Todos sabemos que el Sínodo de los obispos es una realidad que nace al calor del Concilio Vaticano II y que recientemente ha cumplido cincuenta años de historia. Se trata de un instrumento al servicio del Papa, que se reúne periódicamente y que puede ser ordinario, como el de este año; extraordinario, de los que ha habido tres y, especiales, sobre temas mas específicos y que requieren respuestas urgentes.
El Sínodo, además, dialoga sobre un tema que el mismo Obispo de Roma propone, se reúne bajo su presidencia y es estrictamente consultivo. Lo dicho en el Sínodo y lo recogido en proposiciones y documento final son entregados al Papa que, normalmente y si a bien lo tiene, redactará una exhortación llamada “posinodal” que hace que algunas de las proposiciones o expresiones del mensaje y relación final se puedan convertir en magisterio pontificio.
Luego de este Sínodo esperamos pues un documento con esta forma de exhortación y allí, confiamos, se recogerán muchos temas urgentes y se darán luces imperiosas para potenciar la familia, su integración y para manejar mejor todos los problemas pastorales que hoy presentan las rupturas familiares, la constitución de uniones civiles de católicos que no hay procedido a incoar procesos de nulidad y la realidad de nuevas maneras de convivencia familiar.
Gracias a Dios se ha llegado al Sínodo con un decreto pontificio ya publicado que abrevia los procesos de nulidad y que, en casos muy especiales, puede significar abreviar las rutas procesuales significativamente.
Al final, esperaremos. El mensaje final nos puede traer brisa fresca y realista. Posiblemente, una gran dosis de misericordia de cara a cada y todas las familias, un lenguaje optimista de frente al cuido y promoción de la institución familiar tan amenazada y atacada a diario, pistas nuevas de catequesis prematrimonial, mas acogida y menos juicio, valorar lo bueno de las experiencias de encuentro y convivencia entre personas, un rol mas activo del obispo de cada diócesis con respecto al manejo de los divorciados vueltos a casar.
El reto es grande pero me parece que el Sínodo lo ha abordado con fuerza y abiertos todos los padres sinodales a la voz del Espíritu en este aquí y ahora de la historia de salvación.