En algún momento de nuestra vida, hemos escuchado a alguien decir que en este país, no hay escándalo que dure tres días. Sin duda, un triste diagnóstico, tan autóctono como nocivo, pues por esa estrechez de memoria, somos reincidentes en una larga lista de males, con los cuales nos hemos acostumbrado a vivir y, ni hacemos nada por resolverlos ni exigimos a quienes elegimos, para que hagan esfuerzos reales y definitivos por hacerlo.
La lista es enorme y por lo tanto es imposible abarcarla toda: Sobornos a policías y actos de corrupción de funcionarios públicos de todo nivel, que en el mejor de los casos son suspendidos por períodos de hasta 6 meses pero con goce de salario, biombos y listas de espera interminables en los hospitales de la Caja, el desmadre en nuestras carreteras donde mueren todos los días inocentes a manos de borrachos al volante, la oferta de drogas en escuelas y colegios de todo el país, el tráfico de influencias al más alto nivel, la inmigración por la libre de delincuentes de todas latitudes, la pésima gestión de la gran mayoría de diputados, la paupérrima participación en las elecciones municipales y lo que es peor la re-elección de gentes con gravísimos cuestionamientos.
Todos esos males no atendidos y todas las soluciones postergadas, retratan una parte del ser costarricense que es necesario cambiar. Olvidamos muy rápido los ticos y eso nos vuelve vulnerables.
Hay una dolencia que nos ha venido aquejando de manera grave en los últimos meses; pero como todo, en esta Costa Rica veraniega y pura vida, ya casi no nos acordamos y hasta hay quienes minimizan la violación a la soberanía de que estamos siendo objeto por ese camarilla de delincuentes y hasta dicen que el territorio que nos quieren robar es un “suampo”. NO señores, son humedales con vida en peligro de extinción, pero ante todo es un pedazo de suelo patrio.
Curiosamente, los que en el pasado han convocado a multitudinarias marchas para defender la soberanía nacional, en esta oportunidad no han dicho ni pío. Los que destruyen obra pública, bloquean calles, levantan barricadas y cubren sus rostros con pasamontañas en defensa de la patria; no se han pronunciado.
¿Qué nos pasa a los ticos, que somos tan olvidadizos? ¿Es acaso que la costumbre de vivir en paz y democracia, han lavado de nuestra memoria, las gestas heroicas que en el pasado libraron costarricenses deseosos de resguardar a la patria de malhechores extranjeros, mercenarios y delincuentes?
Es entendible que el alto grado de alfabetización y la dicha de no tener un ejército, nos hagan personas de paz, pero…¿Es posible que tengamos que aceptar que un delincuente, sin ninguna educación ni respeto por nada, se burle de nosotros y envenene a todo un pueblo sumido en la ignorancia y la miseria por décadas de dictadores y ladrones, y no pase nada?
¿Tendremos que resignarnos a que un pachuco de esta calaña, haga lo que le da la gana en el mismo jardín de nuestra casa, destruya un pedazo del pródigo suelo del que habla nuestro Himno Nacional y en este país sigamos más preocupados por la inauguración de un estadio, por un partido de fútbol y un concierto?. Perdonen que sea aguafiestas, pero mi memoria no puede ser tan corta.
Todavía tengo en mi recuerdo la imagen del comandante nada caminando por las calles de Cartago y todavía en este país, en el mismo Cartago, hay una familia que llora a su padre muerto en el atentado de La Penca, donde ese comandantillo se ocultaba del mismo dictador del que hoy es cómplice. Bajo este límpido cielo, el comandante que no comanda ni su dignidad, hoy se asocia con el maleante que ayer combatía para que lo inviten a la piñata.
El mundo debe entender y tiene la obligación de hacer que hasta el último milímetro de nuestro territorio debe ser respetado. Nuestra dignidad, nuestra vergüenza y nuestra memoria, deben ser resguardadas por nosotros los ticos.
