A medida que el Gobierno ve alejarse, cada vez más, la posibilidad de que, al menos a corto plazo, se apruebe el llamado “Plan Fiscal”, como estrategia de presión ha multiplicado sus presagios pesimistas, queriendo convencernos de que la única alternativa para conjurar la crisis fiscal que se avecina, es la aprobación de su proyecto de reforma tributaria.
En la primera plana de La Nación de 23 de Diciembre último, se amenaza al país con las siete plagas de Egipto si la reforma tributaria no es aprobada: congelación de salarios: atrasos en el cumplimiento de las obligaciones del Estado; aumentos de tarifas en los servicios públicos y otros. Como remate a estas calamidades, se nos anuncia que no podremos contar tampoco con ayuda del exterior, porque las instituciones internacionales de crédito,- evidentemente aleccionadas por las crisis que ha provocado en otras latitudes, el excesivo endeudamiento del sector público-, condicionan sus préstamos a la solución del problema fiscal y esto, en criterio de nuestros gobernantes depende exclusivamente, de la aprobación del paquete de impuestos que quieren recetarle a los costarricenses.
Esa opinión la confirma expresamente la señora Presidenta, en la página 30 A de esa misma edición, en la que declara que no hay ninguna alternativa o “Plan B”, para el caso de que no llegara a aprobarse la reforma tributaria que su Gobierno propone. Pero, será cierto que no hay otra solución, para evitar una crisis nacional, que aceptar mansamente que una mayoría de diputados dóciles a los dictados del Poder Ejecutivo, nos aumenten aun más la carga de los impuestos que ya pagamos todos los costarricenses? Dicen que no hay mal que por bien no venga y pienso que la actual disyuntiva nos debe llevar a retomar el abandonado proyecto de Reforma Integral del Estado, pues por obra y gracia del populismo demagógico de los partidos políticos, orientado únicamente a resultados meramente electorales y aprovechándose de la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos, entre todos hemos creado un monstruo, que es nuestro actual Estado burocrático despilfarrador, que devora implacablemente todos los recursos que podamos darle y que obedeciendo a los postulados que animan a sus promotores, siempre estará dispuesto a demandarnos más y más.
La solución pues, no está en seguir alimentando al monstruo, sino en desinflarlo, reduciéndolo a sus justas proporciones, pero de este tema habremos de ocuparnos en futuros comentarios, en los que dentro de las limitaciones del espacio que sea nos concede, trataremos de analizar las instituciones y programas que, en nuestro concepto, deben modificarse, reducirse y en algunos casos hasta eliminarse, para paliar la crisis fiscal que se avecina sin exigirle mayores sacrificios a los costarricenses.
A medida que el Gobierno ve alejarse, cada vez más, la posibilidad de que, al menos a corto plazo, se apruebe el llamado “Plan Fiscal”, como estrategia de presión ha multiplicado sus presagios pesimistas, queriendo convencernos de que la única alternativa para conjurar la crisis fiscal que se avecina, es la aprobación de su proyecto de reforma tributaria.
En la primera plana de La Nación de 23 de Diciembre último, se amenaza al país con las siete plagas de Egipto si la reforma tributaria no es aprobada: congelación de salarios: atrasos en el cumplimiento de las obligaciones del Estado; aumentos de tarifas en los servicios públicos y otros. Como remate a estas calamidades, se nos anuncia que no podremos contar tampoco con ayuda del exterior, porque las instituciones internacionales de crédito,- evidentemente aleccionadas por las crisis que ha provocado en otras latitudes, el excesivo endeudamiento del sector público-, condicionan sus préstamos a la solución del problema fiscal y esto, en criterio de nuestros gobernantes depende exclusivamente, de la aprobación del paquete de impuestos que quieren recetarle a los costarricenses.
Esa opinión la confirma expresamente la señora Presidenta, en la página 30 A de esa misma edición, en la que declara que no hay ninguna alternativa o “Plan B”, para el caso de que no llegara a aprobarse la reforma tributaria que su Gobierno propone. Pero, será cierto que no hay otra solución, para evitar una crisis nacional, que aceptar mansamente que una mayoría de diputados dóciles a los dictados del Poder Ejecutivo, nos aumenten aun más la carga de los impuestos que ya pagamos todos los costarricenses? Dicen que no hay mal que por bien no venga y pienso que la actual disyuntiva nos debe llevar a retomar el abandonado proyecto de Reforma Integral del Estado, pues por obra y gracia del populismo demagógico de los partidos políticos, orientado únicamente a resultados meramente electorales y aprovechándose de la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos, entre todos hemos creado un monstruo, que es nuestro actual Estado burocrático despilfarrador, que devora implacablemente todos los recursos que podamos darle y que obedeciendo a los postulados que animan a sus promotores, siempre estará dispuesto a demandarnos más y más.
La solución pues, no está en seguir alimentando al monstruo, sino en desinflarlo, reduciéndolo a sus justas proporciones, pero de este tema habremos de ocuparnos en futuros comentarios, en los que dentro de las limitaciones del espacio que sea nos concede, trataremos de analizar las instituciones y programas que, en nuestro concepto, deben modificarse, reducirse y en algunos casos hasta eliminarse, para paliar la crisis fiscal que se avecina sin exigirle mayores sacrificios a los costarricenses.