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La patria y nosotros.

Con frecuencia uno contempla cuanto ocurre en nuestro país e, irremediablemente, se llega a pensar que muchos actores decisivos del quehacer nacional actúan con  intenciones tales que su proceder linda con la deslealtad o, al menos, con la falta mas dramática de sentido común y de amor a la patria.
Hace poco leí una frase del poeta suizo Gottfried Keller que decía: “Respeta la patria de cualquier hombre, ¡pero la tuya, ámala!”.
No estoy tan seguro cuánto hemos enseñado  a las nuevas generaciones a amar a su patria.
Amar eso que es como “un estado del alma” en el decir de García Monge. Eso que es sobre donde nos asentamos y somos.
Rui Borzosa decía: “la patria no es ninguno, son todos (…) La patria no es un sistema, ni un monopolio, ni una forma de gobierno: es el cielo, la cuna de los hijos y el túmulo de los antepasados, la comunión de la ley, de la lengua y de la libertad”. Y mas adelante, este autor agregaba respecto de la patria: “los que (sirven a la patria) son los que no envidian, los que no conspiran, los que no se desaniman, los que no enmudecen, los que no se acobardan, sino los que resisten, pero enseñan, se esfuerzan, pacifican, discuten, practican la justicia, la admiración, el entusiasmo”.
Todo un ideal de vida personal y colectivo, sobre todo, en contextos como el nuestro en que tantos se creen dueños de la patria, envidian y conspiran, enmudecen siendo cómplices de cuantos no sirven a la patria, sino que la dañan de continuo.
Hoy los costarricenses que compartimos esa condición de ciudadanos que nos parecemos hacia adentro y nos distinguimos hacia fuera, casi no sabemos de servicio a la patria. Desanimados y mudos, somos bastante cobardes hasta para defender el territorio donde esa nación se asienta.  Costarricenses somos que, marcados por la pereza, ni nos esforzamos, ni discutimos, ni optamos por el entusiasmo como clave para salir adelante de la etapa de nuestra historia mas marcada por la desidia y la indiferencia de los hijos de una suelo que parece andar por el tiempo sufrido y sin el celo de los que lo moran excepto cuando se trata de cuestiones de futbol o alguno que otro logro mas, casi siempre, individual y deportivo.
Amar la patria, fomentar ese estado del alma y optar por esa realidad que no es ninguno sino todos, no se improvisa.
Optar por la patria no es nacionalismo a ciegas. Es sentido patrio responsable y realista. Hemos perdido mucho el tiempo sin fomentar esta virtud ciudadana pero no es tarde. Si no deseamos mas el perfil ciudadano que hoy tenemos, hemos de apurar las medidas necesarias para que, de cara al mañana, nuestra nuevas generaciones se den cuenta de que lo nuestro es mejor y, de paso, es único y nuestro.
Con frecuencia uno contempla cuanto ocurre en nuestro país e, irremediablemente, se llega a pensar que muchos actores decisivos del quehacer nacional actúan con  intenciones tales que su proceder linda con la deslealtad o, al menos, con la falta mas dramática de sentido común y de amor a la patria.

¡No solo buenas intenciones!

