¿Hacia dónde va la sociedad?
Culminó la Semana Santa número 42 de mi vida. Todas las he vivido bajo los mismos preceptos y las mismas tradiciones y tres de las de más arraigo son: la comilona de sopas, ensaladas, atunes y salmones que es inigualable además de deliciosa y que lo hace a uno tener que intensificar los esfuerzos para que el sobrepeso no haga más estragos; la costumbre de no usar el carro el Viernes Santo como pequeño “sacrificio” de solidaridad con el recorrido que Jesús hizo hasta el calvario y la lectura a las 3:00 en punto –rodillas en el piso- de un pequeño librillo en el que se lee una versión de la Pasión de Cristo.
Todas estas tradiciones se ejecutan en la casa de mis papás, lugar de reunión de los 12 hermanos con sus respectivas familias, de anécdotas de la niñez, de risas por las ocurrencias de los más chistosos de la familia y de nostalgia al ver como el paso de los años es visible en todos. Me decía mi mamá que algunas de estas tradiciones fueron enseñadas por su tía Maclovia y han acompañado a mi núcleo familiar directo, desde hace 60 años cuando mis papás se casaron y otras –como la de no usar el carro- las inculcó mi papá. Yo no puedo más que agradecer a mis papás estas enseñanzas y prometer preservarlas a como dé lugar, pues es claro que son casi centenarias.
¿Qué es la Semana Santa, si no una serie de tradiciones que se han heredado de generación en generación? Así como mi familia sigue estas, habrá otras que siguen paseos familiares, otro tipo de comidas, otro tipo de actos religiosos, otro tipo de reuniones y hasta otro tipo de fe. Sin embargo, el común denominador de una gran mayoría de costarricenses, es el guardar estas como herencias familiares de gran valía y como agentes de cohesión familiar que lo que hacen es fortalecer esa maravillosa célula social, tan atacada en los últimos tiempos por corrientes de pensamiento absolutamente ajenas a nuestra antropología.
Al momento de escribir esto, informan los medios que en esta oportunidad, se contabilizan 33 muertes violentas y que esa suma supera en 6 las del año anterior. Un hombre que asesina a su esposa y luego se suicida, un joven de 16 años que dispara contra un pequeño de 9 años en su cara, una cultura de guaro que hace que en la noche del miércoles santo se saturen supermercados, licoreras y bares, como si la ley seca fuera por tiempo indefinido.
¿Qué hacer para que estas tendencias que convierten la Semana Santa en la semana del guaro, la violencia y la matanza, retornen a los valores que le dieron origen a esta sociedad y que la preservaron durante años del desmadre del que hoy es presa?
El retorno a los valores y la vivencia de las tradiciones propias de cada familia será la única forma de volver al camino auténticamente costarricense. Me resisto a aceptar que la liberación de la sociedad la hayamos convertido en la cuna del desenfreno. Cada núcleo familiar será el único capaz de volver al camino perdido y cada uno deberá asumir con hidalguía la tarea de reconstruir el tejido social que se nos ha gastado y nos ha transformado en la sociedad violenta y borracha en que nos hemos convertido.
Por ahora, le pido a Dios que me preserve la vida para disponerme a esperar con ansias la vivencia de la próxima Semana Santa, con caminada, comilona y doblada de rodillas incluidas. Le pido a Dios que haga preservar en cada una de las familias costarricenses, sus propias tradiciones y que estas sean iluminadas por la luz del Jesús vivo, al que hoy celebramos resucitado. Que la violencia y la matanza se alejen de esta Costa Rica hermosa y amante de las tradiciones. Que el guaro deje de ondear su bandera asesina y que la pregunta que da título a este comentario, nos llame a un compromiso por trazar el camino correcto.
Culminó la Semana Santa número 42 de mi vida. Todas las he vivido bajo los mismos preceptos y las mismas tradiciones y tres de las de más arraigo son: la comilona de sopas, ensaladas, atunes y salmones que es inigualable además de deliciosa y que lo hace a uno tener que intensificar los esfuerzos para que el sobrepeso no haga más estragos; la costumbre de no usar el carro el Viernes Santo como pequeño “sacrificio” de solidaridad con el recorrido que Jesús hizo hasta el calvario y la lectura a las 3:00 en punto –rodillas en el piso- de un pequeño librillo en el que se lee una versión de la Pasión de Cristo.
Todas estas tradiciones se ejecutan en la casa de mis papás, lugar de reunión de los 12 hermanos con sus respectivas familias, de anécdotas de la niñez, de risas por las ocurrencias de los más chistosos de la familia y de nostalgia al ver como el paso de los años es visible en todos. Me decía mi mamá que algunas de estas tradiciones fueron enseñadas por su tía Maclovia y han acompañado a mi núcleo familiar directo, desde hace 60 años cuando mis papás se casaron y otras –como la de no usar el carro- las inculcó mi papá. Yo no puedo más que agradecer a mis papás estas enseñanzas y prometer preservarlas a como dé lugar, pues es claro que son casi centenarias.
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