La huelga de los empleados de la CCSS nació muerta. Desde su inicio, llena de huecos panfletos, se sabía su desenlace: cerca de cuatro mil trabajadores de esa Institución fueron embarcados y nunca llegaron a tierra firme.
Hoy estos huelguitas quedaron ahogados con la rebaja de cuatro días de salario, además del desprestigio ante la población. Y eso que toparon con suerte de que, por estar pendiente una acción de inconstitucionalidad que impedía la declararatoria de ilegalidad de la huelga, no fueron despedidos sin responsabilidad alguna por parte del Estado.
Es más, aquél podría cobrarles el daño social que sus actuaciones causaron y que costó cerca de cuatrocientos millones de colones a la, de por sí, raquítica situación financiera de la CCSS.
Es realmente lamentable que se haya llamado a una huelga que, aunque para sus “dirigentes” su propósito era “defender a la Caja”, en realidad su ÚNICO objetivo fue que se desobedeciera un pronunciamiento vinculante de la Procuraduría General de la República y advertido también por la Contraloría General. El tema en sí, además de inmoral, pues tenía tal propósito, era claramente ilegal y por tanto nunca debió echarse a andar.
Si bien la Constitución Política y el Código de Trabajo reconocen el derecho de huelga de todo trabajador, lo cierto es que el pronunciamiento, de larga data, de la Procuraduría, no dejaba lugar a dudas sobre su obligado cumplimiento dado que, desde el punto de vista técnico-legal, los montos en dinerario que se reciben por incapacidad laboral es un subsidio y no es un salario, de modo que así como no puede ser afectado por las cargas sociales tampoco debe ser utilizado para el cálculo de vacaciones, aguinaldo, salario escolar, entre otros derechos laborales.
Ahora, sólo queda que la experiencia de esta nefasta huelga, para todos los asegurados muy traumática, sea el acicate necesario para que, verdaderamente, se defienda a este benemérita Institución, de los abusos que ha sufrido en los 70 años de su creación y continúe siendo ejemplo de un Estado solidario para todo el mundo.
La huelga de los empleados de la CCSS nació muerta. Desde su inicio, llena de huecos panfletos, se sabía su desenlace: cerca de cuatro mil trabajadores de esa Institución fueron embarcados y nunca llegaron a tierra firme.
Hoy estos huelguitas quedaron ahogados con la rebaja de cuatro días de salario, además del desprestigio ante la población. Y eso que toparon con suerte de que, por estar pendiente una acción de inconstitucionalidad que impedía la declararatoria de ilegalidad de la huelga, no fueron despedidos sin responsabilidad alguna por parte del Estado.
Es más, aquél podría cobrarles el daño social que sus actuaciones causaron y que costó cerca de cuatrocientos millones de colones a la, de por sí, raquítica situación financiera de la CCSS.
Es realmente lamentable que se haya llamado a una huelga que, aunque para sus “dirigentes” su propósito era “defender a la Caja”, en realidad su ÚNICO objetivo fue que se desobedeciera un pronunciamiento vinculante de la Procuraduría General de la República y advertido también por la Contraloría General. El tema en sí, además de inmoral, pues tenía tal propósito, era claramente ilegal y por tanto nunca debió echarse a andar.
Si bien la Constitución Política y el Código de Trabajo reconocen el derecho de huelga de todo trabajador, lo cierto es que el pronunciamiento, de larga data, de la Procuraduría, no dejaba lugar a dudas sobre su obligado cumplimiento dado que, desde el punto de vista técnico-legal, los montos en dinerario que se reciben por incapacidad laboral es un subsidio y no es un salario, de modo que así como no puede ser afectado por las cargas sociales tampoco debe ser utilizado para el cálculo de vacaciones, aguinaldo, salario escolar, entre otros derechos laborales.
Ahora, sólo queda que la experiencia de esta nefasta huelga, para todos los asegurados muy traumática, sea el acicate necesario para que, verdaderamente, se defienda a este benemérita Institución, de los abusos que ha sufrido en los 70 años de su creación y continúe siendo ejemplo de un Estado solidario para todo el mundo.