Sábado, 22 Mayo 2010 08:43

La Familia y la Escuela como cuna de Valores fundamentales…

Soy un creyente fiel de que la familia y la escuela son esas nacientes de donde deben brotar cristalinas: la honestidad,  la verdad, la responsabilidad, la justicia y todos esos valores que deben regir la vida de las personas.

 

Uno de estos días, mi hijo mayor llevó un juguete a la escuela y por la tarde, volvió triste porque alguien lo sacó de su bulto y se lo llevó.  Yo,  en afán correctivo, le dije que dentro de sus responsabilidades escolares, no está el llevar juguetes y que si no tiene actividades de juego que le agraden durante los recreos, la lectura podría ser un pasatiempo maravilloso y que por lo tanto era su culpa la pérdida del dichoso juguete.

 

Debo aceptar que fui por lana y salí trasquilado o para ser más claro,  fui a formar y terminé siendo formado por mi pequeño de 10 años, quien me dijo que si bien él no tenía porqué llevar juguetes a la Escuela y ese era un aspecto que quedaba absolutamente claro, tampoco era correcto que otro compañero tomara cosas que no son de su propiedad y se apropiara de ellas,  pues eso se llama robar y que nosotros le habíamos enseñado que las cosas ajenas no se toman.

 

Entenderán ustedes que ante semejante razonamiento,  quedé sin palabras y es por eso que hoy he querido compartir con los amables oyentes de Panorama esta reflexión,  que toca un valor básico de la sociedad, como lo es la HONESTIDAD; tan cacareada siempre por todo el mundo pero dolorosamente, tan violentada en los tiempos actuales.

 

Lo más relevante de esto,  es que el mecanismo para formar en los pequeños el valor de la honestidad y otros valores,  es el ejemplo de los padres y luego,  mediante el abordaje de estos temas como reflexiones de grupo en las escuelas y colegios.  Claro, si los padres de esos niños,  suelen sobornar oficiales de tránsito,  tiran la basura en la calle,  hablan de forma soez en su casa o roban en sus trabajos;  pues,  no podremos esperar que los niños actúen de forma distinta. 

 

También es claro, que la responsabilidad primaria de esta formación en este y otros valores es en el hogar.  Sin embargo,  ante la renuncia que muchos hogares hacen de esa obligación,  hay que insistir en que la escuela también debe asumir el rol de formador y por supuesto,  yo aprovecho este maravilloso medio para hacerlo.  Este ha de ser, un reto de primer orden, ha de convertirse en todo un proyecto país, pues de lo contrario, no habrá forma de ganarle la batalla a los antivalores.

 

 

 

El trabajo ha de ser tenaz, pues solo basta abrir los periódicos o encender la televisión cada día; para ver pasar  el desfile de actos delincuenciales  llevados a cabo desde cualquier nivel social;  desde la entidad pública o privada,  desde el funcionario público de más baja jerarquía hasta aquellos que han ocupado cargos del más alto nivel en diversas entidades. 

 

En esa interminable lista de funcionarios corruptos,  hemos visto como unos han sufrido el escarnio de la cárcel y otros,   cínicos además de delincuentes,  se han refugiado fuera de nuestras fronteras o se han visto protegidos por inmunidades de cualquier tipo para no tener que hacer frente al peso de la ley;  otros,  han comprado su libertad con sobornos y arreglos espurios para no verse sometidos a penas de cárcel.

 

La Cámara Nacional de Radio nos hace el honor a quienes escribimos nuestras opiniones,  de usar este mecanismo como punta de lanza para formar y hacer un llamado de reflexión a niños, jóvenes y adultos,  para que los que hoy ven como normal apropiarse de cosas pequeñas,  empiecen a tomar conciencia ahora de que es así como se inicia la carrera de los delincuentes y que los que hoy purgan penas en la cárcel por robos agravados,  un día iniciaron su carrera robando pequeñeces. 

 

Será bueno en ese esfuerzo concientizador,  recalcar en los niños y jóvenes y ante todo enseñarles con el ejemplo;  que la honestidad es un valor de vida primario,  tan supremo como el amor y que,  así como el amor se nutre de la fidelidad en lo poco y en lo mucho, la honestidad se alimenta de respetar lo ajeno, sin importar si es mucho o poco.