José Luis Valverde Morales
En estos tiempos donde por lo general se privilegia el TENER, por encima del SER, llama la atención José Mujica, Presidente de la República Oriental de Uruguay, la nación más parecida a Costa Rica en el cono sur del continente.
El mandatario actual reside en su vieja casa, cultiva en el huerto en compañía de su esposa la ex senadora Lucía Topolansky, viste ropa que parece adquirida en esas tiendas americanas que venden indumentaria de segunda, sus perros son una manada de zaguates y el vehículo en el que se desplaza en el barrio, es un viejo “bocho” como se le conoce a los Volkswagen, en este caso con 25 años de uso.
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Colombia disfrutó hasta hace unos años de un envidiable sistema de salud, hasta que se desmanteló y hoy, como reconoció con dolor una ciudadana de ese país radicada en Costa Rica, son comunes los viajes de la muerte con una persona agonizante, se tocan puertas de hospitales y todas permanecen inhumanamente cerradas.
A pocos días de su deceso, el historiador Osvaldo Valerín, se dio a la tarea de producir un documental de la Caja Costarricense de Seguro Social, sería el último de su fecunda labor de tocar conciencias para que no olvidemos el pasado y entre sus notas se pregunta ¿qué sería Costa Rica sin el Seguro Social?
La respuesta es obvia para muchos y aquí la palabra la tienen centenares de miles de diabéticos, hipertensos, cardiópatas, cancerosos y tantos que padecen enfermedades crónicas propias de un país con afecciones de naciones de primer mundo.
En un mundo mercantilista, no pocos se frotan las manos con el presupuesto de 1.3 billones para el Seguro de Salud que administra la Caja, un manjar apetecible cuando lo que importa es la ganancia, la cuenta bancaria, tan alejadas de los principios de unidad, obligatoriedad, igualdad, equidad, subsidiaridad y ante todo solidaridad, que sustentan a nuestro régimen de seguridad social, imperfecto ciertamente, pero con voluntad, totalmente perfectible.
El doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez y el líder del Partido Comunista licenciado Manuel Mora Valverde y tantos que les han sucedido en la consolidación de esta invaluable conquista, marcaron un camino de renuncia, de amor al prójimo, de desprendimiento, senda que debemos retomar las actuales generaciones.
Hoy en España se le dice a los pacientes, que tienen que salir con sus empobrecidos bolsillos a comprar más de 400 medicamentos que ya no se les dispensan, el Seguro Social que hoy conocemos en Costa Rica, no es para siempre, a menos que lo defendamos con desprendimiento y altitud de miras, debemos hacerlo quienes creemos que la salud no es mercancía para pasearla en impensables viajes de la muerte.
Colombia disfrutó hasta hace unos años de un envidiable sistema de salud, hasta que se desmanteló y hoy, como reconoció con dolor una ciudadana de ese país radicada en Costa Rica, son comunes los viajes de la muerte con una persona agonizante, se tocan puertas de hospitales y todas permanecen inhumanamente cerradas.
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Colombia disfrutó hasta hace unos años de un envidiable sistema de salud, hasta que se desmanteló y hoy, como reconoció con dolor una ciudadana de ese país radicada en Costa Rica, son comunes los viajes de la muerte con una persona agonizante, se tocan puertas de hospitales y todas permanecen inhumanamente cerradas.
A pocos días de su deceso, el historiador Osvaldo Valerín, se dio a la tarea de producir un documental de la Caja Costarricense de Seguro Social, sería el último de su fecunda labor de tocar conciencias para que no olvidemos el pasado y entre sus notas se pregunta ¿qué sería Costa Rica sin el Seguro Social?
La respuesta es obvia para muchos y aquí la palabra la tienen centenares de miles de diabéticos, hipertensos, cardiópatas, cancerosos y tantos que padecen enfermedades crónicas propias de un país con afecciones de naciones de primer mundo.
En un mundo mercantilista, no pocos se frotan las manos con el presupuesto de 1.3 billones para el Seguro de Salud que administra la Caja, un manjar apetecible cuando lo que importa es la ganancia, la cuenta bancaria, tan alejadas de los principios de unidad, obligatoriedad, igualdad, equidad, subsidiaridad y ante todo solidaridad, que sustentan a nuestro régimen de seguridad social, imperfecto ciertamente, pero con voluntad, totalmente perfectible.
El doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez y el líder del Partido Comunista licenciado Manuel Mora Valverde y tantos que les han sucedido en la consolidación de esta invaluable conquista, marcaron un camino de renuncia, de amor al prójimo, de desprendimiento, senda que debemos retomar las actuales generaciones.
Hoy en España se le dice a los pacientes, que tienen que salir con sus empobrecidos bolsillos a comprar más de 400 medicamentos que ya no se les dispensan, el Seguro Social que hoy conocemos en Costa Rica, no es para siempre, a menos que lo defendamos con desprendimiento y altitud de miras, debemos hacerlo quienes creemos que la salud no es mercancía para pasearla en impensables viajes de la muerte.
