El Abad General del Cister, Mauro Lepori, comentaba ese hecho de sucesión y aquellas palabras citadas y comentaba que fueron “expresión extrema de paternidad”. Y agregaba que el buen padre sabe apartarse para, a la vez, quedarse.
Al leer esta experiencia y este comentario, pienso en el Papa emérito Benedicto XVI y su gesto. Anciano, enfermo y desgastado por el servicio de toda una vida a la Iglesia, pronunció palabras en su despedida que sonaban a las de Giussani, a quien, de paso, le unía una profunda amistad.
Hay en la vida momentos en que se debe ceder el testigo al relevo. Eso se llama responsabilidad y realismo. Es amar la causa en que se cree y la certeza de que solo de esa manera se puede llegar a la meta.
Al retirarse y dejar paso a un Siervo de los Siervos más joven y con más vigor, como el mismo Ratzinger dijo a los cardenales el día en que anunció su renuncia, es comprender que la guía de la Iglesia corresponde, ante todo a Dios, pero que él desea valerse de instrumentos idóneos y llenos de energía para cumplir con la misión de ser “pescador de hombres” en este aquí y ahora de la historia.
Realmente es triste cuando uno se da cuenta de cuánto se puede ser creativo y peligrosamente ignorante cuando desde criterios inadecuados y categorías equivocadas se leen acontecimientos, momentos históricos e instituciones peculiares. Sin embargo, poco a poco las aguas comienzan a volver a su causa y, hasta los medios más anticristianos, inician su marcha hacia la sensatez y la cordura al hablar sobre la Iglesia y el papel de aquel que lleva sobre sus hombros el peso de una realidad que es humana y divina a la vez.
Dejar paso, asumir un rol más acorde a una edad y fuerzas concretas, asumir un rol de padre responsable es todo lo que leemos en el proceder de Benedicto XVI. El camino recorrido por Luigi Giussani nos da una pista para leer correctamente el camino que ha querido recorrer el ahora Papa emérito.
Es muy importante además, tener en cuenta que así como en casi todas las actividades todos somos importantes mas no imprescindibles, en la comunidad eclesial ello es igualmente verdadero y se impone aquello de que cada uno en su lugar, en su momento y para el bien común.