En uno y otro caso, unas lecturas que, además, al menos en lo contextual, se han dado en los días previos y posteriores a la celebración del aniversario de dos acontecimientos distintos pero con un elemento común. Los hechos, primero, el aniversario de la elección de un líder tan particular como el Pontífice actual y, el otro, el aniversario de la reacción de Figueres, al sur de nuestro país que, como sabemos, ayudó a consolidar un periodo de nuestra historia mas que decisivo. Lo que tienen en común ambos aniversarios es el conjunto de características que reúnen los dos celebrados y que los hacen líderes, cada uno claro está, en su lugar y sus circunstancias.
Como fácilmente se nota, este breve comentario desea decir algo acerca del liderazgo. Las circunstancias lo ameritan.
El líder, empecemos diciendo, puede ser mirado como aquel que es capaz de influir en las gentes para que se empeñen en alcanzar grandes objetivos. Churchill, Schuman o De Gasperi o Adenauer nos muestra cómo se hace eso.
Una vez que un líder ha concebido un objetivo va tras él, procura que otros se empeñen de cara al mismo y traza una senda, marca la estrategia, inicia el camino y no lo deja hasta que vea concluido el recorrido. Así Julio Acosta, Jiménez Oreamuno, Figueres o Calderón que, aparte de sus condiciones personales peculiares, lograron forjar un verdadero “network” a partir de personas motivadas para hacer lo que faltaba y enrumbar la barca.
Solamente cuando han logrado todo esto, los líderes auténticos resuelven el relevo o si sus fuerzas acaban pueden pasar el testigo a alguien que tenga el perfil ideal.
Yanina Méndez de la Universidad de Buenos Aires indica el verdadero líder, el que es necesario en organizaciones y estados, tiende a mostrar una inteligencia incisiva, un criterio claro sobre los grandes temas, sabe interactuar con naturalidad con los demás y los anima, trabaja bien bajo presión, es capaz de tomar decisiones, sabe estar al mando y se siente siempre seguro de sí.
Cuando una persona se llama a sí misma o, en algún caso extremo, solamente la llaman “líder” y no es capaz de generar nada, ni ilusiona a nadie ni marca una ruta y se marcha así sin mas, solo resta una cosa: sustituir. En política esto es esencial, en el mundo empresarial es decisivo. En ambos casos, un asunto de sobrevivencia.