Como decían con frecuencia los abuelos para referirse a acciones repetitivas, vamos tiro y pago con los desembolsos de millones de colones en procesos electorales, que han convertido nuestra democracia en un ritual de poca reflexión, cuya madurez se ha quedado solo en lo añejo de sus años.
Hago la salvedad de que soy fiel creyente de la democracia como sistema político, pero intento hoy, llamar la atención sobre el fenómeno del abstencionismo y sobre la lógica detrás de algunas iniciativas de referéndum.
Por formación quizá, suelo ver siempre el lado financiero de las cosas; razón por la cual no concibo cómo no se ha dicho nada respecto de los pésimos resultados que la campaña publicitaria pagada por todos nosotros, tuvo sobre este último proceso electoral. El lemita ese de que su municipalidad importa, pareció no importarle al 65% de los electores y eso debe revisarse.
Posiblemente alguien dirá que no deben verse esos gastos como tales, sino como inversión y que la inversión en la democracia no debe escatimarse; sin embargo, es de ciegos no querer darse cuenta que la democracia costarricense debe revisarse en términos de la efectividad del sistema. Ignorar la apatía cada vez mayor de los electores por los procesos, es un signo peligroso y pensar que con anuncios de televisión se volverá vida esa vida democrática, es ingenuo.
Aunque la participación popular es la principal defensa de la democracia, lanzar peligrosas retóricas en contra de quienes no votan diciéndoles que pierden el derecho a reclamar, es suponer que quienes votan y levantan la voz son escuchados. Todo aquel que nace en este país, que paga sus impuestos y actúa responsablemente, tiene todo el derecho de quejarse y censurar las malas acciones de quienes desempeñan cargos de elección popular, aunque esa persona no les haya elegido. Censurarles y mandarles a callar, además de irrespetuoso, por principio, antidemocrático.
Por último, es preocupante que los espacios para posibles referéndum, de altísimo costo también, se estén llenando con ocurrencias. Hemos prostituido en este país a tal forma la visión democrática, que usamos los mecanismos de que disponemos en ella, para cosas que resultan no solo obvias, sino que deberían estarse resolviendo desde la modernización de las legislaciones y no en costosos procesos de opción popular, manipulados muchas veces por intereses opacos.
Es necesaria la reflexión a conciencia de las palabras de Nelson Mandela, “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y si no se respetan los derechos de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan parlamento”
Alexander Hernández Camacho