José Luis Valverde Morales
Mucho se habla del Seguro Social y como los ticos de tontos no tenemos ni un pelo, la inmensa mayoría, en proporción de 9 a 1 según una reciente encuesta de la firma Unimer, defienden el modelo solidario adoptado por el país a inicios de la década de los 40 del siglo pasado.
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El primero de noviembre de 1941 es una fecha marcada en la historia patria, ese día se aprobó la ley que le da vida a una de las más emblemáticas instituciones del país, la Caja Costarricense de Seguro Social.
Mediante una alianza casi impensada, la iglesia católica representada por monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, el Partido Comunista en la figura de don Manuel Mora Valverde y el poder político encarnado en el Presidente de la República de entonces, el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, se pusieron de acuerdo para darle vida jurídica al Seguro Social.
Se suscribía así un pacto nacional, mediante el cual, la enfermedad de uno solo de nuestros habitantes, se convertía en una preocupación de todos.
Mucho agua ha pasado bajo el puente desde entonces y a pesar de los vaivenes, la Caja o el Seguro como se le llama familiarmente, sigue como la institución más entrañable para quienes habitamos este país y así lo reafirma una reciente encuesta de la firma Unimer para el periódico La Nación, donde se sitúa muy por encima de cualquier otra entidad en cuanto al cariño de la población se refiere.
La Caja se nutre del aporte de patronos, trabajadores y el Estado y la salud financiera de la entidad está íntimamente ligada a lo que suceda con la economía doméstica y global, en este momento la crisis internacional que tocó a la entidad a finales del año 2008 y aspectos de gestión, la tienen sumida en una situación de la que hay abundantes diagnósticos.
El 70 aniversario encuentra al Seguro Social en una encrucijada, al igual que el águila, la mayor de las aves, debe tomar una decisión, renovarse o morir, es tiempo de revisar el pacto suscrito por los antepasados, la Caja deberá pasar un duro y doloroso proceso y así remozada, emprender del nuevo el vuelo para cubrir a una población que la quiere y la necesita y por encima de intereses particulares, es el ser humano quien debe estar en el corazón de cualquier medida que se adopte.
El primero de noviembre de 1941 es una fecha marcada en la historia patria, ese día se aprobó la ley que le da vida a una de las más emblemáticas instituciones del país, la Caja Costarricense de Seguro Social.
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La inmensa mayoría de empleados del Seguro Social demostró su compromiso con los asegurados y el marcador fue contundente, al inicio del movimiento de huelga el marcador era de 9 a 1 a favor de quienes le dieron la espalda al paro y se amplió posteriormente, cuando algunos que se vieron sorprendidos en su buena fe, abandonaron a la dirigencia para volver a sus puestos de trabajo.
En hospitales, clínicas, en los puestos de salud, en los centros de producción institucional, algunos redoblaron su esfuerzo hasta el cansancio, en aras de no dejar en la indefensión a los pacientes y esto es justo que se conozca.
Un botón basta de muestra para evidenciar el heroísmo de los buenos trabajadores que en miles tiene el Seguro Social, algunos manifestantes habían apostado barricadas para impedir la entrada y salida de ropa de las lavanderías, que con gran esfuerzo de abnegados servidores seguían funcionando.
Era imperativo sacar la vestimenta que posibilita abrigar a los pacientes e incluso, programar las cirugías, con orden sanitaria en mano y prescindiendo de la fuerza pública para no caldear más los ánimos, un grupo de servidores de vigilancia y aseo, acompañados de los notarios, aprovecharon el momento cuando los huelguistas comían y en un operativo pulcro y desprovisto de violencia, quitaron hierros y palos y los camiones repletos de ropa iniciaron la titánica tarea de suplir a los centros hospitalarios.
“Mire don José Luis, hasta que se me paran los pelos, a las cuatro de la mañana terminamos de entregar toda la ropa, casi se me salen las lágrimas, aquí donde me ve no he dormido nada, pero viera usted lo que sentí, cuando los enfermos se asomaron por las ventanas y levantaban los brazos para apoyarnos, juepucha, que lindo es trabajar para la Caja”
Aquí desde la radio le tributamos un sonoro aplauso a los fieles servidores del Seguro Social, que mayoritariamente le dieron la espalda a una huelga sin sentido, ahora inicia la titánica tarea de revisarla y ponerla a tono con el devenir de los tiempos, que la reclaman siempre viva y eternamente solidaria.
La inmensa mayoría de empleados del Seguro Social demostró su compromiso con los asegurados y el marcador fue contundente, al inicio del movimiento de huelga el marcador era de 9 a 1 a favor de quienes le dieron la espalda al paro y se amplió posteriormente, cuando algunos que se vieron sorprendidos en su buena fe, abandonaron a la dirigencia para volver a sus puestos de trabajo.
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A lo largo de setenta años, el Seguro Social, es decir, quienes aportamos solidariamente, acumulamos más de un millón de metros cuadrados de infraestructura, desde la sede que alberga a los conocidos Ebais, pasando por clínicas, sucursales, fábricas, lavanderías, hasta hospitales regionales y los centros especializados del Área Metropolitana.
