Lunes, 28 Junio 2010 15:01

La ética del trabajo y la Asamblea Legislativa.

Luego de todo lo que se dio en nuestro medio con la idea de incrementar el salario a los diputados, ha surgido un tema que resulta esencial. Se trata, ni más ni menos, del tema de la ética del trabajo que ha de acompañar el servicio público de las mujeres y los hombres elegidos para servir desde el primer poder de la República.

 

Se dice que el ideal ético del trabajo consiste en hacer las cosas bien hechas. Cuando surgió la iniciativa de la mejoría salarial que se deseaban aplicar los diputados, una de las reacciones populares más insistente insidió, justamente, en este tema: ¿merecían los diputados ese incremento del 60% a que aspiraban con su nivel de trabajo?¿Se trata de una labor –la de los padres de la Patria- tan  bien hecha como para ameritar un premio de semejantes proporciones? El pueblo respondió unánimemente a ambos preguntas con un rotundo no.

De esta manera, a la par que la ciudadanía manifestaba su talante juicioso y poco ingenuo, se enviaba a las señoras y señores diputados recién elegidos y a los que estarán por venir, un mensaje claro: el pueblo espera de ellos un nivel de trabajo de mejor calidad y profundidad, lo mismo que una dedicación que les permita acercarse a la categoría de excelencia en el desempeño de las labores que la Constitución les asigna.

Profesionalmente, se pide a toda persona que, en el ejercicio de su labor sepan-hacer-bien. En otras palabras, que sean diestros en todo lo que hacen y que esa labor realizada se muestre lo suficientemente redondeada hasta el punto de que se pueda considerar harto perfecta. Ya vemos que los costarricenses eso es, justamente, lo que han pedido a quienes ocupan cada cuatro años Cuesta de Moras. La controversia generada por el aumento salarial frustrado lo ha confirmado y ha hecho más conscientes a los costarricenses de cuanto pueden y deben exigir a sus representantes.

Hacia futuro realidades como, por ejemplo, la disminución del ausentismo en las sesiones plenarias y en la labor por comisiones, la ampliación de las jornadas normales de trabajo al servicio del país y de cada comunidad que los ha elegido; lo mismo que la forja de leyes sin errores garrafales y el estudio detallado de la realidad de un país que merece legisladores cada día más enterados y apuntados a favorecer el bien común, todas aparecen como realidades que la ciudadanía esperará ver de día en día en la praxis normal de los diputados de cada partido. Esta manera y si más adelante, si vuelve con la ideal del aumento, al menos, podrán mostrar estos representantes del pueblo una ética del trabajo más evidente e intachable.

El reto está planteado y ojalá acogido por quienes están llamados a hacerlo por respeto a los ciudadanos que, de tiempo en tiempo, deben tomarse el tiempo para escoger, de modo más o menos afortunado, sus representantes en el legislativo.