Lo preocupante de la situación es que pareciera que este “brote” de negativismo nos hace olvidar las cosas buenas que como país hemos construido y que no se pueden lanzar a la basura opacados por los sonoros errores que se han cometido en la administración publica en años recientes.
En el contexto electoral, ciertos políticos se aprovechan de la situación con el fin de conquistar electores y bombardean con frases superfluas para sobredimensionar la realidad.
Algunos candidatos de partidos relativamente nuevos o emergentes intentan hacer pensar a la sociedad que son los nuevos mesías que salvarán a Costa Rica, que son una especie de iluminados que crearán un nuevo país, sin contar con un mínimo de atestados que los faculten para semejantes promesas.
Un ejemplo de lo anterior lo constituye la propuesta de reducir de 200 a 175 días el curso lectivo. Dicha propuesta es presentada como un fortalecimiento a la educación –piedra angular de la sociedad que hemos construido hasta ahora los costarricenses- pero que definitivamente lo que provoca es su debilitamiento.
Expertos en la materia aseguran que una medida de tal magnitud generaría un colapso a la hora de abarcar los contenidos básicos de cada nivel y atentaría contra la operación eficiente de los centros educativos.
Los 200 días lectivos no se establecieron solo para que los estudiantes recibieran más lecciones, también incluyen espacios de capacitación continua para los maestros y profesores que tienen en sus manos la educación de los niños y jóvenes costarricenses.
Otro de las propuestas que se han planteado es un cambio sustancial en los exámenes de bachillerato. La intención de sus propulsores, dicho en términos populares, es hacer pruebas mucho más fáciles a algunos sectores de la población.
Este planteamiento, no es más que la promoción del facilismo y la vagancia, y deja en evidencia la falta de experiencia y visión de estadista de quien lo está promoviendo.
Lo ideal sería esperar una propuesta integral que plantee un esquema para que aquellos sectores atrasados en su nivel educacional puedan recuperarse, pero sin profundidad alguna, se plantea la salida más cómoda, que es hacer más fáciles los exámenes de bachillerato.
No hay justificación alguna para una visión tan miope. Es cierto que existen problemas a enfrentar, pero en esos mismos sectores rezagados hay estudiantes capaces de afrontar con éxito los desafíos del sistema educativo y probablemente se convertirán en ciudadanos que contribuirán al engrandecimiento de la Patria.
Las medidas propuestas lejos de contribuir al mejoramiento de la educación significarían un retroceso. Es como decir que como algunos no están saliendo, mejor que todos igualitariamente no salgamos. Eso, como ciudadanos responsables, no podemos permitirlo.
Es deber ciudadano estudiar bien las propuestas de cada partido y cada candidato y escoger el próximo presidente como un acto de responsabilidad y civismo. La educación es una bandera de nuestra democracia, es gratuita, continua brindando oportunidades de ascenso social a los jóvenes responsables con deseos de superación, es inclusiva, posee programas fantásticos que permiten a niños y adolescentes de pocos recursos seguir preparándose para el futuro y a través de ella construimos - ladrillo a ladrillo - la Costa Rica que todos anhelamos.
Nosotros como ciudadanos responsables tenemos la decisión en nuestras manos. No nos dejemos llevar por el populismo y el verbo resbaloso de algunos candidatos, pues el daño podría ser irreparable y podríamos arrepentirnos en un futuro no muy lejano.
Ing. Jorge Monge Aguero
Miércoles, 15 Enero 2014 08:00
Nuestra educación es la piedra angular de la democracia
Comentarista Invitado
Hay, en los últimos tiempos, cierta tendencia a enfocamos en lo malo que hay en nuestra sociedad y en las tristes actuaciones de algunas personas que la conforman, pero que jamás son representativos de la gran mayoría de costarricenses de bien y de buenas costumbres.