Colombia disfrutó hasta hace unos años de un envidiable sistema de salud, hasta que se desmanteló y hoy, como reconoció con dolor una ciudadana de ese país radicada en Costa Rica, son comunes los viajes de la muerte con una persona agonizante, se tocan puertas de hospitales y todas permanecen inhumanamente cerradas.
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La medicina ejercida con vocación, es uno de los quehaceres humanos mas excelsos y Costa Rica a lo largo de su historia ha sido pródiga en profesionales de excelencia, los nombres abundan por doquier, basta decir que la Patria que tenemos, en buena medida se construyó con la amalgama mágica de la conmiseración del médico con el buen quehacer de la política, que tuvo en Rafael Ángel Calderón Guardia a su figura primigenia.
Hace unos días abandonaron la dimensión terrenal dos médicos excepcionales, Carlos Luis Cubillo Ramírez y Roberto Sawyers Coopeland. El doctor Cubillo dejó su impronta en los programas de medicina comunitaria de su querida Nicoya, este médico de pueblo, sabía en su quehacer, que hay que educar al ser humano en su entorno, talvez ahí radica parte del milagro de que los nicoyanos están entre los más longevos de todo el mundo.
El doctor Cubillo era un trovador por excelencia, no pocas veces en sus visitas domiciliarias por los polvorientos caminos de la bajura, dejaba a un lado el maletín de médico para trocarlo por la guitarra y así, entre canciones, prodigaba con su bien timbrada voz el mejor bálsamo para el alma.
El doctor Sawyers, por su parte, nunca se sacó a su entrañable Limón del alma, con una visión integral del quehacer de la salud, lo mismo luchaba por un camino, por la provisión de agua potable, que por presupuesto para ir a visitar a las olvidadas comunidades indígenas, pocos hombres han hecho tanto en tan corto tiempo por la Región Atlántica.
Toda la geografía caribeña muestra la huella indeleble de este médico excepcional, desde la zona de las barras, el centro de la provincia y en los más remotos sitios, no es difícil encontrarse algún edificio destinado a la provisión de salud, engalanado con los colores naranja y azul que tanto le gustaban.
Carlos Luis Cubillo Ramírez y Roberto Sawyers Coopeland, dos médicos que honraron su profesión, dos historias inspiradoras para quienes abrazan este quehacer, que debe fundarse en el mandamiento supremo de amor al prójimo.
La medicina ejercida con vocación, es uno de los quehaceres humanos mas excelsos y Costa Rica a lo largo de su historia ha sido pródiga en profesionales de excelencia, los nombres abundan por doquier, basta decir que la Patria que tenemos, en buena medida se construyó con la amalgama mágica de la conmiseración del médico con el buen quehacer de la política, que tuvo en Rafael Ángel Calderón Guardia a su figura primigenia.
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La medicina ejercida con vocación, es uno de los quehaceres humanos mas excelsos y Costa Rica a lo largo de su historia ha sido pródiga en profesionales de excelencia, los nombres abundan por doquier, basta decir que la Patria que tenemos, en buena medida se construyó con la amalgama mágica de la conmiseración del médico con el buen quehacer de la política, que tuvo en Rafael Ángel Calderón Guardia a su figura primigenia.
Hace unos días abandonaron la dimensión terrenal dos médicos excepcionales, Carlos Luis Cubillo Ramírez y Roberto Sawyers Coopeland. El doctor Cubillo dejó su impronta en los programas de medicina comunitaria de su querida Nicoya, este médico de pueblo, sabía en su quehacer, que hay que educar al ser humano en su entorno, talvez ahí radica parte del milagro de que los nicoyanos están entre los más longevos de todo el mundo.
El doctor Cubillo era un trovador por excelencia, no pocas veces en sus visitas domiciliarias por los polvorientos caminos de la bajura, dejaba a un lado el maletín de médico para trocarlo por la guitarra y así, entre canciones, prodigaba con su bien timbrada voz el mejor bálsamo para el alma.
El doctor Sawyers, por su parte, nunca se sacó a su entrañable Limón del alma, con una visión integral del quehacer de la salud, lo mismo luchaba por un camino, por la provisión de agua potable, que por presupuesto para ir a visitar a las olvidadas comunidades indígenas, pocos hombres han hecho tanto en tan corto tiempo por la Región Atlántica.
Toda la geografía caribeña muestra la huella indeleble de este médico excepcional, desde la zona de las barras, el centro de la provincia y en los más remotos sitios, no es difícil encontrarse algún edificio destinado a la provisión de salud, engalanado con los colores naranja y azul que tanto le gustaban.
Carlos Luis Cubillo Ramírez y Roberto Sawyers Coopeland, dos médicos que honraron su profesión, dos historias inspiradoras para quienes abrazan este quehacer, que debe fundarse en el mandamiento supremo de amor al prójimo.
