Lunes, 30 Agosto 2010 05:38

Nos vemos en la radio

Según mis papeles viejos, he estado formalmente en Panorama desde Junio de 1996. Camilo insiste en que estoy aquí desde que él andaba con un yo-yo en la bolsa y mandaba sus comentarios en hojas de cuadernos de la escuela, pero lo dice para quitarse años (…y de paso dejarme como viejo).
Como sea, son varios años de disfrutar este privilegio de dirigirme diariamente a los costarricenses con la misión de dejar algo bueno en unos minutos. Privilegio que he disfrutado muchísimo tratando a la vez de cumplir con dignidad y respeto al oyente.
En estos años ha habido momentos difíciles (de los cuales no me acuerdo), y otros muy bonitos. Como ese primer concurso en que regalamos computadoras a 3 estudiantes, en los lejanos tiempos en que cada una costaba lo que un carro usado, los Premios Marconi, después Róger Barahona, que dejaban por igual lágrimas de alegría y de tristeza, y para mí el más hermoso de todos; la serie Héroes de la Patria, para los 150 años de la Campaña Nacional de 1856.
He gozado muchísimo realizando varias campañas de impacto nacional, sobre las cuales lo mejor que puede decirse es no decir nada, por aquello de la discreción profesional.
Y por supuesto, he disfrutado del raro privilegio de contar con la confianza, espero que merecida, de todas las Juntas Directivas que se han sucedido en estos 14 años, lo que rara vez uno se detiene a reconocer. Lo hago hoy en la persona del actual Presidente de Canara, Luis Enrique Ortiz, con quien hemos enfrentado tiempos interesantes, olas grandes y chiquitas, acuerdos y desacuerdos, y quien se ha ganado mi respeto por la dedicación con que ha ejercido ese ingrato puesto.
Mi equipo, como dicen en la feria del agricultor: “solo bueno”. Un grupo de profesionales que conoce su oficio y lo ha ejercido creciendo con cada tarea. Sumando y restando a todos los que nos han acompañado en estos años, me enorgullece haber dirigido un equipo de esta categoría. Lo difícil ha sido ser justo con Orietta, a la vez mi locutora favorita y mi esposa. Por temor a que el amor me haga perder imparcialidad (como ocurre), he sido demasiado estricto con su trabajo y parco en reconocerle sus méritos profesionales. Qué se le va a hacer...
Aquí también tuve otro raro privilegio, conocer a uno de esos hombres de quienes antes se decía que eran de una sola pieza. De esos que dejaban un pelo del bigote y 20 años después volvían a buscarlo. Que hayamos estado siempre (o casi) en desacuerdo en todo no quita ni suma al respeto que he aprendido a tenerle, y que a veces le haya dicho, en serio y en broma “cuando yo sea grande quiero ser como usted”. Ese hombre es Rigoberto Urbina Pinto, y si no hubiera nacido en tiempo y lugar tan calmados, habría terminado sus días cargando contra los moros sarracenos bajo las murallas de San Juan de Acre, o defendiendo el Alcázar de Toledo de alguna ideología disolvente y subversiva.
Han sido varios años tratando de abrir ventanas, de dejar más preguntas que respuestas, de encender bombillos y no de apagar candelas. En dos platos, de hacer radio de la buena, de esa que le permite a uno mirarse al espejo cada día y decir que hoy no ayudó a embrutecer a nadie sino que, por lo menos, intentó hacer lo contrario.
Y hasta ahí, porque pretender más es buchonada. Además de ilusorio. Y para peor, una pedantería.
Debe ser por eso que me cuesta tanto despedirme, dejar estas teclas que escribieron cosas sabiendo que mañana alguien las iba a escuchar.
Será entonces nostalgia, cabanga anticipada, goma moral y también vanidad herida. Alguien podrá decir que es la sensación del deber inconcluso, o en palabras de día domingo, de fallarle al imperativo moral.
Lo que sea, pero cuesta.
Y a pesar de eso tengo que hacerlo, tengo que despedirme de estas teclas, de estos compañeros, de estos jefes y de la que ha sido mi casa por más de 20 años, y pasar el relevo a quien no lo hará como yo lo hubiera hecho, pero lo hará mejor, porque verá esta tarea con ojos nuevos. Los que yo ya no tengo.
Yendo a la parte práctica, me despido de Panorama porque otros amigos con corazones igualmente generosos me han hecho ni más ni menos una oferta que no puedo rechazar (en el buen sentido), y faltándome dos pasos para la sesentena, he decidido arriesgarlo todo y empezar una nueva aventura lejos de los micrófonos, en el mundo de la industria.
Parafraseando, dejo aquí mis más puras esperanzas de comunicador y lo más querido entre mis seres queridos, para emprender un camino que espero recorrer aprendiendo en cada paso y generando, como corresponde, beneficios para mis futuros empleadores.
Y si no, pues Alá es grande y generoso.
Pero sigue siendo tan difícil decir Adiós, que prefiero: Nos vemos en la radio.
