Como gran gracia, el salonero encendió el televisor, “Hay que estar informado” dijo muy orondo y así, de golpe y porrazo, los comensales tuvieron que digerir los alimentos en medio del baño de sangre y tragedia que destilaba el noticiero.
En algún momento irrumpió el presentador con un experto, interesados en “analizar” así, entre comillas, la violencia, que a criterio de ellos nos sacude y entonces comenzaron a pontificar, sin darse cuenta que el techo de muchos de medios de comunicación es apenas de un frágil vidrio.
A estas alturas para nadie es un secreto que lo de las noticias es un simple negocio donde se manipula hasta el derecho a la información, para convertirlo en derecho a la intromisión, ni que decir del derecho a la intimidad de las personas, vejado por el morbo y la curiosidad que desplaza al interés público.
¿Cuándo se describe hasta el macabro detalle la lesión que sufre un ser humano, es acaso esto de incumbencia pública? El dolor, la tragedia, la tristeza, es tan íntima como el uso de una letrina y algunos, con el supuesto afán de la noticia quisieran llegar hasta los antros mas privados.
Eso que este servidor en algún momento denominó como el periodismo Chirriche, para semejar a esa bestia guanacasteca que no deja a nadie en sus lomos, es el pan de cada día y así, se dispara y luego se pregunta, con el agravante de que hasta algunos encargados de suministrar justicia se prestan al show mediático.
Desde hace varios años en una institución pública se está a la espera de la información certificada por parte de un medio televisivo, indispensable para culminar un debido proceso y algo fundamental para ejercer la justicia por la que tanto claman, duerme el sueño de los justos en algún archivo del telenoticiero.
En el tema de la violencia algunos medios de comunicación, un día si y otro también, lanzan la primera piedra, olvidan que la mano de donde proviene, pertenece en buena medida al cuerpo del delito.
Como gran gracia, el salonero encendió el televisor, “Hay que estar informado” dijo muy orondo y así, de golpe y porrazo, los comensales tuvieron que digerir los alimentos en medio del baño de sangre y tragedia que destilaba el noticiero.