En el camino hacia el perfeccionamiento de la democracia como un efectivo factor de convivencia social, el diálogo se impone como atributo esencial de la acción política. Esto es, cultivar el hábito de escuchar y ser escuchado, de debatir y proponer, de aprender y acordar,  de argumentar y negociar. Tal y como lo señalaba Juan Pablo Segundo, “"El diálogo, basado en sólidas leyes de convivencia, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de toda vida humana, un triunfo de la razón y de la humanidad".
En este sentido, la política democrática debería hacerse argumentada, pues el diálogo nos permite conocer mejor las propuestas expuestas, valorar las visiones y necesidades del país, comprender y practicar proactivamente la política, ostentar un espacio para exponer razones y llegar a consensos con los opositores para llevar a cabo un sano intercambio de opiniones.
Pese a que pareciera idílico el lograr una democracia con esta esencia racional, sin duda hay que tener claro que la democracia debe ser un ejercicio de tolerancia, inteligencia y lucidez.  Por eso, en el diálogo democrático las mejores opiniones no son aquellas que se pronuncian más alto o se repiten más veces, sino las que nacen de ideas y reflexiones que proponen, corrigen, enriquecen, colaboran, y convencen apelando a la razón.
En una democracia racional el diálogo es el fundamento para negociar, generar consensos, acordar nuestros desacuerdos y administrar los conflictos. El asunto no se sujeta a partir de un simple “borrón y cuenta nueva”; por el contrario, constituye un cambio de actitud por el cual se comprenda que estos son nuevos tiempos en donde la política democrática también es el arte de buscar acuerdos mediante el diálogo de diferentes actores sociales,
Claro hay que tener en cuenta que el diálogo posee sus propias leyes. En primer lugar amerita una enorme capacidad para ser un interlocutor válido. En segundo, que se establezcan los formatos adecuados para que el lenguaje común que requiere un diálogo no se convierta en monólogo. En tercero, que se determinen los acuerdos sustanciales a los que se quiere llegar, y sus posibles efectos. Finalmente, en que los acuerdos no se conviertan solamente letra muerta.
Lo importante es que ante la falta de claridad, el diálogo resulta ser el mejor instrumento de conciliación, porque cuando la confrontación, o las actitudes del “todo o nada” remplazan al diálogo, no se llega a ningún lado. Hay muestras en nuestro país que indican que el camino es hacia delante, sin dejar de ver atrás para aprender, pero vislumbrando el futuro. La improvisación, mecanismo ya general en el accionar político nacional, tiene que dar paso a la comprensión del antes y del después, para forjar el presente. Quienes consideran que las circunstancias siguen, y podrían seguir igual, están condenados a vivir en el error. Evidentemente debemos apostar a la fortaleza, las propuestas y las acciones, no a las ofensas, las revueltas sociales o las excusas.
Ante este panorama ojalá el equipo de notables designado por la señora presidenta logre plasmar ese eficaz diálogo que tanto demanda la ciudadanía costarricense; confiemos en que sea la razón, la vocación de servicio y la toma de consensos las que prevalezcan en este proceso de mejora de la gobernabilidad y calidad de nuestra democracia. Pero, especialmente, confiemos en que la plasmación de propuestas, si responden a las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos, sí se lleven a la práctica.
Si la misma doña Laura señaló que espera que las recomendaciones del grupo de notables puedan traducirse en propuestas concretas, ojalá se mantenga firme y congruente en esta idea porque el triunfo de la democracia, bajo un claro sentido de diálogo  inteligente y con visión de futuro, se debe definir ahora. Ya se ha esperado mucho, ya por años nos ha invadido bastante la falta de respuestas gubernamentales, como para quedarse solo “en buenas intenciones”…
En el camino hacia el perfeccionamiento de la democracia como un efectivo factor de convivencia social, el diálogo se impone como atributo esencial de la acción política. Esto es, cultivar el hábito de escuchar y ser escuchado, de debatir y proponer, de aprender y acordar,  de argumentar y negociar. Tal y como lo señalaba Juan Pablo Segundo, “"El diálogo, basado en sólidas leyes de convivencia, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de toda vida humana, un triunfo de la razón y de la humanidad".

¡No solo buenas intenciones!