Juan Sepúlveda T.
Según mis papeles viejos, he estado formalmente en Panorama desde Junio de 1996. Camilo insiste en que estoy aquí desde que él andaba con un yo-yo en la bolsa y mandaba sus comentarios en hojas de cuadernos de la escuela, pero lo dice para quitarse años (…y de paso dejarme como viejo).
Como sea, son varios años de disfrutar este privilegio de dirigirme diariamente a los costarricenses con la misión de dejar algo bueno en unos minutos. Privilegio que he disfrutado muchísimo tratando a la vez de cumplir con dignidad y respeto al oyente.
En estos años ha habido momentos difíciles (de los cuales no me acuerdo), y otros muy bonitos. Como ese primer concurso en que regalamos computadoras a 3 estudiantes, en los lejanos tiempos en que cada una costaba lo que un carro usado, los Premios Marconi, después Róger Barahona, que dejaban por igual lágrimas de alegría y de tristeza, y para mí el más hermoso de todos; la serie Héroes de la Patria, para los 150 años de la Campaña Nacional de 1856.
He gozado muchísimo realizando varias campañas de impacto nacional, sobre las cuales lo mejor que puede decirse es no decir nada, por aquello de la discreción profesional.
Y por supuesto, he disfrutado del raro privilegio de contar con la confianza, espero que merecida, de todas las Juntas Directivas que se han sucedido en estos 14 años, lo que rara vez uno se detiene a reconocer. Lo hago hoy en la persona del actual Presidente de Canara, Luis Enrique Ortiz, con quien hemos enfrentado tiempos interesantes, olas grandes y chiquitas, acuerdos y desacuerdos, y quien se ha ganado mi respeto por la dedicación con que ha ejercido ese ingrato puesto.
Mi equipo, como dicen en la feria del agricultor: “solo bueno”. Un grupo de profesionales que conoce su oficio y lo ha ejercido creciendo con cada tarea. Sumando y restando a todos los que nos han acompañado en estos años, me enorgullece haber dirigido un equipo de esta categoría. Lo difícil ha sido ser justo con Orietta, a la vez mi locutora favorita y mi esposa. Por temor a que el amor me haga perder imparcialidad (como ocurre), he sido demasiado estricto con su trabajo y parco en reconocerle sus méritos profesionales. Qué se le va a hacer...
Aquí también tuve otro raro privilegio, conocer a uno de esos hombres de quienes antes se decía que eran de una sola pieza. De esos que dejaban un pelo del bigote y 20 años después volvían a buscarlo. Que hayamos estado siempre (o casi) en desacuerdo en todo no quita ni suma al respeto que he aprendido a tenerle, y que a veces le haya dicho, en serio y en broma “cuando yo sea grande quiero ser como usted”. Ese hombre es Rigoberto Urbina Pinto, y si no hubiera nacido en tiempo y lugar tan calmados, habría terminado sus días cargando contra los moros sarracenos bajo las murallas de San Juan de Acre, o defendiendo el Alcázar de Toledo de alguna ideología disolvente y subversiva.
Han sido varios años tratando de abrir ventanas, de dejar más preguntas que respuestas, de encender bombillos y no de apagar candelas. En dos platos, de hacer radio de la buena, de esa que le permite a uno mirarse al espejo cada día y decir que hoy no ayudó a embrutecer a nadie sino que, por lo menos, intentó hacer lo contrario.
Y hasta ahí, porque pretender más es buchonada. Además de ilusorio. Y para peor, una pedantería.
Debe ser por eso que me cuesta tanto despedirme, dejar estas teclas que escribieron cosas sabiendo que mañana alguien las iba a escuchar.
Será entonces nostalgia, cabanga anticipada, goma moral y también vanidad herida. Alguien podrá decir que es la sensación del deber inconcluso, o en palabras de día domingo, de fallarle al imperativo moral.
Lo que sea, pero cuesta.
Y a pesar de eso tengo que hacerlo, tengo que despedirme de estas teclas, de estos compañeros, de estos jefes y de la que ha sido mi casa por más de 20 años, y pasar el relevo a quien no lo hará como yo lo hubiera hecho, pero lo hará mejor, porque verá esta tarea con ojos nuevos. Los que yo ya no tengo.
Yendo a la parte práctica, me despido de Panorama porque otros amigos con corazones igualmente generosos me han hecho ni más ni menos una oferta que no puedo rechazar (en el buen sentido), y faltándome dos pasos para la sesentena, he decidido arriesgarlo todo y empezar una nueva aventura lejos de los micrófonos, en el mundo de la industria.
Parafraseando, dejo aquí mis más puras esperanzas de comunicador y lo más querido entre mis seres queridos, para emprender un camino que espero recorrer aprendiendo en cada paso y generando, como corresponde, beneficios para mis futuros empleadores.
Y si no, pues Alá es grande y generoso.
Pero sigue siendo tan difícil decir Adiós, que prefiero: Nos vemos en la radio.