Lunes, 11 Enero 2016 11:57

El clientelismo político en Costa Rica

Los y las costarricenses nos preciamos de vivir en un sistema democrático, en el que teóricamente el pueblo tiene derecho a elegir a sus gobernantes, y por lo tanto, a sentirse representado en ellos.

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O más puntualmente, a constituir un gobierno del pueblo y para el pueblo. Sin embargo, nuestra democracia, para muchos consolidada, tiene grandes debilidades estructurales que progresivamente han venido socavando sus bases. Una de ellas, y quizá la principal, es el clientelismo político que aflora a la superficie permanentemente y queda desnudado cada vez que se presentan procesos electorales, ya sea a nivel nacional, en gobiernos locales o inclusive en universidades públicas.
Desgraciadamente ese clientelismo político ya se ha convertido en un sistema, en el que el poder de las altas jerarquías es utilizado no para otorgar un servicio sino para la obtención de un beneficio privado. El funcionario investido de suficiente poder toma decisiones que favorecen a gran cantidad de personas (sus clientes) quienes lo recompensan con acciones que lo llevan a perpetuarse en el poder. Esa relación clientelar se fortalecetambién mediante ofrecimientos particulares, amenazas para excluir a quienes no sean “solidarios” y hasta con proyectos de distinta índole que trascienden temporalmente el periodo de gobierno para el cual fue electo.
Para que este sistema clientelar funcione bien requiere de la complicidad de las partes interesadas. Por un lado, quienes pretenden mantenerse en el poder hacen promesas de puestos en propiedad, de construcción de infraestructura y de continuidad en puestos de confianza a personal subalterno. Ofrecen hasta lo imposible. Todo ello a cambio de votos y disponiendo de los recursos públicos como si fueran una piñata.
Por otro lado, el personal subordinado acepta como válidas las promesas, ya sea por necesidades personales o como una forma de resolver las falencias del sistema en que se halla inserto.
Para atacar y erradicar este clientelismo político el país requiere de una ciudadanía diferente, capaz de pensar y cuestionar cada una de las acciones de sus gobernantes, analizar si realmente están cumpliendo con el mandato constitucional de ser servidores públicos o si solo ostentan sus cargos para satisfacer deseos personales de poder.
Esa ciudadanía también debe tener claro que los recursos institucionales nunca deben ser utilizados de manera corrupta para propiciar el clientelismo y en un contundente ejercicio de libertad no participar de un juego perverso para la democracia que solo apunta a resolver la inmediatez, olvidando toda visión sólida de futuro.
José Ángel Vargas Vargas