En el camino hacia el perfeccionamiento de la democracia como un efectivo factor de convivencia social, el diálogo se impone como atributo esencial de la acción política. Esto es, cultivar el hábito de escuchar y ser escuchado, de debatir y proponer, de aprender y acordar,  de argumentar y negociar. Tal y como lo señalaba Juan Pablo Segundo, “"El diálogo, basado en sólidas leyes de convivencia, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de toda vida humana, un triunfo de la razón y de la humanidad".
En este sentido, la política democrática debería hacerse argumentada, pues el diálogo nos permite conocer mejor las propuestas expuestas, valorar las visiones y necesidades del país, comprender y practicar proactivamente la política, ostentar un espacio para exponer razones y llegar a consensos con los opositores para llevar a cabo un sano intercambio de opiniones.
Pese a que pareciera idílico el lograr una democracia con esta esencia racional, sin duda hay que tener claro que la democracia debe ser un ejercicio de tolerancia, inteligencia y lucidez.  Por eso, en el diálogo democrático las mejores opiniones no son aquellas que se pronuncian más alto o se repiten más veces, sino las que nacen de ideas y reflexiones que proponen, corrigen, enriquecen, colaboran, y convencen apelando a la razón.
En una democracia racional el diálogo es el fundamento para negociar, generar consensos, acordar nuestros desacuerdos y administrar los conflictos. El asunto no se sujeta a partir de un simple “borrón y cuenta nueva”; por el contrario, constituye un cambio de actitud por el cual se comprenda que estos son nuevos tiempos en donde la política democrática también es el arte de buscar acuerdos mediante el diálogo de diferentes actores sociales,
Claro hay que tener en cuenta que el diálogo posee sus propias leyes. En primer lugar amerita una enorme capacidad para ser un interlocutor válido. En segundo, que se establezcan los formatos adecuados para que el lenguaje común que requiere un diálogo no se convierta en monólogo. En tercero, que se determinen los acuerdos sustanciales a los que se quiere llegar, y sus posibles efectos. Finalmente, en que los acuerdos no se conviertan solamente letra muerta.
Lo importante es que ante la falta de claridad, el diálogo resulta ser el mejor instrumento de conciliación, porque cuando la confrontación, o las actitudes del “todo o nada” remplazan al diálogo, no se llega a ningún lado. Hay muestras en nuestro país que indican que el camino es hacia delante, sin dejar de ver atrás para aprender, pero vislumbrando el futuro. La improvisación, mecanismo ya general en el accionar político nacional, tiene que dar paso a la comprensión del antes y del después, para forjar el presente. Quienes consideran que las circunstancias siguen, y podrían seguir igual, están condenados a vivir en el error. Evidentemente debemos apostar a la fortaleza, las propuestas y las acciones, no a las ofensas, las revueltas sociales o las excusas.
Ante este panorama ojalá el equipo de notables designado por la señora presidenta logre plasmar ese eficaz diálogo que tanto demanda la ciudadanía costarricense; confiemos en que sea la razón, la vocación de servicio y la toma de consensos las que prevalezcan en este proceso de mejora de la gobernabilidad y calidad de nuestra democracia. Pero, especialmente, confiemos en que la plasmación de propuestas, si responden a las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos, sí se lleven a la práctica.
Si la misma doña Laura señaló que espera que las recomendaciones del grupo de notables puedan traducirse en propuestas concretas, ojalá se mantenga firme y congruente en esta idea porque el triunfo de la democracia, bajo un claro sentido de diálogo  inteligente y con visión de futuro, se debe definir ahora. Ya se ha esperado mucho, ya por años nos ha invadido bastante la falta de respuestas gubernamentales, como para quedarse solo “en buenas intenciones”…
En el camino hacia el perfeccionamiento de la democracia como un efectivo factor de convivencia social, el diálogo se impone como atributo esencial de la acción política. Esto es, cultivar el hábito de escuchar y ser escuchado, de debatir y proponer, de aprender y acordar,  de argumentar y negociar. Tal y como lo señalaba Juan Pablo Segundo, “"El diálogo, basado en sólidas leyes de convivencia, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de toda vida humana, un triunfo de la razón y de la humanidad".

¿Estará realmente la clase política en capacidad y tendrá los conocimientos necesarios para dirigir a Costa Rica?

A la pregunta anterior, le encontraremos respuesta, haciendo un análisis de las diferentes gestiones y resultados obtenidos parte de quienes perteneciendo a diferentes partidos políticos, han logrado la confianza de una parte mayoritaria de los electores pero, una vez, en el poder y por sus acciones nos dejamos orientar, debemos aceptar que estas demuestran una absoluta ignorancia e incapacidad de la clase política de turno para realizar actividades efectivas y eficientes, aunque en la campaña política, se aseguró estar más que preparados para asumir semejante desafío con la Patria.
Veamos un par de ejemplos de esos grandes temas de interés nacional que evidencian que la clase política tradicional pareciera carecer los conocimientos y de la necesaria capacidad para afrontarlos y resolverlos para bien de las grandes mayorías.
El primer gran tema es el de los impuestos, desde de la Administración Pacheco de la Espriella hasta la actual, los ministros de Hacienda de turno, dieron sendos discursos, alertando que de no aprobarse los respectivos paquetes de impuestos, que cada uno, en su oportunidad, envió a conocimiento de las y los diputados; el país, prácticamente iría para la bancarrota pues lo cierto, es que ninguno fue aprobado y nada pasó. Entonces ¿sería que nos querían asustar con la vaina vacía?
El otro gran tema es la estabilidad económica y financiera de la Caja Costarricense del Seguro Social, desde hace ya muchos años, también nos vienen diciendo que la institución está en serios problemas pero a sus cuerpo directivo y altas gerencias, siguen llevando a políticos de carrera y no tanto a técnicos profesionales de carrera, quienes por experiencia y conocimiento, podrían darle un giro de ciento ochenta grados a esta institución social, pilar de nuestra seguridad y paz social; esa misma que es envidia y objeto de estudio por parte de otras naciones, mucho más desarrolladas que Costa Rica pero cierto es que, en los últimos años, la clase política de turno, pareciera se ha empeñado más que en fortalecerla a debilitarla, al llevar a su junta directiva y puestos de alta gerencia, no precisamente, a los más capaces y preparados, sino a los más cercanos colaboradores políticos.
Si nuestra percepción es correcta, ya es tiempo que como pueblo, tomemos conciencia de que urge una nueva y diferente clase de partidos y de políticos, que primero que nada, entiendan que, en estos tiempos, es imposible que solo un grupo de la sociedad, tenga todo el conocimiento y en consecuencia todas las respuestas para las necesidades y expectativas del resto del conglomerado social.
Segundo, las personas de a pie, como usted y yo, debemos también tener muy claro, que si queremos que las cosas cambien para bien en este país, deberemos dejar de ser simples espectadores de los asuntos de interés nacional para convertirnos, en la medida de nuestras posibilidades, en parte integral de las soluciones que todos anhelamos y queremos para Costa Rica.
A la pregunta anterior, le encontraremos respuesta, haciendo un análisis de las diferentes gestiones y resultados obtenidos parte de quienes perteneciendo a diferentes partidos políticos, han logrado la confianza de una parte mayoritaria de los electores pero, una vez, en el poder y por sus acciones nos dejamos orientar, debemos aceptar que estas demuestran una absoluta ignorancia e incapacidad de la clase política de turno para realizar actividades efectivas y eficientes, aunque en la campaña política, se aseguró estar más que preparados para asumir semejante desafío con la Patria.

