Toda persona es y debe ser considerada “digna” en sí misma y ante los demás, por su sola condición de ser humano. Sin embargo, es en la singularidad de cada individuo, en su ser personal, y en nuestro comportamiento hacia los demás, en donde descubrimos el carácter propio, irrepetible, íntimo, y valorable de esa dignidad.
Está pués en cada uno de nosotros, en la libertad con que podamos vivir para expresar nuestras convicciones y en nuestro valor, el poder añadirle a nuestra existencia de seres humanos, un valor adicional que nos haga merecedores de reconocimiento o censura.
Hoy, lamentamos la partida de un hombre digno y apreciado, cuyo comportamiento mereció el reconocimiento de una nación, que a partir de ahora, lo atesorará entre sus más apreciados recuerdos, pero que continuará disfrutando de sus muchos logros. Don Mario Echandi Jiménez fue excepcionalmente reconocido por sus obras y por su intachable conducta pública. Por tales motivos fue declarado, en vida, Benemérito de la Patria.
Todos podemos crear y soñar con nuestro futuro, o con el de nuestro país. Todos tenemos capacidad de amar, de reír, de perdonar, y de mejorar; o de desperdiciar nuestra existencia sin producir, o produciéndole daño a nuestros semejantes. Don Mario debe servir de ejemplo a quienes, por estar inmersos en los asuntos que afectan a la colectividad, deben procurar centrarse en lo verdaderamente importante: el ser humano, la familia costarricense, la salud, la justicia y la educación, nada de lo cual se logra proteger sin esfuerzo.
Don Mario asumió la Presidencia de la República como el primer presidente de oposición después de una Guerra Civil; durante los cuatro años de su gobierno, tuvo minoría en la Asamblea Legislativa; el Estado costarricense era más débil, y mucho más pobre que el de ahora; sin embargo, con sentido común, imaginación, gran capacidad para el diálogo político, y trabajo … eso si … mucho trabajo! Don Mario no solo es hoy recordado con cariño por los costarricenses, sino que aún están inconclusos y en ejecución, programas diseñados durante su mandato, hace más de 50 años.
Muchos se han referido ya a algunos de sus logros más conocidos, y no lo haremos de nuevo, aunque si conviene hacer mención a dos de ellos, que quizás no lo han sido tanto: Su tenaz esfuerzo, hasta asegurar que los costarricenses tuvieran acceso libre y gratuito a la radio y la televisión nacionales, y a través de ellos, a fuentes óptimas de expresión e información que garantizaran nuestra libertad democrática sin que el ejercicio de aquellos derechos y garantías, estuviese sujeto a intereses políticos o económicos de ninguna naturaleza. En segundo lugar, debe rescatarse también la Reforma Penitenciaria, iniciada en la Colonia Agrícola de San Lucas y en la cárcel para mujeres del Buen Pastor, que fue emprendida para lograr los propósitos de resocialización previstos por nuestro sistema penal, lo que lamentablemente no fue después continuado, llevándonos hoy día, en ese campo, a realidades similares a las que se enfrentaban en aquél entonces.
Pero quizás lo más valioso que nos legó don Mario y su equipo de gobierno, no fue ninguna de sus obras públicas, sino una enseñanza que parece que la hemos olvidado por completo: Para gobernar bien no se requiere de un país “gobernable”, sino de “gobernantes capaces”. Que sirva su partida para recordar aquello, y seamos nosotros también dignos y apreciados por ello.
Rigoberto Urbina Pinto Rigoberto Urbina Vargas
Toda persona es y debe ser considerada “digna” en sí misma y ante los demás, por su sola condición de ser humano. Sin embargo, es en la singularidad de cada individuo, en su ser personal, y en nuestro comportamiento hacia los demás, en donde descubrimos el carácter propio, irrepetible, íntimo, y valorable de esa dignidad.
Está pués en cada uno de nosotros, en la libertad con que podamos vivir para expresar nuestras convicciones y en nuestro valor, el poder añadirle a nuestra existencia de seres humanos, un valor adicional que nos haga merecedores de reconocimiento o censura.
Hoy, lamentamos la partida de un hombre digno y apreciado, cuyo comportamiento mereció el reconocimiento de una nación, que a partir de ahora, lo atesorará entre sus más apreciados recuerdos, pero que continuará disfrutando de sus muchos logros. Don Mario Echandi Jiménez fue excepcionalmente reconocido por sus obras y por su intachable conducta pública. Por tales motivos fue declarado, en vida, Benemérito de la Patria.
Todos podemos crear y soñar con nuestro futuro, o con el de nuestro país. Todos tenemos capacidad de amar, de reír, de perdonar, y de mejorar; o de desperdiciar nuestra existencia sin producir, o produciéndole daño a nuestros semejantes. Don Mario debe servir de ejemplo a quienes, por estar inmersos en los asuntos que afectan a la colectividad, deben procurar centrarse en lo verdaderamente importante: el ser humano, la familia costarricense, la salud, la justicia y la educación, nada de lo cual se logra proteger sin esfuerzo.
Don Mario asumió la Presidencia de la República como el primer presidente de oposición después de una Guerra Civil; durante los cuatro años de su gobierno, tuvo minoría en la Asamblea Legislativa; el Estado costarricense era más débil, y mucho más pobre que el de ahora; sin embargo, con sentido común, imaginación, gran capacidad para el diálogo político, y trabajo … eso si … mucho trabajo! Don Mario no solo es hoy recordado con cariño por los costarricenses, sino que aún están inconclusos y en ejecución, programas diseñados durante su mandato, hace más de 50 años.
Muchos se han referido ya a algunos de sus logros más conocidos, y no lo haremos de nuevo, aunque si conviene hacer mención a dos de ellos, que quizás no lo han sido tanto: Su tenaz esfuerzo, hasta asegurar que los costarricenses tuvieran acceso libre y gratuito a la radio y la televisión nacionales, y a través de ellos, a fuentes óptimas de expresión e información que garantizaran nuestra libertad democrática sin que el ejercicio de aquellos derechos y garantías, estuviese sujeto a intereses políticos o económicos de ninguna naturaleza. En segundo lugar, debe rescatarse también la Reforma Penitenciaria, iniciada en la Colonia Agrícola de San Lucas y en la cárcel para mujeres del Buen Pastor, que fue emprendida para lograr los propósitos de resocialización previstos por nuestro sistema penal, lo que lamentablemente no fue después continuado, llevándonos hoy día, en ese campo, a realidades similares a las que se enfrentaban en aquél entonces.
Pero quizás lo más valioso que nos legó don Mario y su equipo de gobierno, no fue ninguna de sus obras públicas, sino una enseñanza que parece que la hemos olvidado por completo: Para gobernar bien no se requiere de un país “gobernable”, sino de “gobernantes capaces”. Que sirva su partida para recordar aquello, y seamos nosotros también dignos y apreciados por ello.
Rigoberto Urbina Pinto Rigoberto Urbina Vargas