Con gran dolor, hoy vemos como la guerra se ha trasladado a otras trincheras y aunque no derrama sangre, sí demuestra un derroche de irrespeto, falta de tolerancia y un deseo absurdo y radical por darle muerte a quien consideramos nuestro enemigo ideológico, religioso, político y, en general, a todos aquellos que no piensan como nosotros queremos que piensen.
Con gran preocupación, hemos observado como algunos estudiantes de la Universidad de Costa Rica, en el contexto de la marcha por la defensa del presupuesto universitario, dramatizan el ahorcamiento del diputado del Movimiento Libertario, Don Otto Guevara, con quien me solidarizo, por luchar por lo que él considera correcto.No podemos juzgar a estos pocos por la generalidad de los estudiantes de esta institución, a quienes, en su momento, les acompañé en su marcha por la defensa del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES). Qué mal que estas pocas personas, intolerantes, irrespetuosas, radicales y fundamentalistas, incurran en conductas tan vergonzosas como esta y que manchan el crisol de conocimiento y democracia inherente al recinto universitario.
Cuando marché por el FEES, en apoyo a mi amada UCR, donde estudié periodismo, algunos de estos intolerantes radicales se me acercaron a increparme y decirme insultos boquiflojos por mi posición sobre otros temas que ellos acuerpan. Sus ofensas y ultrajes irrespetuosos hacen que los títulos clásicos que nos han endilgadoa los defensores de la vida y la familia desde diferentes frentes, como “carvernícolas”, “retrógrados” o “feudales”, parezcan cariñitos bien intensionados. ¡Así de grave!
No es posible que nuestra amada Costa Rica se esté convirtiendo en un lugar en el que solo tienen libertad de expresión, de opinión y de pensamiento, aquellos que forman parte de ciertos grupos con determinada ideología y cosmovisión, que no necesariamente corresponde con la mayoría. Hoy es Don Otto, ayer fuimos nosotros, mañana será usted quien me escucha. Hago un llamado a la cordura, a la prudencia, al respeto y a la tolerancia, con la legitimidad que me da no haber incurrido nunca en estas acciones tan reprochables. Desde todas las trincheras, unas a favor de…, otras en contra de…., aprendamos a manifestarnos con altura, con ética, con la más alta moral, urbanidad y amor al prójimo.Finalmente, no viciemos a las redes sociales como el ágora virtual del futuro, donde muchos dan rienda suelta a su intolerancia y piromanía, por medio de insultos y aspavientos irreverentes, escondidos detrás de su supuesto “yo” digital.
Como bien dijo el célebre filósofo francés, Voltaire, de convicciones profundamente ateas: “No comparto lo que decís, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Fabricio Alvarado