¿Estará realmente la clase política en capacidad y tendrá los conocimientos necesarios para dirigir a Costa Rica?

A la pregunta anterior, le encontraremos respuesta, haciendo un análisis de las diferentes gestiones y resultados obtenidos parte de quienes perteneciendo a diferentes partidos políticos, han logrado la confianza de una parte mayoritaria de los electores pero, una vez, en el poder y por sus acciones nos dejamos orientar, debemos aceptar que estas demuestran una absoluta ignorancia e incapacidad de la clase política de turno para realizar actividades efectivas y eficientes, aunque en la campaña política, se aseguró estar más que preparados para asumir semejante desafío con la Patria.
Veamos un par de ejemplos de esos grandes temas de interés nacional que evidencian que la clase política tradicional pareciera carecer los conocimientos y de la necesaria capacidad para afrontarlos y resolverlos para bien de las grandes mayorías.
El primer gran tema es el de los impuestos, desde de la Administración Pacheco de la Espriella hasta la actual, los ministros de Hacienda de turno, dieron sendos discursos, alertando que de no aprobarse los respectivos paquetes de impuestos, que cada uno, en su oportunidad, envió a conocimiento de las y los diputados; el país, prácticamente iría para la bancarrota pues lo cierto, es que ninguno fue aprobado y nada pasó. Entonces ¿sería que nos querían asustar con la vaina vacía?
El otro gran tema es la estabilidad económica y financiera de la Caja Costarricense del Seguro Social, desde hace ya muchos años, también nos vienen diciendo que la institución está en serios problemas pero a sus cuerpo directivo y altas gerencias, siguen llevando a políticos de carrera y no tanto a técnicos profesionales de carrera, quienes por experiencia y conocimiento, podrían darle un giro de ciento ochenta grados a esta institución social, pilar de nuestra seguridad y paz social; esa misma que es envidia y objeto de estudio por parte de otras naciones, mucho más desarrolladas que Costa Rica pero cierto es que, en los últimos años, la clase política de turno, pareciera se ha empeñado más que en fortalecerla a debilitarla, al llevar a su junta directiva y puestos de alta gerencia, no precisamente, a los más capaces y preparados, sino a los más cercanos colaboradores políticos.
Si nuestra percepción es correcta, ya es tiempo que como pueblo, tomemos conciencia de que urge una nueva y diferente clase de partidos y de políticos, que primero que nada, entiendan que, en estos tiempos, es imposible que solo un grupo de la sociedad, tenga todo el conocimiento y en consecuencia todas las respuestas para las necesidades y expectativas del resto del conglomerado social.
Segundo, las personas de a pie, como usted y yo, debemos también tener muy claro, que si queremos que las cosas cambien para bien en este país, deberemos dejar de ser simples espectadores de los asuntos de interés nacional para convertirnos, en la medida de nuestras posibilidades, en parte integral de las soluciones que todos anhelamos y queremos para Costa Rica.
A la pregunta anterior, le encontraremos respuesta, haciendo un análisis de las diferentes gestiones y resultados obtenidos parte de quienes perteneciendo a diferentes partidos políticos, han logrado la confianza de una parte mayoritaria de los electores pero, una vez, en el poder y por sus acciones nos dejamos orientar, debemos aceptar que estas demuestran una absoluta ignorancia e incapacidad de la clase política de turno para realizar actividades efectivas y eficientes, aunque en la campaña política, se aseguró estar más que preparados para asumir semejante desafío con la Patria.

