Sábado, 16 Octubre 2010 06:58

El General José María Cañas

El pasado sábado 2 de octubre, se cumplieron 150 años del fusilamiento del General José María Cañas, sin duda el hombre que ha vestido de manera más digna un uniforme militar en esta tierra.
Nacido en el Salvador, José María Cañas llegó como capitán del ejército de su país y aquí destacó como joyero, administrador del puerto de Puntarenas y como militar.
Cuando su cuñado Juan Rafael Mora llegó a la presidencia, le ayudó a organizar y a armar el mejor ejército de Centroamérica.
En la Guerra Nacional, Cañas se reservó las labores más duras y sacrificadas de la guerra. En la batalla de Rivas, a la que llegó de refuerzo con sus tropas agotadas, dirigió personalmente el contraataque contra el cuartel general filibustero. Sus hombres rompieron las paredes de bahareque con bayonetas y sables y después pelearon sin descanso, casa por casa, cuarto por cuarto.
Ese mismo año de 1856 formó la división de vanguardia y marchó a Nicaragua para cortar en dos a las fuerzas de Walker.
Por sus cualidades militares y humanas, fue sin duda el jefe más querido por los oficiales y soldados del Ejército Nacional. El mismo Walker decía que Cañas era el mejor general de Centroamérica.
Acompañó a su cuñado y mejor amigo, don Juanito Mora en la intentona de recuperar el poder y fueron derrotados. Don Juanito se entregó porque le prometieron que con su vida salvaría a todos sus partidarios y Cañas ofreció su vida a cambio de Mora. Sin embargo, ambos fueron fusilados con dos días de diferencia en el mismo Parque los Jobos de Puntarenas.
A punto de ser fusilado escribió a su esposa estas sencillas palabras:
Mi Lupita.
Voy a ser fusilado dentro de dos horas. A nadie culpes en tu dolor por semejante suceso; y esto hazlo en memoria mía.
Reduce tu familia cuanto puedas para que puedas soportar tu pobreza. Probablemente no podrás conseguir nada de tus bienes; pero Dios a ninguno desampara.
Aquí poseo únicamente mi reloj y unos pocos reales que serán entregados a Manuel, quien entiendo irá a esa para consolarte.
Mis hermanos cuidarán de ti. Estoy muy seguro.
José María Cañas.
Gentil y generoso hasta la muerte, tuvo palabras cordiales hasta para el jefe de su propio pelotón de fusilamiento.
Colaboración de Juan Sepúlveda Troncoso
El pasado sábado 2 de octubre, se cumplieron 150 años del fusilamiento del General José María Cañas, sin duda el hombre que ha vestido de manera más digna un uniforme militar en esta tierra.
Nacido en el Salvador, José María Cañas llegó como capitán del ejército de su país y aquí destacó como joyero, administrador del puerto de Puntarenas y como militar.
Cuando su cuñado Juan Rafael Mora llegó a la presidencia, le ayudó a organizar y a armar el mejor ejército de Centroamérica.
En la Guerra Nacional, Cañas se reservó las labores más duras y sacrificadas de la guerra. En la batalla de Rivas, a la que llegó de refuerzo con sus tropas agotadas, dirigió personalmente el contraataque contra el cuartel general filibustero. Sus hombres rompieron las paredes de bahareque con bayonetas y sables y después pelearon sin descanso, casa por casa, cuarto por cuarto.
Ese mismo año de 1856 formó la división de vanguardia y marchó a Nicaragua para cortar en dos a las fuerzas de Walker.
Por sus cualidades militares y humanas, fue sin duda el jefe más querido por los oficiales y soldados del Ejército Nacional. El mismo Walker decía que Cañas era el mejor general de Centroamérica.
Acompañó a su cuñado y mejor amigo, don Juanito Mora en la intentona de recuperar el poder y fueron derrotados. Don Juanito se entregó porque le prometieron que con su vida salvaría a todos sus partidarios y Cañas ofreció su vida a cambio de Mora. Sin embargo, ambos fueron fusilados con dos días de diferencia en el mismo Parque los Jobos de Puntarenas.
A punto de ser fusilado escribió a su esposa estas sencillas palabras:
Mi Lupita.
Voy a ser fusilado dentro de dos horas. A nadie culpes en tu dolor por semejante suceso; y esto hazlo en memoria mía.
Reduce tu familia cuanto puedas para que puedas soportar tu pobreza. Probablemente no podrás conseguir nada de tus bienes; pero Dios a ninguno desampara.
Aquí poseo únicamente mi reloj y unos pocos reales que serán entregados a Manuel, quien entiendo irá a esa para consolarte.
Mis hermanos cuidarán de ti. Estoy muy seguro.
José María Cañas.
Gentil y generoso hasta la muerte, tuvo palabras cordiales hasta para el jefe de su propio pelotón de fusilamiento.
Colaboración de Juan Sepúlveda Troncoso