Vivimos tiempos en los cuales hay que tomar en cuenta dos realidades que son, últimamente, importantes.
Por un lado la aparición de algunos movimientos que, naciendo del seno de la sociedad civil, buscan expresarse de cara a algunos temas mas o menos secundarios y, por otra parte, la crisis de la gobernanza que parece cada día mas obvia entre nosotros.
Un movimiento social es una complejización de la política y del sistema de relaciones entre sujetos políticos, como dice Luis Tapia. Explicita tendencias, sentimientos, prejuicios, valores y fuerzas de sujetos sociales y políticos. Marcan estos movimientos un momento de conflicto mas o menos fuerte que lleva a la revelación de posiciones sobre temas diversos que, en otras condiciones, nos serían puestas de manifiesto.
Los movimientos son, mas o menos maduros, según la capacidad que tengan para la reflexión y para ir de la simple crítica a mostrar que las vías que se perciben como mejores lo son efectivamente.
Sin esa reflexión y esa factualización, el movimiento no pasa de ser una opinión mas. Probablemente, en nuestro medio esto es lo que se da. Y me refiero a todos los movimientos que, en las últimas décadas se han dado, no solamente los que se han podido mirar últimamente.
Ahora bien, organizados o no , maduros o no, estas expresiones populares son signo de otra cosa. De la crisis de eso que los teóricos de la política llaman gobernanza.
Este término tan importante nos habla, mas que de la relación estado-mercado y en palabras de Pierre Calame, del arte de las sociedades para vivir relaciones internas pacíficas, una seguridad externa aceptable, con condiciones de equilibrio hacia adentro a largo plazo en armonía con la naturaleza, crecimiento económico y un sano sentimiento patrio vivido por sus ciudadanos.
Paul Ricoeur decía que la gobernanza permite a los pueblos permanecer de pie.
Ella se altera poco. Pero a veces pasa. Y ello ocurre ante cambios súbitos, mal administrados, o bien, a raíz de una drástica quiebra de la idiosincrasia a causa de razones como la pérdida de la memoria histórica, una educación errática o hasta un gran descuido con respecto a la propia herencia cultural.
Justamente, ante esa crisis de esa ideología que cohesiona y sostiene, aparecen inquietudes que, normalmente, se traducen en movimientos sociales.
En Costa Rica esa crisis de gobernanza es clara y los movimientos sociales no llegan a madurar. En general, todo ello puede explicar un poco el caos presente. No somos quienes somos ni tenemos idea hacia dónde queremos ir. Mas a pesar de todo, dicen algunos, somos un pueblo feliz aunque, es claro, muy extraviado en su andar.
Vivimos tiempos en los cuales hay que tomar en cuenta dos realidades que son, últimamente, importantes.
Por un lado la aparición de algunos movimientos que, naciendo del seno de la sociedad civil, buscan expresarse de cara a algunos temas mas o menos secundarios y, por otra parte, la crisis de la gobernanza que parece cada día mas obvia entre nosotros.
Un movimiento social es una complejización de la política y del sistema de relaciones entre sujetos políticos, como dice Luis Tapia. Explicita tendencias, sentimientos, prejuicios, valores y fuerzas de sujetos sociales y políticos. Marcan estos movimientos un momento de conflicto mas o menos fuerte que lleva a la revelación de posiciones sobre temas diversos que, en otras condiciones, nos serían puestas de manifiesto.
Los movimientos son, mas o menos maduros, según la capacidad que tengan para la reflexión y para ir de la simple crítica a mostrar que las vías que se perciben como mejores lo son efectivamente.
Sin esa reflexión y esa factualización, el movimiento no pasa de ser una opinión mas. Probablemente, en nuestro medio esto es lo que se da. Y me refiero a todos los movimientos que, en las últimas décadas se han dado, no solamente los que se han podido mirar últimamente.
Ahora bien, organizados o no , maduros o no, estas expresiones populares son signo de otra cosa. De la crisis de eso que los teóricos de la política llaman gobernanza.
Este término tan importante nos habla, mas que de la relación estado-mercado y en palabras de Pierre Calame, del arte de las sociedades para vivir relaciones internas pacíficas, una seguridad externa aceptable, con condiciones de equilibrio hacia adentro a largo plazo en armonía con la naturaleza, crecimiento económico y un sano sentimiento patrio vivido por sus ciudadanos.
Paul Ricoeur decía que la gobernanza permite a los pueblos permanecer de pie.
Ella se altera poco. Pero a veces pasa. Y ello ocurre ante cambios súbitos, mal administrados, o bien, a raíz de una drástica quiebra de la idiosincrasia a causa de razones como la pérdida de la memoria histórica, una educación errática o hasta un gran descuido con respecto a la propia herencia cultural.
Justamente, ante esa crisis de esa ideología que cohesiona y sostiene, aparecen inquietudes que, normalmente, se traducen en movimientos sociales.
En Costa Rica esa crisis de gobernanza es clara y los movimientos sociales no llegan a madurar. En general, todo ello puede explicar un poco el caos presente. No somos quienes somos ni tenemos idea hacia dónde queremos ir. Mas a pesar de todo, dicen algunos, somos un pueblo feliz aunque, es claro, muy extraviado en su andar.