La violencia como fenómeno de la sociedad es uno de los obstáculos principales para lograr una calidad de vida.
La población se desgasta en general, los cambios de conducta, la tendencia hacia el aislamiento, la desconfianza, el individualismo, las fobias, la aparición de trastornos psicológicos graves, son algunas de las innumerables consecuencias que deja este flagelo.
La violencia como enfermedad social en Costa Rica, está asociada a múltiples y complejos factores, y lo que percibimos es que desde una perspectiva de contención, el Estado abandonó hace mucho tiempo a sus ciudadanos, este abandono se puede ver en la falta de políticas globales y coherentes en aplicación, así como la ausencia de un seguimiento continuo, que nos permita atacar de manera frontal la violencia en todas sus manifestaciones, con planes de prevención y de tratamiento eficiente, y no de simples campañas oportunistas realizadas por intereses y personas inescrupulosas y con falta de conocimiento en la temática.
La delincuencia crece día a día y a su paso deja una secuela de muerte, dolor y sentimiento de impotencia, el consumo de alcohol y drogas es una de las causas principales del delito. Y en la acera del frente una sociedad paralizada por el horror, viendo estupefacta a través de los medios de comunicación la violencia diaria, con víctimas mortales y otras que aunque sobreviven, no verán tan fácil su recuperación ni física ni mental.
Frente a este panorama la sociedad debe tomar partida, debemos recuperar nuestros espacios sociales, ser solidarios con nuestros conciudadanos, mostrar nuestro cambio con acciones que ayuden a entregarnos de nuevo y volver a creer en una sociedad pacífica.
Pero lo primero que debemos hacer es cambiar nuestra actitud, abandonar nuestro silencio cómplice por que como dijo Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz, el “Silencio estimula al verdugo, nunca al que sufre”.
Rocío Solís Gamboa