La paupérrima situación en vivienda y el deslucido desempeño ministerial

La Asamblea Legislativa ha sido generosa con la aprobación de diversos proyectos de ley a favor del sector vivienda. En lo que llevamos del presente periodo constitucional, se ha aprobado el bono diferido de clase media (Expediente 17797, publicado en marzo 2011 como ley 8924), el bono de segunda planta (Expediente 17524, publicado en agosto 2011 como ley 8957), una reforma al INVU (17979, publicado en agosto 2011 como ley 8960) y un proyecto de fortalecimiento del BANHVI (Expediente 17987, publicado en marzo 2012 como ley 9002). Lamentablemente el poder ejecutivo no ha sabido responder con su parte, y se ha mantenido de brazos cruzados.
Con la ley de bono diferido para clase media –promovido por esta diputada– la situación es decepcionante. Esta ley pretende darle acceso al crédito a un grupo de la población de clase media que está en el limbo; un sector que no gana lo suficiente para ser sujetos del crédito bancario pero cuyo nivel de ingreso supera el máximo permitido para buscar un bono de vivienda de los ofrecidos por el Estado. Más de 350 mil hogares podrían verse beneficiados por esta ley. Sin embargo, no se ha entregado un solo bono por culpa de la inoperancia del Ministerio de Vivienda pues éste no termina de entender el instrumento que permite esta ley.
Por culpa de la lenta gestión del Ministerio, más de 350 mil hogares no pueden acceder a su derecho de tener una vivienda digna y propia. No es de extrañar que en el Índice de Gestión Institucional calculado por la Contraloría General de la República, el MIVAH haya sufrido una importante caída en las áreas de planificación y contratación administrativa.
Según la Nación (8-mayo-2012), una encuesta de Unimer para el periódico El Financiero, cerca del 60% de los costarricenses opinan que son “malos tiempo” para adquirir una casa. Sin embargo en estos tiempos adversos, el Ejecutivo no cumple su responsabilidad con los costarricenses. No sólo incumple con sus promesas políticas, sino que tampoco lleva a cabo los objetivos propuestos en el Plan Nacional de Desarrollo. Este plan, para el 2011, proyectaba beneficiar a 2011 familias con la entrega de créditos de vivienda. Sólo se lograron dar 910 créditos, apenas un 45% de la meta establecida. Esto representa además un importante atraso con respecto al año anterior, en el que se entregaron 1909 créditos. Y no es por falta de recursos. Según datos de la Contraloría, el BANHVI cerró el año pasado con un superávit de casi 78 mil millones de colones.
Los resultados negativos en el sector vivienda no son de recibo para esta diputada. Si desde la Asamblea Legislativa los diputados de las distintas bancadas han buscado dar un impulso a las instituciones que abordan el problema de la vivienda en el país, lo mínimo que puede hacer el Ejecutivo es responder a este llamado y hacer la parte que le corresponde en tan importante tarea.
PATRICIA PÉREZ HEGG
La Asamblea Legislativa ha sido generosa con la aprobación de diversos proyectos de ley a favor del sector vivienda. En lo que llevamos del presente periodo constitucional, se ha aprobado el bono diferido de clase media (Expediente 17797, publicado en marzo 2011 como ley 8924), el bono de segunda planta (Expediente 17524, publicado en agosto 2011 como ley 8957), una reforma al INVU (17979, publicado en agosto 2011 como ley 8960) y un proyecto de fortalecimiento del BANHVI (Expediente 17987, publicado en marzo 2012 como ley 9002). Lamentablemente el poder ejecutivo no ha sabido responder con su parte, y se ha mantenido de brazos cruzados.

