Costa Rica es un país por mucho privilegiado por sus avances tecnológicos, una económica estable; con una centenaria democracia que ha permitido su desarrollo cultural y social. En fin, este país tiene todo para ser un país desarrollado.
No obstante y a pesar del esfuerzo que han hecho las autoridades, así como las organizaciones ciudadanas, en cada rincón del país, para afrontar muchos problemas, aún falta bastante qué hacer.
La inseguridad ciudadana encabeza la principal preocupación del costarricense, según lo revelan encuestas de opinión, hechas con frecuencia, desde hace años.
Cada día se dan todo tipo de delincuencias, lo que ha hecho que los ciudadanos ni siquiera puedan estar seguros en sus propias casas.
Ya en las barriadas, donde, hace unos años, lo más trágico de la semana era el borracho que armó una escaramuza en la cantina, es un asunto que se recuerda hasta con nostalgia.
Ahora, es la matanza a tiros entre pandillas de narcotráficos lo que desvive a la población, con saldos humanos tan lamentables como la muerte de niños, en el fuego cruzado entre quienes se adueñaron no sólo del territorio de todos sino, y quizá más importante, de la paz y tranquilidad con que los costarricenses forjaron un estilo de convivencia, por muchos otros países admirado e, incluso, envidiado.
Hoy el crimen organizado es el que quiere imponerse: hace y deshace en esas calles de nadie, donde los balazos van y vienen, así sea que se esté en la antaña paz del hogar.
Las autoridades de este y los anteriores gobiernos han tratado de afrontar y dar solución definitiva a esta oleada criminal pero, de nuevo, las posturas políticas e ideológicas de grupos opositores dan al traste y cada uno quiere jalar para su lado y majarle el mecate a quienes se les dio el poder para administrar la cosa pública.
Por ello, si los costarricenses no ponen las barbas a remojo y dejan de ver hacia el lado, como si no fuera con ellos, el asunto podría convertirse en algo irreversible y se estará a las puertas de baños de sangre, como sucede en México, con casi dos millones más de territorio, por Km. cuadrado, donde hoy se ven masacradas poblaciones enteras, sin que las autoridades ya puedan hacer algo. Y todo por haber negado una realidad que se presentaba en sus narices pero que nadie quiso hacer nada hasta que ya hoy es muy tarde.
Por lo anterior, es hora, en Costa Rica de forjar alianzas entre los actores políticos y sociales del país, si de verdad no se quiere que los problemas con la delincuencia organizada, que de por sí ya es una realidad, se imponga, sin posibilidad alguna de sobrevivir como la sociedad que una vez fue “la suiza centroamericana”.
Costa Rica es un país por mucho privilegiado por sus avances tecnológicos, una económica estable; con una centenaria democracia que ha permitido su desarrollo cultural y social. En fin, este país tiene todo para ser un país desarrollado.
No obstante y a pesar del esfuerzo que han hecho las autoridades, así como las organizaciones ciudadanas, en cada rincón del país, para afrontar muchos problemas, aún falta bastante qué hacer.
La inseguridad ciudadana encabeza la principal preocupación del costarricense, según lo revelan encuestas de opinión, hechas con frecuencia, desde hace años.
Cada día se dan todo tipo de delincuencias, lo que ha hecho que los ciudadanos ni siquiera puedan estar seguros en sus propias casas.
Ya en las barriadas, donde, hace unos años, lo más trágico de la semana era el borracho que armó una escaramuza en la cantina, es un asunto que se recuerda hasta con nostalgia.
Ahora, es la matanza a tiros entre pandillas de narcotráficos lo que desvive a la población, con saldos humanos tan lamentables como la muerte de niños, en el fuego cruzado entre quienes se adueñaron no sólo del territorio de todos sino, y quizá más importante, de la paz y tranquilidad con que los costarricenses forjaron un estilo de convivencia, por muchos otros países admirado e, incluso, envidiado.
Hoy el crimen organizado es el que quiere imponerse: hace y deshace en esas calles de nadie, donde los balazos van y vienen, así sea que se esté en la antaña paz del hogar.
Las autoridades de este y los anteriores gobiernos han tratado de afrontar y dar solución definitiva a esta oleada criminal pero, de nuevo, las posturas políticas e ideológicas de grupos opositores dan al traste y cada uno quiere jalar para su lado y majarle el mecate a quienes se les dio el poder para administrar la cosa pública.
Por ello, si los costarricenses no ponen las barbas a remojo y dejan de ver hacia el lado, como si no fuera con ellos, el asunto podría convertirse en algo irreversible y se estará a las puertas de baños de sangre, como sucede en México, con casi dos millones más de territorio, por Km. cuadrado, donde hoy se ven masacradas poblaciones enteras, sin que las autoridades ya puedan hacer algo. Y todo por haber negado una realidad que se presentaba en sus narices pero que nadie quiso hacer nada hasta que ya hoy es muy tarde.
Por lo anterior, es hora, en Costa Rica de forjar alianzas entre los actores políticos y sociales del país, si de verdad no se quiere que los problemas con la delincuencia organizada, que de por sí ya es una realidad, se imponga, sin posibilidad alguna de sobrevivir como la sociedad que una vez fue “la suiza centroamericana”.