Viernes, 13 Enero 2012 09:53

El otro país

Hace algunos días tuve ocasión de oírle a Mercedes Sosa su versión de El Otro País. Una canción que hoy día, en un país con 21% de personas en la miseria, nos debe sonar a muchas cosas.
En la canción de Mercedes el otro país pasa hambres, camina descalzo, duerme en el andén y no tiene a qué puerta golpear para pedir auxilio. En nuestra realidad el otro país duerme en las aceras de la capital, vive en tugurios, deserta de la escuela y espera diez años por un examen médico urgente.
Mercedes Sosa habla del otro país que carece de libertad y lo asola la impunidad. En nuestra sociedad el otro país sufre de la posibilidad de ser escuchado adecuadamente y lo asola la inseguridad.
Mas la canción a la que aquí nos referimos tiene un elemento de esperanza. Habla de alguien que trae esperanza, con el puño alzado y los pañuelos blancos se animan y lo reciben con esperanza.
Ese que viene tiene un sueño y desea luchar por él pues se lo cree y lo ama. La ilusión le mueve. Las carencias del otro país lo animan.
En este país ese “che compañero”, del que habla Mercedes Sosa en su canción, ¿dónde estará entre nosotros?
Desde hace ya muchos años carecemos de una esperanza así. Hace mucho que el otro país, el miserable y vulnerable, no tienen en quien creer ni en torno a quien ondear blancos pañuelos.
El otro país sigue sufriendo y  espera. Hace filas, es maltratado y sigue esperando. Cada cuatro años lo engañan y sigue esperando.
¿Será que ese que pelea para defender el sueño de un mundo mejor surgirá pronto? ¿Será que el otro país nuestro que espera, sufre y padece dejará algún día de seguir esperando y podrá confiar en alguien que le devuelva la capacidad de creer?
Yo ciertamente confío en que podremos contemplar a un costarricense que surja de entre sus hermanos y llegue para marcar el rumbo, atraer tiempos mejores y para señalar una ruta marcada por la lucha honesta por el bien común, los interés de los sin voz y por la recuperación de nuestra identidad y orgullo nacional.
De momento no hay ese en quien se pueda creer. Solo existe ese otro país que sigue cargando sobre sus hombres la pobreza, el hambre y la deserción del sistema educativo. Ese otro país está ahí y padece y espera. ¿Tendrá tanto ánimo para seguir en esas? Es una pregunta que debemos hacernos aquí y ahora.
Hace algunos días tuve ocasión de oírle a Mercedes Sosa su versión de El Otro País. Una canción que hoy día, en un país con 21% de personas en la miseria, nos debe sonar a muchas cosas.
En la canción de Mercedes el otro país pasa hambres, camina descalzo, duerme en el andén y no tiene a qué puerta golpear para pedir auxilio. En nuestra realidad el otro país duerme en las aceras de la capital, vive en tugurios, deserta de la escuela y espera diez años por un examen médico urgente.
Mercedes Sosa habla del otro país que carece de libertad y lo asola la impunidad. En nuestra sociedad el otro país sufre de la posibilidad de ser escuchado adecuadamente y lo asola la inseguridad.
Mas la canción a la que aquí nos referimos tiene un elemento de esperanza. Habla de alguien que trae esperanza, con el puño alzado y los pañuelos blancos se animan y lo reciben con esperanza.
Ese que viene tiene un sueño y desea luchar por él pues se lo cree y lo ama. La ilusión le mueve. Las carencias del otro país lo animan.
En este país ese “che compañero”, del que habla Mercedes Sosa en su canción, ¿dónde estará entre nosotros?
Desde hace ya muchos años carecemos de una esperanza así. Hace mucho que el otro país, el miserable y vulnerable, no tienen en quien creer ni en torno a quien ondear blancos pañuelos.
El otro país sigue sufriendo y  espera. Hace filas, es maltratado y sigue esperando. Cada cuatro años lo engañan y sigue esperando.
¿Será que ese que pelea para defender el sueño de un mundo mejor surgirá pronto? ¿Será que el otro país nuestro que espera, sufre y padece dejará algún día de seguir esperando y podrá confiar en alguien que le devuelva la capacidad de creer?
Yo ciertamente confío en que podremos contemplar a un costarricense que surja de entre sus hermanos y llegue para marcar el rumbo, atraer tiempos mejores y para señalar una ruta marcada por la lucha honesta por el bien común, los interés de los sin voz y por la recuperación de nuestra identidad y orgullo nacional.
De momento no hay ese en quien se pueda creer. Solo existe ese otro país que sigue cargando sobre sus hombres la pobreza, el hambre y la deserción del sistema educativo. Ese otro país está ahí y padece y espera. ¿Tendrá tanto ánimo para seguir en esas? Es una pregunta que debemos hacernos aquí y ahora.