La paupérrima situación en vivienda y el deslucido desempeño ministerial

La Asamblea Legislativa ha sido generosa con la aprobación de diversos proyectos de ley a favor del sector vivienda. En lo que llevamos del presente periodo constitucional, se ha aprobado el bono diferido de clase media (Expediente 17797, publicado en marzo 2011 como ley 8924), el bono de segunda planta (Expediente 17524, publicado en agosto 2011 como ley 8957), una reforma al INVU (17979, publicado en agosto 2011 como ley 8960) y un proyecto de fortalecimiento del BANHVI (Expediente 17987, publicado en marzo 2012 como ley 9002). Lamentablemente el poder ejecutivo no ha sabido responder con su parte, y se ha mantenido de brazos cruzados.
Con la ley de bono diferido para clase media –promovido por esta diputada– la situación es decepcionante. Esta ley pretende darle acceso al crédito a un grupo de la población de clase media que está en el limbo; un sector que no gana lo suficiente para ser sujetos del crédito bancario pero cuyo nivel de ingreso supera el máximo permitido para buscar un bono de vivienda de los ofrecidos por el Estado. Más de 350 mil hogares podrían verse beneficiados por esta ley. Sin embargo, no se ha entregado un solo bono por culpa de la inoperancia del Ministerio de Vivienda pues éste no termina de entender el instrumento que permite esta ley.
Por culpa de la lenta gestión del Ministerio, más de 350 mil hogares no pueden acceder a su derecho de tener una vivienda digna y propia. No es de extrañar que en el Índice de Gestión Institucional calculado por la Contraloría General de la República, el MIVAH haya sufrido una importante caída en las áreas de planificación y contratación administrativa.
Según la Nación (8-mayo-2012), una encuesta de Unimer para el periódico El Financiero, cerca del 60% de los costarricenses opinan que son “malos tiempo” para adquirir una casa. Sin embargo en estos tiempos adversos, el Ejecutivo no cumple su responsabilidad con los costarricenses. No sólo incumple con sus promesas políticas, sino que tampoco lleva a cabo los objetivos propuestos en el Plan Nacional de Desarrollo. Este plan, para el 2011, proyectaba beneficiar a 2011 familias con la entrega de créditos de vivienda. Sólo se lograron dar 910 créditos, apenas un 45% de la meta establecida. Esto representa además un importante atraso con respecto al año anterior, en el que se entregaron 1909 créditos. Y no es por falta de recursos. Según datos de la Contraloría, el BANHVI cerró el año pasado con un superávit de casi 78 mil millones de colones.
Los resultados negativos en el sector vivienda no son de recibo para esta diputada. Si desde la Asamblea Legislativa los diputados de las distintas bancadas han buscado dar un impulso a las instituciones que abordan el problema de la vivienda en el país, lo mínimo que puede hacer el Ejecutivo es responder a este llamado y hacer la parte que le corresponde en tan importante tarea.
PATRICIA PÉREZ HEGG
La Asamblea Legislativa ha sido generosa con la aprobación de diversos proyectos de ley a favor del sector vivienda. En lo que llevamos del presente periodo constitucional, se ha aprobado el bono diferido de clase media (Expediente 17797, publicado en marzo 2011 como ley 8924), el bono de segunda planta (Expediente 17524, publicado en agosto 2011 como ley 8957), una reforma al INVU (17979, publicado en agosto 2011 como ley 8960) y un proyecto de fortalecimiento del BANHVI (Expediente 17987, publicado en marzo 2012 como ley 9002). Lamentablemente el poder ejecutivo no ha sabido responder con su parte, y se ha mantenido de brazos cruzados.

BASTA YA

Yo no sé usted, pero yo estoy cansado de tanta corrupción en nuestro país, de tanto robo, de tanto despilfarro, de tanta desvergüenza. La corrupción ha clavado muy hondo sus garras y se ha generalizado, la encontramos en el sector público, en el sector privado, en las pequeñas oficinas administrativas y en las altas esferas del poder. Aparece en forma de mordida, de comisión, de sobreprecio, de asesoría, de consultoría… Para robar dineros públicos, la imaginación no tiene límites.
Pero la corrupción no solo afecta las arcas del Estado, sino también la función de servicio público de nuestras instituciones. Se pone de manifiesto con la ineficiencia laboral, con la incuria de algunos empleados públicos, incapaces de hacer bien su trabajo pero rápidos y efectivos para declarar huelgas y lanzarse a la calle para defender sus abultados privilegios.
Nuestra función pública se ha transformado, ha cambiado de forma y de fines, se ha convertido en un monstruo de mil cabezas, esclerosado, ineficiente, plagado de vicios y de defectos.
Se comprende entonces porqué nuestros asegurados tienen que padecer filas en los hospitales, porqué faltan los medicamentos para tratar el cáncer, porqué se programan citas importantísimas para dentro de algunos años. ¡Cuánto estamos lastimando a los que menos tienen y más necesitan!
Y sin embargo, nada pasa. Los ticos nos hemos acostumbrado a ver huecos en las calles, puentes que se caen, platinas que no se arreglan. Y todo sigue igual. Permanecemos contemplativos ante esa triste realidad, como simples espectadores de una obra con tintes cómicos, que en cualquier momento puede convertirse en tragedia.
Nos hemos acostumbrado a tener un parlamento que da lástima, en lugar de inspirar orgullo y admiración. Nos hemos acostumbrado a que los políticos roben, en lugar de ser dignos e irreprochables. Nos hemos acostumbrado a que la función pública sea ineficiente, en lugar de brindarnos un servicio de calidad. Y así transcurre el tiempo, y nosotros seguimos aceptando estas barbaridades, como si fueran irremediables, inmutables, impuestas por el destino.
Yo no sé usted, pero yo estoy cansado de todo esto. No estoy dispuesto a resignarme y a aceptar que unos pocos lleven este bello país al despeñadero. Sé que no soy el único, sé que somos muchos los costarricenses que queremos un país mejor, más justo, más equitativo, más solidario.
Es momento de levantar la conciencia ciudadana, de organizarnos, de hacernos sentir, de exigir un cambio, de decir alto y fuerte: ¡Basta ya!
Rodolfo Brenes Vargas
Yo no sé usted, pero yo estoy cansado de tanta corrupción en nuestro país, de tanto robo, de tanto despilfarro, de tanta desvergüenza. La corrupción ha clavado muy hondo sus garras y se ha generalizado, la encontramos en el sector público, en el sector privado, en las pequeñas oficinas administrativas y en las altas esferas del poder. Aparece en forma de mordida, de comisión, de sobreprecio, de asesoría, de consultoría… Para robar dineros públicos, la imaginación no tiene límites.

