La muerte inexorable no respeta condiciones, labora sin horario definido y a su huesuda mano, no escapa ni el más pintado, es totalitariamente democrática, implacable y en su omnipotencia, a veces se da el lujo hasta que nos olvidemos de ella, sabe que reina y de ahí emana su mandato y sólido poder.
La parca arranca por igual a jóvenes o a viejos, no tiene preferencias de sexo, riqueza, lo mismo levanta a la descomunal belleza que a la desproporcionada fealdad, al engreído que al humilde, al jocoso que al amargado…
Traigo a colación el tema, a raíz de la desaparición física en los últimos días del año, del eminente médico y humanista Agustín Páez Montalbán, quien ejercía un cargo de representante sindical ante la Junta Directiva de la Caja Costarricense de Seguro Social.
El doctor Páez era de esos profesionales que infundían confianza, su gabacha nunca fue escudo para mirar por encima del hombro a sus semejantes, de sonrisa fácil y abrazo cálido, no era extraño escuchar a un paciente o a cualquier ciudadano llamarlo “Tin” y él siempre se sintió cómodo con el diminutivo de su nombre, que lejos de empequeñecerlo, lo elevaba como el extraordinario ser humano que era.
En un fenómeno inédito, las distintas organizaciones sindicales coincidieron en postular su nombre para la silla en el directorio de la Caja, lo usual era una terna que le dejaba la discreción al Consejo de Gobierno de inclinarse por uno o por el otro, acorde a las afinidades con el Poder Ejecutivo.
En una de las últimas sesiones del año, el doctor Páez compartió con sus compañeros del directorio un hermoso poema de Víctor Hugo que entre sus párrafos dice:
“Te deseo que descubras con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo,
que existen y te rodean seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices..”
El maestro Páez señaló el camino a quien le suceda en la Junta Directiva de la Caja, así, muy a su estilo, con su sonrisa franca, le guiño el ojo a la muerte.
La muerte inexorable no respeta condiciones, labora sin horario definido y a su huesuda mano, no escapa ni el más pintado, es totalitariamente democrática, implacable y en su omnipotencia, a veces se da el lujo hasta que nos olvidemos de ella, sabe que reina y de ahí emana su mandato y sólido poder.
La parca arranca por igual a jóvenes o a viejos, no tiene preferencias de sexo, riqueza, lo mismo levanta a la descomunal belleza que a la desproporcionada fealdad, al engreído que al humilde, al jocoso que al amargado…
Traigo a colación el tema, a raíz de la desaparición física en los últimos días del año, del eminente médico y humanista Agustín Páez Montalbán, quien ejercía un cargo de representante sindical ante la Junta Directiva de la Caja Costarricense de Seguro Social.
El doctor Páez era de esos profesionales que infundían confianza, su gabacha nunca fue escudo para mirar por encima del hombro a sus semejantes, de sonrisa fácil y abrazo cálido, no era extraño escuchar a un paciente o a cualquier ciudadano llamarlo “Tin” y él siempre se sintió cómodo con el diminutivo de su nombre, que lejos de empequeñecerlo, lo elevaba como el extraordinario ser humano que era.
En un fenómeno inédito, las distintas organizaciones sindicales coincidieron en postular su nombre para la silla en el directorio de la Caja, lo usual era una terna que le dejaba la discreción al Consejo de Gobierno de inclinarse por uno o por el otro, acorde a las afinidades con el Poder Ejecutivo.
En una de las últimas sesiones del año, el doctor Páez compartió con sus compañeros del directorio un hermoso poema de Víctor Hugo que entre sus párrafos dice:
“Te deseo que descubras con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo,
que existen y te rodean seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices..”
El maestro Páez señaló el camino a quien le suceda en la Junta Directiva de la Caja, así, muy a su estilo, con su sonrisa franca, le guiño el ojo a la muerte.