La medicina ejercida con vocación, es uno de los quehaceres humanos mas excelsos y Costa Rica a lo largo de su historia ha sido pródiga en profesionales de excelencia, los nombres abundan por doquier, basta decir que la Patria que tenemos, en buena medida se construyó con la amalgama mágica de la conmiseración del médico con el buen quehacer de la política, que tuvo en Rafael Ángel Calderón Guardia a su figura primigenia.
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Para todo hay un tiempo dice el salmista… los relámpagos y los truenos de la estación lluviosa le quieren hacer una invitación cordial a usted estimado amigo oyente, puede que le tema a la tormenta y en ese sentimiento le aseguro no está solo, pero lo insto a que aprecie desde otro ángulo este fenómeno de la naturaleza, que a veces pareciera partir las nubes con sus sorprendentes rayas luminosas.
Por un momento piense que es el clamor del cielo para que usted deje una huella que lo trascenderá luego de su paso por la tierra, es una instancia cordial del infinito para que plante un árbol, el vientre fértil del suelo está dispuesto, Dios desde el infinito rociará la simiente hasta elevarla en dirección a su morada.
Anímese, busque un predio, le puedo asegurar que no vale la excusa del “no tengo campo”, puede ser a la orilla del camino, la vera de un río, en el parque vecino, hay innumerables sitios dispuestos para la semilla que tan solo aguarda al sembrador.
Adopte un árbol, hágalo en familia, con sus amigos, conmemore ese instante especial del cumpleaños, del bautizo, de la partida de un ser querido a quien perpetuaremos con raíces, ramas, hojas, flores, frutos y el canto agradecido de las aves que un día morarán en la floresta, plante un árbol, estoy seguro que si indaga un poco, hasta regalado lo puede obtener, que manera más hermosa de trascender las generaciones.
Cuando siembre el árbol deje volar la imaginación piénselo en todo su esplendor, tenga cuidado donde lo ubica, una vez plantado el reclamará su espacio, si es cerca de la casa valore uno pequeño, a la orilla de un río ayudará a preservar el don preciado del agua.
Anímese amigo oyente, cual bebé lleve el pequeño brote en sus brazos, tenga la certeza que el nunca lo defraudará, por el contrario, un día cuando sus pasos sean lentos, o emprenda el inexorable viaje al infinito, será su firma en el testamento a los herederos de la tierra.
Para todo hay un tiempo dice el salmista… los relámpagos y los truenos de la estación lluviosa le quieren hacer una invitación cordial a usted estimado amigo oyente, puede que le tema a la tormenta y en ese sentimiento le aseguro no está solo, pero lo insto a que aprecie desde otro ángulo este fenómeno de la naturaleza, que a veces pareciera partir las nubes con sus sorprendentes rayas luminosas.
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Para todo hay un tiempo dice el salmista… los relámpagos y los truenos de la estación lluviosa le quieren hacer una invitación cordial a usted estimado amigo oyente, puede que le tema a la tormenta y en ese sentimiento le aseguro no está solo, pero lo insto a que aprecie desde otro ángulo este fenómeno de la naturaleza, que a veces pareciera partir las nubes con sus sorprendentes rayas luminosas.
Por un momento piense que es el clamor del cielo para que usted deje una huella que lo trascenderá luego de su paso por la tierra, es una instancia cordial del infinito para que plante un árbol, el vientre fértil del suelo está dispuesto, Dios desde el infinito rociará la simiente hasta elevarla en dirección a su morada.
Anímese, busque un predio, le puedo asegurar que no vale la excusa del “no tengo campo”, puede ser a la orilla del camino, la vera de un río, en el parque vecino, hay innumerables sitios dispuestos para la semilla que tan solo aguarda al sembrador.
Adopte un árbol, hágalo en familia, con sus amigos, conmemore ese instante especial del cumpleaños, del bautizo, de la partida de un ser querido a quien perpetuaremos con raíces, ramas, hojas, flores, frutos y el canto agradecido de las aves que un día morarán en la floresta, plante un árbol, estoy seguro que si indaga un poco, hasta regalado lo puede obtener, que manera más hermosa de trascender las generaciones.
Cuando siembre el árbol deje volar la imaginación piénselo en todo su esplendor, tenga cuidado donde lo ubica, una vez plantado el reclamará su espacio, si es cerca de la casa valore uno pequeño, a la orilla de un río ayudará a preservar el don preciado del agua.
Anímese amigo oyente, cual bebé lleve el pequeño brote en sus brazos, tenga la certeza que el nunca lo defraudará, por el contrario, un día cuando sus pasos sean lentos, o emprenda el inexorable viaje al infinito, será su firma en el testamento a los herederos de la tierra.
Para todo hay un tiempo dice el salmista… los relámpagos y los truenos de la estación lluviosa le quieren hacer una invitación cordial a usted estimado amigo oyente, puede que le tema a la tormenta y en ese sentimiento le aseguro no está solo, pero lo insto a que aprecie desde otro ángulo este fenómeno de la naturaleza, que a veces pareciera partir las nubes con sus sorprendentes rayas luminosas.
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