una sociedad de aprendizaje significa una nación y unos agentes económicos más competitivos e innovadores y también eleva la calidad de vida a todo nivel.
Entonces, si el conocimiento se ha convertido en el factor crítico en cualquier actividad, es vital que los poderes públicos procuren su desarrollo y extensión. Pero ¿cómo hacerlo? Seguramente una buena fórmula sería favorecer los mismos factores que han contribuido a acelerar la implantación de la sociedad del conocimiento en los últimos años. Un primer paso sería garantizar el acceso a internet y las nuevas tecnologías de la información a todas las personas, así como los conocimientos necesarios para poder utilizarlas. Posteriormente es importante asegurarse de que la información esté disponible, y ahí los poderes públicos tienen de nuevo un importante papel que jugar, pues mucha información tienen su origen precisamente en la propia administración. Finalmente la información tiene que poder ser interpretada y asimilada, para que llegue a ser realmente conocimiento y pueda ser utilizada. La educación juega un papel fundamental en esta última fase.
En lo que respecta a la transición de América Latina y el Caribe hacia una sociedad del conocimiento en condiciones de eficiencia y equidad, se justifican nuevas formas de intervención del Estado y acciones públicas y privadas explícitamente dirigidas a una asignación óptima de recursos para alcanzar las metas deseables que las reglas del mercado, por sí solas, no aseguran. La región, entre otros desafíos, deberá buscar financiamiento para disminuir el rezago tecnológico; determinar el marco jurídico, regulatorio e institucional que asegure bajas barreras al ingreso y a la competencia entre proveedores de servicios de conexión a las redes de transmisión; disminuir la heterogeneidad en la difusión de las tecnologías de la información y comunicación; lograr mayor participación en los contenidos de información y conocimiento que transmiten las redes digitales; contrarrestar la fuerte concentración de poder que la rápida informatización coloca en manos de países industrializados y obtener mayor cooperación internacional.
Cambiar hacia la sociedad del conocimiento llevará su tiempo, y para conseguirlo es preciso comprender mejor por qué ahora el conocimiento es la clave del desarrollo y la riqueza de los pueblos. Y es preciso que la gente adquiera como valor personal la renovación intelectual; que esto no sea un patrimonio de ciertos grupos, sino que sea un valor extendido a todos los niveles de la sociedad.
Las sociedades contemporáneas se enfrentan al reto de proyectarse y adaptarse a un proceso de cambio que viene avanzando muy rápidamente hacia la construcción de Sociedades del Conocimiento.
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Hoy quiero compartir con ustedes un comentario que se publica en un boletín de la FAO, que es la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación y que trata sobre los campesinos, a los cuales se les llama la población silenciosa. A los campesinos pobres se les ha llamado la población silenciosa.
Son los agricultores de subsistencia, los pequeños cultivadores y los pescadores artesanales cuyas cosechas se han perdido, cuyas embarcaciones se han hundido o cuyas esperanzas se han ido con una inundación. Clasificados a menudo en términos económicos como de “bajos ingresos” o “desfavorecidos”, los pobres de las zonas rurales se encuentran aislados, vulnerables e imponentes.
En 1979, los estados miembros de la FAO redactaron una “Carta del Campesino”, un proyecto original para transformar la vida rural de los países en desarrollo en todos sus aspectos. La carta hacía hincapié en que para lograr el desarrollo rural se requieren actividades a nivel de aldeas, políticas de desarrollo acertadas, y también un cambio drástico en el orden económico mundial.
En los esfuerzos para instaurar un desarrollo sostenible se da prioridad a los seres humanos cuya vida depende de ese desarrollo. Los programas y proyectos de campo de la FAO están encaminados a prestar apoyo especial a los campesinos sin tierra, los pescadores y los jóvenes de las zonas rurales y los labradores indígenas.
Pero la creciente degradación de los suelos, los ríos y los mares, es uno de los factores que obliga a estos hombres y mujeres del campo, y con frecuencia, también a sus niños pequeños, a emigrar a los barrios bajos y tugurios superpoblados, plagados de enfermedades, drogas, prostitución y otros vicios, que proliferan en torno a las ciudades del mundo pobre. Muchos campesinos pobres abandonan el campo con toda su miseria en busca de un futuro mejor, pero casi siempre se encuentran con otra realidad que los lleva a la desesperación.
¿Cuánta población silenciosa tenemos en nuestras capitales?, ¿Cuánto campesino ha dejado de producir su tierra y se hacina en tugurios en los alrededores de las grandes ciudades?
Alexander Bonilla Durán
Hoy quiero compartir con ustedes un comentario que se publica en un boletín de la FAO, que es la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación y que trata sobre los campesinos, a los cuales se les llama la población silenciosa. A los campesinos pobres se les ha llamado la población silenciosa.
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La fiesta quedó atrás, como siempre, para algunos queda la resaca de los excesos cometidos, atracones de comida, poca actividad física, gastos desproporcionados con “dinero plástico” que ahora se transforma en leño, a juzgar por los intereses que devenga, en fin, volvemos a ser los mortales de siempre, maltrechos ciertamente, pero esperanzados al fin y al cabo.
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