Puede ser que estemos en desacuerdo en cuanto a las causas, pero en cuanto a la realidad del mal, me parece que no hay duda alguna en la mente de nadie.
Hoy la cuestión que se impone es cómo salir adelante y cómo hacer para que todos los que vamos en esta barca seamos capaces de remar en la misma dirección.
Se impone a ojos vista que poco a poco nuestro país va perdiendo lugares en la lista de países que, en América Latina, van avanzando poco a poco en la ruta del desarrollo y el bienestar.
Ya Chile y Panamá nos llevan muchos puestos de diferencia y Uruguay hace lo propio.
La pobreza, ese mal congénito de nuestros pueblos, mientras desciende de manera impresionante en Ecuador y Panamá, aumenta en Tiquicia y poco a poco los servicios públicos –que deberían dar bienestar real a los menos favorecidos- se van deteriorando más y más, a vista y paciencia de cualquiera que tenga ojos para ver.
Solamente bastaría con dar una mirada a las listas de problemas sin resolver y que los medios de comunicación nos hacen ver un día sí y otro también.
Carreteras de pánico, hospitales en ruinas, edificios públicos cercanos a lo inhabitable, ciudades sucias, colas interminables de mujeres y hombres que buscan ayuda social o atención médica, telefonía deficiente y un largo etcétera que llena de angustia a los ciudadanos que miran cómo su país va en caída libre y, mientras ello ocurre, a la presidenta se le ocurre salir a los medio para decir que no es cándida y tampoco tiene interés alguno en hacer lo que hacen los estadistas, esto es, dejar huella en la historia propia de sus partidos o en la páginas que narran el camino de la nación en el tiempo.
Se impone variar el rumbo. Ya sabemos que, como dice la sabiduría popular, “no se pueden pedir peras al olmo”. Sin embargo, sí se le pueden pedir “peras al peral”, eso al menos.
Se le puede pedir a quienes ocupan lugares en la Asamblea Legislativa que hagan lo que deben y lo hagan cuanto antes y bien.
Se le puede pedir al ejecutivo que de una vez por todas inicien las labores para las cuales fueron elegidos y superen la inmovilidad que les carcome y que la ciudadanía nota a diario con desesperante paciencia.
Necesitamos los costarricenses que el peral dé peras. Es urgente que esto ocurra si no queremos seguir cayendo en los índices que nos tienen cada día peor ubicados en el marco de las listas de países que dicen gozar de bienestar integral. Si ello no ocurre cuanto antes puede ser que, lamentablemente, los ticos empecemos a estar menos felices y, a la de menos, a contagiarnos de la onda global que ya hace imposible detener a los pueblos que se hartan de su situación y de la incapacidad de quienes los dirigen.