Miércoles, 21 Marzo 2012 03:14

FECHA DE VENCIMIENTO

“No hay día que no se llegue, ni plazo que no se venza” las máximas populares están impregnadas de sabiduría, todo bajo el sol tiene fecha de vencimiento.
No es extraño escuchar a un funcionario público decir: “estoy en propiedad” y este solo hecho lo reviste de un fuero contra cualquier acechanza, aunque haga su trabajo con desgano se siente intocable, eterno, infalible, cuando lo irrefutablemente cierto es que todos…absolutamente todos, somos interinos, aves de paso, aunque sea larga la estación en el camino, nadie sobrevivirá.
Con mucha frecuencia olvidamos lo transitoria de la existencia, a no pocos obnubila el poder, el presidente venezolano Hugo Cháves Frías, tuvo que admitir lo contado de sus días, cuando hace apenas un tiempo, antes de la enfermedad que le fue diagnosticada, hablaba como el pequeño dios que regía los destinos de su pueblo, al que llevaría a la tierra prometida de un socialismo utópico, rancio, inviable.
“Nada es para siempre” es el título de una hermosa película plena de paisajes, las criaturas mutamos a cada instante, el que fuimos ayer, ya no lo somos hoy y mucho menos mañana.
“Vanidad de vanidades” reza el proverbio bíblico, una frase que debería colocarse en grandes carteles en cualquier vía que transitemos y así recordarnos la fragilidad humana, lo endeble de nuestra existencia, lo fatuo del orgullo, del poder, de los bienes materiales, de lo suntuoso, todo efímero y pasajero.
“Simplifica…simplifica” fue la hermosa máxima del sabio norteamericano Henry David Thoreau y es que a decir verdad, deberíamos alivianar la carga del camino,  así será mas sencillo el tránsito hacia el infinito.
Todo tiene fecha de vencimiento, no solo el producto que adquirimos en el mercado es perecedero, a diferencia de lo material, en donde se lee lo finito de su vigencia, los seres humanos lo ignoramos, podemos estar a segundos, a minutos, pueden ser horas o talvez días, la fecha de caducidad es un misterio y aunque venimos al mundo con ese sello indeleble, su tinta imborrable, escapa a la más aguda de las miradas.
“No hay día que no se llegue, ni plazo que no se venza” las máximas populares están impregnadas de sabiduría, todo bajo el sol tiene fecha de vencimiento.
No es extraño escuchar a un funcionario público decir: “estoy en propiedad” y este solo hecho lo reviste de un fuero contra cualquier acechanza, aunque haga su trabajo con desgano se siente intocable, eterno, infalible, cuando lo irrefutablemente cierto es que todos…absolutamente todos, somos interinos, aves de paso, aunque sea larga la estación en el camino, nadie sobrevivirá.
Con mucha frecuencia olvidamos lo transitoria de la existencia, a no pocos obnubila el poder, el presidente venezolano Hugo Cháves Frías, tuvo que admitir lo contado de sus días, cuando hace apenas un tiempo, antes de la enfermedad que le fue diagnosticada, hablaba como el pequeño dios que regía los destinos de su pueblo, al que llevaría a la tierra prometida de un socialismo utópico, rancio, inviable.
“Nada es para siempre” es el título de una hermosa película plena de paisajes, las criaturas mutamos a cada instante, el que fuimos ayer, ya no lo somos hoy y mucho menos mañana.
“Vanidad de vanidades” reza el proverbio bíblico, una frase que debería colocarse en grandes carteles en cualquier vía que transitemos y así recordarnos la fragilidad humana, lo endeble de nuestra existencia, lo fatuo del orgullo, del poder, de los bienes materiales, de lo suntuoso, todo efímero y pasajero.
“Simplifica…simplifica” fue la hermosa máxima del sabio norteamericano Henry David Thoreau y es que a decir verdad, deberíamos alivianar la carga del camino,  así será mas sencillo el tránsito hacia el infinito.
Todo tiene fecha de vencimiento, no solo el producto que adquirimos en el mercado es perecedero, a diferencia de lo material, en donde se lee lo finito de su vigencia, los seres humanos lo ignoramos, podemos estar a segundos, a minutos, pueden ser horas o talvez días, la fecha de caducidad es un misterio y aunque venimos al mundo con ese sello indeleble, su tinta imborrable, escapa a la más aguda de las miradas.