En algún momento de nuestra vida, hemos escuchado a alguien decir que en este país, no hay escándalo que dure tres días. Sin duda, un triste diagnóstico, tan autóctono como nocivo, pues por esa estrechez de memoria, somos reincidentes en una larga lista de males, con los cuales nos hemos acostumbrado a vivir y, ni hacemos nada por resolverlos ni exigimos a quienes elegimos, para que hagan esfuerzos reales y definitivos por hacerlo.
La lista es enorme y por lo tanto es imposible abarcarla toda: Sobornos a policías y actos de corrupción de funcionarios públicos de todo nivel, que en el mejor de los casos son suspendidos por períodos de hasta 6 meses pero con goce de salario, biombos y listas de espera interminables en los hospitales de la Caja, el desmadre en nuestras carreteras donde mueren todos los días inocentes a manos de borrachos al volante, la oferta de drogas en escuelas y colegios de todo el país, el tráfico de influencias al más alto nivel, la inmigración por la libre de delincuentes de todas latitudes, la pésima gestión de la gran mayoría de diputados, la paupérrima participación en las elecciones municipales y lo que es peor la re-elección de gentes con gravísimos cuestionamientos.
Todos esos males no atendidos y todas las soluciones postergadas, retratan una parte del ser costarricense que es necesario cambiar. Olvidamos muy rápido los ticos y eso nos vuelve vulnerables.
Hay una dolencia que nos ha venido aquejando de manera grave en los últimos meses; pero como todo, en esta Costa Rica veraniega y pura vida, ya casi no nos acordamos y hasta hay quienes minimizan la violación a la soberanía de que estamos siendo objeto por ese camarilla de delincuentes y hasta dicen que el territorio que nos quieren robar es un “suampo”. NO señores, son humedales con vida en peligro de extinción, pero ante todo es un pedazo de suelo patrio.
Curiosamente, los que en el pasado han convocado a multitudinarias marchas para defender la soberanía nacional, en esta oportunidad no han dicho ni pío. Los que destruyen obra pública, bloquean calles, levantan barricadas y cubren sus rostros con pasamontañas en defensa de la patria; no se han pronunciado.
¿Qué nos pasa a los ticos, que somos tan olvidadizos? ¿Es acaso que la costumbre de vivir en paz y democracia, han lavado de nuestra memoria, las gestas heroicas que en el pasado libraron costarricenses deseosos de resguardar a la patria de malhechores extranjeros, mercenarios y delincuentes?
Es entendible que el alto grado de alfabetización y la dicha de no tener un ejército, nos hagan personas de paz, pero…¿Es posible que tengamos que aceptar que un delincuente, sin ninguna educación ni respeto por nada, se burle de nosotros y envenene a todo un pueblo sumido en la ignorancia y la miseria por décadas de dictadores y ladrones, y no pase nada?
¿Tendremos que resignarnos a que un pachuco de esta calaña, haga lo que le da la gana en el mismo jardín de nuestra casa, destruya un pedazo del pródigo suelo del que habla nuestro Himno Nacional y en este país sigamos más preocupados por la inauguración de un estadio, por un partido de fútbol y un concierto?. Perdonen que sea aguafiestas, pero mi memoria no puede ser tan corta.
Todavía tengo en mi recuerdo la imagen del comandante nada caminando por las calles de Cartago y todavía en este país, en el mismo Cartago, hay una familia que llora a su padre muerto en el atentado de La Penca, donde ese comandantillo se ocultaba del mismo dictador del que hoy es cómplice. Bajo este límpido cielo, el comandante que no comanda ni su dignidad, hoy se asocia con el maleante que ayer combatía para que lo inviten a la piñata.
El mundo debe entender y tiene la obligación de hacer que hasta el último milímetro de nuestro territorio debe ser respetado. Nuestra dignidad, nuestra vergüenza y nuestra memoria, deben ser resguardadas por nosotros los ticos.