BASTA YA

Yo no sé usted, pero yo estoy cansado de tanta corrupción en nuestro país, de tanto robo, de tanto despilfarro, de tanta desvergüenza. La corrupción ha clavado muy hondo sus garras y se ha generalizado, la encontramos en el sector público, en el sector privado, en las pequeñas oficinas administrativas y en las altas esferas del poder. Aparece en forma de mordida, de comisión, de sobreprecio, de asesoría, de consultoría… Para robar dineros públicos, la imaginación no tiene límites.
Pero la corrupción no solo afecta las arcas del Estado, sino también la función de servicio público de nuestras instituciones. Se pone de manifiesto con la ineficiencia laboral, con la incuria de algunos empleados públicos, incapaces de hacer bien su trabajo pero rápidos y efectivos para declarar huelgas y lanzarse a la calle para defender sus abultados privilegios.
Nuestra función pública se ha transformado, ha cambiado de forma y de fines, se ha convertido en un monstruo de mil cabezas, esclerosado, ineficiente, plagado de vicios y de defectos.
Se comprende entonces porqué nuestros asegurados tienen que padecer filas en los hospitales, porqué faltan los medicamentos para tratar el cáncer, porqué se programan citas importantísimas para dentro de algunos años. ¡Cuánto estamos lastimando a los que menos tienen y más necesitan!
Y sin embargo, nada pasa. Los ticos nos hemos acostumbrado a ver huecos en las calles, puentes que se caen, platinas que no se arreglan. Y todo sigue igual. Permanecemos contemplativos ante esa triste realidad, como simples espectadores de una obra con tintes cómicos, que en cualquier momento puede convertirse en tragedia.
Nos hemos acostumbrado a tener un parlamento que da lástima, en lugar de inspirar orgullo y admiración. Nos hemos acostumbrado a que los políticos roben, en lugar de ser dignos e irreprochables. Nos hemos acostumbrado a que la función pública sea ineficiente, en lugar de brindarnos un servicio de calidad. Y así transcurre el tiempo, y nosotros seguimos aceptando estas barbaridades, como si fueran irremediables, inmutables, impuestas por el destino.
Yo no sé usted, pero yo estoy cansado de todo esto. No estoy dispuesto a resignarme y a aceptar que unos pocos lleven este bello país al despeñadero. Sé que no soy el único, sé que somos muchos los costarricenses que queremos un país mejor, más justo, más equitativo, más solidario.
Es momento de levantar la conciencia ciudadana, de organizarnos, de hacernos sentir, de exigir un cambio, de decir alto y fuerte: ¡Basta ya!
Rodolfo Brenes Vargas
Yo no sé usted, pero yo estoy cansado de tanta corrupción en nuestro país, de tanto robo, de tanto despilfarro, de tanta desvergüenza. La corrupción ha clavado muy hondo sus garras y se ha generalizado, la encontramos en el sector público, en el sector privado, en las pequeñas oficinas administrativas y en las altas esferas del poder. Aparece en forma de mordida, de comisión, de sobreprecio, de asesoría, de consultoría… Para robar dineros públicos, la imaginación no tiene límites.

¿Son las consultorías externas en el sector público una alcahuetería?

