Viernes, 18 Mayo 2012 05:05

LA VERDADERA FELICIDAD PLENA

Es curioso que, de alguna manera, en nuestro medio, el considerarse o no feliz tenga que depender de los criterios derivados de una realidad tan lejana como la propuesta entre nosotros, hace pocas semanas, por algún estudioso de Bután.
Buen gobierno, sostenibilidad, preservar la cultura, cuidar el medio, usar bien el tiempo o animar comunidades guiadas por buenos gobiernos locales parecerían como las claves para ser felices.
¿Será realmente así?
Me parece que falta una cosa decisiva. Se trata de la cuestión del sentido. Hoy, que la vida del ser humano transcurre entre la tecnoeconomía y la búsqueda del sentido, parece que todo se redujera a una vía doble: o vivir funcionalmente o dar orientación y significado a las tareas, a las luchas y a los mismos logros.
El ser humano solo inmerso en lo funcional y eficaz, en lo productivo y rentable, es claro que no llega a ver otras dimensiones de su vida e historia.
Necesita así ir mas allá de lo puramente inmediato y útil. De ahí que esté siempre en búsqueda de algo más, el sentido de su vida. Pero para él vale lo instrumental, lo funcional, lo constatable y lo empírico. Ello lo pierde y le hace oscura la respuesta del “¿para qué?”
A veces, es tal su miopía, que el ser humano de hoy se llega a desencantar y, por mas buen gobierno y sostenibilidad que tenga, por mas salud y educación que inunde su vida y por mas sano medio ambiente que le rodee, deja de mirar mas allá de sus narices y se desorienta.
Allí es donde entra en escena aquello que le permita responder a su anhelo último. Su necesidad de evocación y de analogía es lo que le permitirá no desencantarse de su realidad y de su vida. El reto se plantea como un evitar a toda costa ser presa de la superficialidad.
Una vez Carlo Carreto decía que la aventura humana tenía respuesta solo “más allá de las cosas”. La sed de sentido y la sensación de vacío en que puede desembocar el vivir del ser humano de hoy se puede subsanar. Pero para ello, para llegar a una verdadera Felicidad Interna Bruta, la búsqueda del gozo pleno sólo se puede construir sobre la base de una experiencia religiosa sana y madura. La experiencia de los pueblos a lo largo de la historia lo demuestran.
Es curioso que, de alguna manera, en nuestro medio, el considerarse o no feliz tenga que depender de los criterios derivados de una realidad tan lejana como la propuesta entre nosotros, hace pocas semanas, por algún estudioso de Bután.
Buen gobierno, sostenibilidad, preservar la cultura, cuidar el medio, usar bien el tiempo o animar comunidades guiadas por buenos gobiernos locales parecerían como las claves para ser felices.
¿Será realmente así?
Me parece que falta una cosa decisiva. Se trata de la cuestión del sentido. Hoy, que la vida del ser humano transcurre entre la tecnoeconomía y la búsqueda del sentido, parece que todo se redujera a una vía doble: o vivir funcionalmente o dar orientación y significado a las tareas, a las luchas y a los mismos logros.
El ser humano solo inmerso en lo funcional y eficaz, en lo productivo y rentable, es claro que no llega a ver otras dimensiones de su vida e historia.
Necesita así ir mas allá de lo puramente inmediato y útil. De ahí que esté siempre en búsqueda de algo más, el sentido de su vida. Pero para él vale lo instrumental, lo funcional, lo constatable y lo empírico. Ello lo pierde y le hace oscura la respuesta del “¿para qué?”
A veces, es tal su miopía, que el ser humano de hoy se llega a desencantar y, por mas buen gobierno y sostenibilidad que tenga, por mas salud y educación que inunde su vida y por mas sano medio ambiente que le rodee, deja de mirar mas allá de sus narices y se desorienta.
Allí es donde entra en escena aquello que le permita responder a su anhelo último. Su necesidad de evocación y de analogía es lo que le permitirá no desencantarse de su realidad y de su vida. El reto se plantea como un evitar a toda costa ser presa de la superficialidad.
Una vez Carlo Carreto decía que la aventura humana tenía respuesta solo “más allá de las cosas”. La sed de sentido y la sensación de vacío en que puede desembocar el vivir del ser humano de hoy se puede subsanar. Pero para ello, para llegar a una verdadera Felicidad Interna Bruta, la búsqueda del gozo pleno sólo se puede construir sobre la base de una experiencia religiosa sana y madura. La experiencia de los pueblos a lo largo de la historia lo demuestran.