Este país, un tanto extraño en el concierto de las naciones, decidió un día, que la enfermedad de uno solo de sus habitantes, sería asunto de todos, que en conjunto haríamos un ahorro del producto de nuestro trabajo, para proveernos de una pensión digna y para aquellos que nunca cotizaron y viven en situación de pobreza extrema, dotarles de un beneficio decoroso, mediante el programa de Asignaciones Familiares, si a lo anterior le sumamos la abolición del ejercito, la educación gratuita y obligatoria, encontraremos el fundamento del milagro, que hace posible, que con ingresos medios, tengamos expectativas de vida que superan a muchas naciones ricas y altamente desarrolladas.
Cada día más de 45.000 personas acuden a los centros médico asistenciales, centenares permanecen internados a la espera o recuperándose de algún procedimiento quirúrgico, están postrados en camas y la inmensa mayoría seguirán aportándole al país, es un intervalo donde se medita en esos extremos que se hermanan como lo son la vida y la muerte.
En los últimos días, algún o algunos criminales, se han dado a la tarea de sembrar incertidumbre en estos templos de la salud, conatos de incendio en el San Juan de Dios, llamadas anónimas que obligan a suspender procedimientos quirúrgicos, amenazas que restringen el ingreso de visitas a salones, en momentos en los que se requiere y demanda el abrazo solidario de los seres amados. Estos delincuentes del terror deben ser ubicados y reprendidos.
En el San Juan de Dios laboran más de 3.500 servidores comprometidos con su elevada misión de sacar adelante a los enfermos, serán esos ojos los que descubran a quien o quienes se mueven en las tinieblas, arropados en el dolor de sus semejantes y cuyo rostro, deberá hacerse público, por cuanto representa la faz de la cobardía y la vergüenza.
A lo largo de setenta años, el Seguro Social, es decir, quienes aportamos solidariamente, acumulamos más de un millón de metros cuadrados de infraestructura, desde la sede que alberga a los conocidos Ebais, pasando por clínicas, sucursales, fábricas, lavanderías, hasta hospitales regionales y los centros especializados del Área Metropolitana.
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Posiblemente fue aquí en Panorama una de las primeras tribunas donde se alzó la voz para transformar el Parque Metropolitano La Sabana, de un desierto verde, a un santuario de flora y fauna y por fin ¡llegó la hora!
La empresa privada, entes públicos y esa medalla de lujo denominada Instituto Nacional de Biodiversidad, conocida como el INBIO, se dieron la mano y ya arrancó este hermosísimo proyecto:
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Producto del congestionamiento vial se acuño el término “El efecto mirón” para denotar las enormes presas que se arman producto de la curiosidad, todos queremos saber qué acontece, pasamos bien despacio para obtener los máximos detalles y esto deriva en retrasos, que si alguien pudiera cuantificar, significarían sumas astronómicas en millones de colones.
El Puente sobre el Río Virilla, ahora conocido como de “La Platina”, ubicado en las inmediaciones del Colegio Castella, es un monumento a los mirones que se extiende kilómetros en ambos sentidos de la vía.
No pocas veces el curioso termina incrustando el vehículo en la parte trasera de quien va adelante, porque no se percató a tiempo que el otro frenó de repente y entonces el desmadre en el tráfico toma proporciones descomunales.
El “Efecto Mirón” tiene implicaciones viales, pero ya en la existencia cotidiana, el daño es posiblemente mayor, porque por estar viendo lo que tiene el otro, qué hace, qué come, cómo viste, entrometiéndonos en la vida del familiar, del vecino, del conocido, el devenir se nos trastorna, incapaces de conducir el vehículo propio en el de por sí complicado tránsito terrenal, lo bloqueamos al querer dirigir la existencia ajena.
El “Efecto Mirón” es nocivo desde cualquier ángulo que se le vea, no pocas veces se tiñe de envidia, lujuria, gula, rencor, odio y una serie de afecciones que envenenan el alma.
Existe una enorme diferencia entre quien mira y quien contempla, por lo general quien contempla se coloca a la vera del camino, no interfiere con los demás y se extasía en los detalles de aquello que se presenta ante sus sentidos, sea un edificio hermoso, la belleza del ser humano, un atardecer, el volcán, el río, el mar, el paisaje, el amor, la vida, los sueños, la esperanza, aquello que nos nutre y enriquece.
Los mirones, no sólo entorpecen el tránsito a los demás y en la vida cotidiana se envenenan, la pérdida para ellos es mayor, poco a poco mutilan y matan el éxtasis que da la contemplación, alimento nutritivo para el alma.
Producto del congestionamiento vial se acuño el término “El efecto mirón” para denotar las enormes presas que se arman producto de la curiosidad, todos queremos saber qué acontece, pasamos bien despacio para obtener los máximos detalles y esto deriva en retrasos, que si alguien pudiera cuantificar, significarían sumas astronómicas en millones de colones.
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Enhorabuena, por esos errores que suelen suceder en el sector público, no se firmó a tiempo la prórroga de la restricción vehicular, talvez una vuelta de la Señora Presidenta Laura Chinchilla y del Ministro de Transportes, Francisco Jiménez, por la ruta de circunvalación y el centro de la capital, les demuestre la evidente reducción en el flujo automotor en esta época de vacaciones.
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