Nadie discute el derecho que le asiste a los trabajadores de descansar y recrearse en un lugar digno, pero tiene que ser algo accesible a todos los afiliados, en el fondo, si se prosigue con un proyecto readecuado, porque la decisión aguarda, el Golfo de Papagayo no solo tiene que ser sitio para multimillonarios extranjeros, por el contrario, debe estar abierto a la clase trabajadora, no sólo de los asociados de la Asociación Solidarista de la Caja, sino al grueso de funcionarios públicos del país.
El solidarismo costarricense debe volver a la fuente original que impulsó a don Alberto Martén a procurar la sinergia entre patronos y obreros en búsqueda de la armonía y el bienestar conjunto, la lección de la mayor entidadsolidarista del país, donde la Asamblea dio un golpe de timón y le recordó a los directores, que sólo son depositarios de los mandatos supremos y quienes pretendan levantar un altar para el ego o las vanidades, simplemente deben irse o ser echados como lo determinó la voluntad mayoritaria de los trabajadores de la Caja afiliados.
La Asociación Solidarista de los empleados de la Caja Costarricense de Seguro Social, es una de las más sólidas organizaciones sociales del país y su futuro es promisorio, con la destitución de la anterior junta directiva, se le recordó a algunos que una entidad tan noble no puede ser feudo personal o particular, altar de vanidades humanas y menos conducirse a espaldas a sus legítimos dueños.
Ciertamente los trabajadores de la Caja no tienen un bolsillo de “Cinco Estrellas”, pero tienen coraje y vergüenza cuando de defender su patrimonio se trata.