Ha sido en estos días cívicos, cuando se dio en la Asamblea Legislativa, un hecho que nos debe llamar a todos a un profundo examen de conciencia. La oposición de un diputado a que se declarara a Juanito Mora como héroe nacional, argumentando una especie de competencia o “bajada de piso” a la memoria del erizo alajuelense Juan Santamaría, no pudo más que suscitar en muchos una especie de pena ajena, por tratarse –como lo ha llamado un ex rector de la UCR en un programa radial- “…una actitud pueblerina que causa vergüenza”.
La primera reflexión que cabe es que no puede existir competencia en un hecho reconocido por la historia, documentado en sendas investigaciones de costarricenses muy ilustrados y capacitados para realizarlas. No puede haberla porque la labor de ambos héroes fue determinante en sus respectivos ámbitos: Juan Santamaría es el soldado desconocido en quien se reconoce la acción valiente de decenas de soldados que mueren en la memorable Batalla de Rivas y don Juanito es el líder que lleva en sus hombros la estrategia de toda una campaña que culmina con la huída del esclavista y la liberación de la patria. Limitar la gesta de 1856, acontecimiento de grandes repercusiones en la vida nacional, a un evento de implicaciones provinciales, es a todas luces, un acto de absoluta ignorancia.
Por qué pretender minimizar la gesta de 1856 a un solo héroe nacional, cuando fueron tantos los que participaron y dieron su vida por la libertad que hoy nos cobija? Ciertamente la historia no ha sido del todo justa con el reconocimiento a otros grandes como José María Cañas, asesinado de forma burda apenas unos días después del asesinato del mismo Juanito Mora o a Pancha Carrasco, quien en el campo de batalla supo exaltar el valor de todas las mujeres y representó a todas otras heroínas que debieron quedarse al frente de la sociedad mientras sus esposos estaban en el frente de batalla.
En la gloria y la grandeza conquistadas en 1856 participó mucha gente; y es, en el reconocimiento del liderazgo de Juanito Mora, en la valentía del noble Juan y en la abnegación de Pancha Carrasco, que se simboliza el heroísmo de tantos.
Bien hacen muchos estudiosos de la historia patria, en llamar a esta gesta como la segunda independencia y bien haría la Asamblea en hacerse asesorar más y mejor de quienes más saben del tema, a fin de que ante la falta de conocimiento, no se cometan imprecisiones como las recientes.
Los diputados están llamados a contribuir con la formación cívica de la gente que los ha elegido y además, con la cantidad de asesores que tienen, lo lógico es que se hagan asesorar de la forma adecuada y no se precipiten a emitir juicios de valor histórico para los que no están preparados.
Como de manera sabia dice un amigo, hay que preguntarle al que sabe.
La historia no puede borrarla nadie, el heroísmo de tantos es de todos los costarricenses, la competitividad cabe más en otros actos del quehacer nacional ¿y la grandeza intelectual?, puede alcanzarse a punta de estudio serio, sin protagonismos y clamando por más sabiduría.