Nos hemos acostumbrado tanto a la mediocridad en las obras de gobierno en los últimos decenios, que no reconocemos una obra de trascendencia nacional. Tal es el caso de la nueva carretera paralela al rio San Juan, que ha suscitado entre propios y extraños críticas derivadas de la desinformación.
Se ha construido la primera etapa con una longitud de 160km que van desde Barra del Colorado hasta el norte de San Carlos. En el 2011 se inician 170km adicionales, hasta llegar al Pacífico. Así se unirán la pampa guanacasteca con los humedales del Caribe. En total 330km que se convertirán en cordón umbilical de un nuevo despertar para pueblos dispersos en 10.000km2 de olvidado territorio nacional, con tanto derecho al desarrollo como el gran área metropolitana.
Parece cumplirse lo que dijimos hace un año ante la prensa: “(…) son los momentos de crisis nacional, los que permiten a los gobiernos soluciones de fondo sobre grandes problemas; que de otra forma no se hubieran enfrentado”. Pues no debemos olvidar que esta carretera surge como consecuencia de la agresión armada nica a nuestro territorio, lo cual puso de manifiesto la dependencia permanente de las comunidades ticas de la otrora única vía de transporte: el rio San Juan. En aquel entonces proponíamos unir los afluentes del San Juan a través del rio dignidad, para lo cual realizamos estudios de base con imágenes de satélite de última tecnología; que bien han utilizado los ingenieros de CONAVI.
Jurídicamente esta carretera tiene su marco legal en el Alcance Nº 14 a La Gaceta Nº 46 del 2010 donde “se declara estado de emergencia la situación y el proceso desencadenado ante la violación de la soberanía costarricense por parte de Nicaragua”. Razón patria suficiente para apoyar esta obra; y de paso liberar a nuestros hermanos del pago de onerosas tarifas y de la humillación constante que sufrían a mano de la guardia nacional nica. Por ello no es de extrañar la reacción sandinista, tejiendo ahora un daño ambiental inexistente, cuya génesis primaria se halla en la deforestación de las riberas del Lago y del Río causadas por un agobiado pueblo que utiliza la leña como combustible por excelencia.
En esta primera etapa de la carretera se ha talado un promedio de un árbol cada 16km, lo cual representa una destrucción forestal que es una pequeña fracción de la vía Caldera o la vía San Carlos-San Ramón. Y la razón es obvia: se trata de una carretera que corre a lo largo de tierras deforestadas por quienes hicieron su agosto décadas atrás, gracias a la ausencia de controles forestales en una región olvidada; la cual ahora podrá reversar sus áreas boscosas como ha sucedido en otras regiones del país.
En otro ámbito, la nueva vía constituye la base lógica de un canal seco interoceánico que aprovecharía la posición estratégica de nuestro país en el Istmo, trayendo consigo otros beneficios derivados del progreso.
Por lo esgrimido llamamos la atención también de los señores magistrados, para que la Sala IV actúe con sensatez ante la absurda gestión pendiente sobre este tema.
Guillermo Quirós Álvarez. Consultor Ambiental
Nos hemos acostumbrado tanto a la mediocridad en las obras de gobierno en los últimos decenios, que no reconocemos una obra de trascendencia nacional. Tal es el caso de la nueva carretera paralela al rio San Juan, que ha suscitado entre propios y extraños críticas derivadas de la desinformación.
Se ha construido la primera etapa con una longitud de 160km que van desde Barra del Colorado hasta el norte de San Carlos. En el 2011 se inician 170km adicionales, hasta llegar al Pacífico. Así se unirán la pampa guanacasteca con los humedales del Caribe. En total 330km que se convertirán en cordón umbilical de un nuevo despertar para pueblos dispersos en 10.000km2 de olvidado territorio nacional, con tanto derecho al desarrollo como el gran área metropolitana.
Parece cumplirse lo que dijimos hace un año ante la prensa: “(…) son los momentos de crisis nacional, los que permiten a los gobiernos soluciones de fondo sobre grandes problemas; que de otra forma no se hubieran enfrentado”. Pues no debemos olvidar que esta carretera surge como consecuencia de la agresión armada nica a nuestro territorio, lo cual puso de manifiesto la dependencia permanente de las comunidades ticas de la otrora única vía de transporte: el rio San Juan. En aquel entonces proponíamos unir los afluentes del San Juan a través del rio dignidad, para lo cual realizamos estudios de base con imágenes de satélite de última tecnología; que bien han utilizado los ingenieros de CONAVI.
Jurídicamente esta carretera tiene su marco legal en el Alcance Nº 14 a La Gaceta Nº 46 del 2010 donde “se declara estado de emergencia la situación y el proceso desencadenado ante la violación de la soberanía costarricense por parte de Nicaragua”. Razón patria suficiente para apoyar esta obra; y de paso liberar a nuestros hermanos del pago de onerosas tarifas y de la humillación constante que sufrían a mano de la guardia nacional nica. Por ello no es de extrañar la reacción sandinista, tejiendo ahora un daño ambiental inexistente, cuya génesis primaria se halla en la deforestación de las riberas del Lago y del Río causadas por un agobiado pueblo que utiliza la leña como combustible por excelencia.
En esta primera etapa de la carretera se ha talado un promedio de un árbol cada 16km, lo cual representa una destrucción forestal que es una pequeña fracción de la vía Caldera o la vía San Carlos-San Ramón. Y la razón es obvia: se trata de una carretera que corre a lo largo de tierras deforestadas por quienes hicieron su agosto décadas atrás, gracias a la ausencia de controles forestales en una región olvidada; la cual ahora podrá reversar sus áreas boscosas como ha sucedido en otras regiones del país.
En otro ámbito, la nueva vía constituye la base lógica de un canal seco interoceánico que aprovecharía la posición estratégica de nuestro país en el Istmo, trayendo consigo otros beneficios derivados del progreso.
Por lo esgrimido llamamos la atención también de los señores magistrados, para que la Sala IV actúe con sensatez ante la absurda gestión pendiente sobre este tema.
Guillermo Quirós Álvarez. Consultor Ambiental