Sábado, 19 Marzo 2016 19:05

Un deber cristiano más allá de la Semana Santa

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Cada Semana Santa, desde los púlpitos, las alegorías de las procesiones o los múltiples discursos en los diferentes medios de comunicación, siempre se nos alecciona con grandes enseñanzas como el valor del amor hacia el prójimo, la espiritualidad como fuente de vida en un mundo cada vez más insustancial y el compromiso con los valores cristianos de la solidaridad o la justicia.

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Mas la gran inquietud que aflora en estos días santos es ¿si realmente se seguirán cumpliendo estos sagrados mandatos pasado el período santo?, o si, por el contrario, quedan en un asunto meramente tradicional de una semana para desvanecerse en la apatía de la población.

En este sentido, entonces, si lo que se desea es tener una sociedad cimentada en el acato al valor espiritual y humanista, con el propósito de forjar ciudadanos concientes de su rol social y un país que haga efectivo su sello de paz, son, precisamente, estos mensajes los que deben fomentarse y perdurar cada día de nuestras existencias más allá de una Semana Santa. Pues nada productivo sería el pasar un tiempo santo sumidos en la meditación o en oficios religiosos, cuando acabado este período se sigue, por ejemplo, menospreciando al prójimo con la crítica destructiva, la burla, la intolerancia o la discriminación.

Preguntémonos de qué nos podría servir el dejar de comer carne cuando, posterior a este ayuno, nuestras mesas revientan de alimentos que se los negamos al hambriento quien nos llega a tocar nuestra puerta o el que habita en la calle, ¿acaso no tendría más valor compartir ese alimento con alguien que no tiene qué comer?..., ¿acaso aquella máxima de “tuve hambre y me diste de comer” no fue una de las grandes enseñanzas de Jesucristo?...

De nada nos sirve haber vivido el compromiso de amor de Jesucristo con su pueblo, cuando nosotros, como ciudadanos, no hacemos nada para salvaguardar la paz y democracia de nuestra nación al convertimos en fariseos quienes están en contra del progreso de la nación con opiniones sin sustento; cuando criticamos sin proponer alguna solución; o, peor aún, cuando no nos interesan los destinos de la Nación y nos sumimos en una actitud de indiferencia.

Por supuesto que el compromiso de hacer el bien a los demás, ser justo, honesto y diligente que nos predica la Semana Mayor es grande y ambicioso; sin embargo, el llevar a la práctica diariamente esa vivencia de sacrificio y amor ejemplificados en Jesús, para hacer de la resurrección el elemento clave de la reconstrucción de una nueva sociedad más humana, activa y solidaria, es un deber constante que nos compete a todos.

Comentario de Carlos Díaz Chavarría