Tal es el caso de los árboles nativos de maderas preciosas, que todos quisiéramos que fueran preservados en beneficio de las futuras generaciones. Con este propósito, el legislador y la Dirección Forestal prohíben la corta de estos árboles, pese a que ya hayan alcanzado su máximo desarrollo y que a partir de ese punto, sólo se pueda esperar su inevitable deterioro y finalmente su natural extinción. Como resultado lógico de este desatino, los árboles cuya comercialización está prohibida, han perdido todo valor comercial y han pasado a convertirse en estorbos para los finqueros que tienen la mala suerte de tener esa madera intocable dentro de sus predios. No se ha caído en la cuenta de que la tala de árboles maderables no es la causa de la deforestación, sino que ésta proviene de que no hay un verdadero estímulo para una reforestación que no sólo mantenga, sino que aumente la población forestal de las maderas que se coticen a los más altos precios en el mercado nacional e internacional. Recientemente un amigo me contaba escandalizado, que en su finca, una tormenta había abatido un número considerable de arboles de almendro, cuya tala está prohibida, pero que como se trataba de árboles que ya estaban en el suelo, solicitó las guías para transportarlos a un Aserradero cercano, que estaba dispuesto a comprárselos, pero éstas le fueron negadas, con el argumento de que esto no podía autorizarse, pues podría abrir el portillo para que otros finqueros derribaran sus almendros y pretendieran comercializarlos, aduciendo que habían sido derribados por causas naturales. Este mezquino criterio produjo que una respetable cantidad de metros cúbicos de excelente madera se pudriera en el suelo, sin beneficio para nadie. Es preciso que entendamos que el interés particular, bien estimulado, puede y debe conjugarse perfectamente con el interés general. No es anatematizando la corta sino convirtiendo la reforestación en un buen negocio, como se puede asegurar a las futuras generaciones la continuación de nuestros bosques. Las “zonas protegidas” hoy establecidas, son tan solo asilos de árboles ancianos, que tarde o temprano desaparecerán, como le sucede a todo ser viviente en este mundo. Hay que enfatizar que el interés particular no tiene por qué entrar en conflicto con el interés general del Estado. Solo un socialismo trasnochado, subsistente en países del tercer mundo, puede sostener ese sofisma que, como enseña la historia reciente, tan solo conduce a la tiranía y a la miseria generalizada. Dicen refranes muy conocidos que ”nadie experimenta en cabeza ajena” y que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Por el bien de las futuras generaciones esperemos que recobremos a tiempo la sensatez y podamos demostrar que estas expresiones de la sabiduría popular, al igual que otras de la misma especie, pueden tener sus honrosas excepciones.
En estos tiempos es frecuente observar, en todos los campos, que persiguiendo fines buenos y hasta excelentes, se ensayen procedimientos inocuos o incluso que tienen el efecto contrario al deseado.