Mientras que, en el sector privado, esa práctica de recurrir a las consultorías, no es un recurso que, de manera regular y reiterada, se le echa mano pues cuando se contratan los servicios de profesionales externos a una organización, fundamentalmente, es para resolver coyunturas muy específicas y no tanto las operacionales, dado que estas últimas, se parte del hecho, de que deben ser efectuadas por sus profesionales de planta.
Las consultorías en el sector público, han llegado a tales niveles, que ya hasta se habla de planillas paralelas, como toda una realidad de muchas organizaciones públicas, con todo lo que esta práctica implica, tal vez la primera y más destacable, es que son fundamentalmente relaciones comerciales y no laborales.
Lo anterior, tiene varias implicancias, al no ser una relación laboral, no existe una subordinación del contratado hacia quien lo contrata, por lo tanto, este no le puede fijar días para laborar, ni horas de entrada o salida,  ni verificar el avance de su desempeño.
Otro elemento a destacar es que las consultorías al realizarse como servicios profesionales, no pagan la cuota obrera-patronal, con lo cual se evita la contribución solidaria, que todo trabajador y empleador realiza, a favor de la Caja Costarricense del Seguro Social y al resto de la sociedad.
Finalmente, la experiencia reciente con varias consultorías en la Caja Costarricense del Seguro Social, hechas públicas en sendas acusaciones y juicios penales, ya que estas solo generaron erogaciones de dinero a la institución y ningún beneficio concreto por el supuesto trabajo realizado por las personas que suscribieron los acuerdos de consultorías pero si recibieron dinero por esas supuestas asesorías. Pareciera que este expediente de las consultorías es un recurso que facilita algunas formas para satisfacer el clientelismo político y a la indeseable corrupción en el sector público en asocio con el privado.
En la pasada edición de la República, del 7 de junio, el titular puso en conocimiento de sus lectores de que, ahora es la Autoridad Reguladora la que está recurriendo, en forma exponencial, al uso del recurso de las consultorías, con este decir no pretendo insinuar de que existe algún acto doloso detrás de esas consultorías pero por transparencia este ente público debe hacer el mejor esfuerzo por justificarlas sin que quede la menor duda.
Concluyo afirmando que no estoy en contra de las consultorías per se pero es muy importante por las sumas de dinero involucradas, que se aclaren y se justifiquen los motivos por los cuales el uso de este expediente, se vuelve, cada vez, más frecuente.
Mientras que, en el sector privado, esa práctica de recurrir a las consultorías, no es un recurso que, de manera regular y reiterada, se le echa mano pues cuando se contratan los servicios de profesionales externos a una organización, fundamentalmente, es para resolver coyunturas muy específicas y no tanto las operacionales, dado que estas últimas, se parte del hecho, de que deben ser efectuadas por sus profesionales de planta.

¿Son las consultorías externas en el sector público una alcahuetería?

Mientras que, en el sector privado, esa práctica de recurrir a las consultorías, no es un recurso que, de manera regular y reiterada, se le echa mano pues cuando se contratan los servicios de profesionales externos a una organización, fundamentalmente, es para resolver coyunturas muy específicas y no tanto las operacionales, dado que estas últimas, se parte del hecho, de que deben ser efectuadas por sus profesionales de planta.
Las consultorías en el sector público, han llegado a tales niveles, que ya hasta se habla de planillas paralelas, como toda una realidad de muchas organizaciones públicas, con todo lo que esta práctica implica, tal vez la primera y más destacable, es que son fundamentalmente relaciones comerciales y no laborales.
Lo anterior, tiene varias implicancias, al no ser una relación laboral, no existe una subordinación del contratado hacia quien lo contrata, por lo tanto, este no le puede fijar días para laborar, ni horas de entrada o salida,  ni verificar el avance de su desempeño.
Otro elemento a destacar es que las consultorías al realizarse como servicios profesionales, no pagan la cuota obrera-patronal, con lo cual se evita la contribución solidaria, que todo trabajador y empleador realiza, a favor de la Caja Costarricense del Seguro Social y al resto de la sociedad.
Finalmente, la experiencia reciente con varias consultorías en la Caja Costarricense del Seguro Social, hechas públicas en sendas acusaciones y juicios penales, ya que estas solo generaron erogaciones de dinero a la institución y ningún beneficio concreto por el supuesto trabajo realizado por las personas que suscribieron los acuerdos de consultorías pero si recibieron dinero por esas supuestas asesorías. Pareciera que este expediente de las consultorías es un recurso que facilita algunas formas para satisfacer el clientelismo político y a la indeseable corrupción en el sector público en asocio con el privado.
En la pasada edición de la República, del 7 de junio, el titular puso en conocimiento de sus lectores de que, ahora es la Autoridad Reguladora la que está recurriendo, en forma exponencial, al uso del recurso de las consultorías, con este decir no pretendo insinuar de que existe algún acto doloso detrás de esas consultorías pero por transparencia este ente público debe hacer el mejor esfuerzo por justificarlas sin que quede la menor duda.
Concluyo afirmando que no estoy en contra de las consultorías per se pero es muy importante por las sumas de dinero involucradas, que se aclaren y se justifiquen los motivos por los cuales el uso de este expediente, se vuelve, cada vez, más frecuente.
Mientras que, en el sector privado, esa práctica de recurrir a las consultorías, no es un recurso que, de manera regular y reiterada, se le echa mano pues cuando se contratan los servicios de profesionales externos a una organización, fundamentalmente, es para resolver coyunturas muy específicas y no tanto las operacionales, dado que estas últimas, se parte del hecho, de que deben ser efectuadas por sus profesionales de planta.