En Costa Rica el agro se encoge y con él los agricultores. La importancia relativa del agro en la economía cayó significativamente: en empleo, en producción y exportaciones; en presupuesto, en tecnología, en investigación y en crédito.
¿Cuál es el futuro del agricultor? Esta es la pregunta que gobierno, políticos, profesionales, académicos, organizaciones no gubernamentales y sociedad debemos empezar a hacernos. ¿Cuál es el futuro del agricultor en tiempos de un aparato estatal agrícola casi irrelevante y de una población de agricultores envejecida sin que existan incentivos para el relevo generacional? ¿Cuál es el futuro del agricultor en tiempos de recortes de presupuesto, de apertura comercial y de desequilibrio entre los precios que se pagan en la finca y los precios de venta al consumidor?
Solo como ejemplo recordemos el reciente caso de los productores de frijoles. Cifras del Sistema de Información e Inteligencia de Mercados del Consejo Nacional de Producción para la semana del 25 de abril al 1º de mayo, confirman la advertencia del Colegio de Ingenieros Agrónomos en el sentido que cómo son perjudicados los productores, con precios bajos, y los consumidores, con precios altos, mientras que el grueso de la ganancia se queda en los intermediarios.
Según la información citada, un kilo de tomate sale de la finca a ¢166 y es pagado por el consumidor, en el supermercado, a ¢380; un kilo de cebolla en la finca se paga a ¢150 y en el supermercado a ¢356.50. Estos aumentos de precios alcanzan hasta un 500 por ciento, como es el caso de la carne de vaca, que se paga a ¢1.100 por kilo en canal al productor, mientras que el consumidor paga hasta ¢5.000 por kilo de lomito en la carnicería.
¿Cómo evitar ese desequilibrio entre los precios en la finca y los precios de venta al consumidor? El Colegio de Ingenieros Agrónomos ha insistido en la necesidad de la intervención del Estado para regular los precios y asegurar mercados a nuestros agricultores. No se trata de crear regulaciones en la cadena, es proporcionar reglas claras y justas en el proceso de comercialización puesto que no hay verdadera competencia, sino el control de unos pocos. Desde el Colegio hemos reiterado la necesidad de avanzar hacia una agricultura eficiente y tecnificada, la cual requiere visión y voluntad política para invertir en investigación, en extensión y en la reconstrucción de la infraestructura institucional agrícola.
Estas son las preguntas a las que debemos dar respuesta inmediata porque la solución a los altos precios de la comida está en la agricultura nacional, no en la dependencia de los mercados externos. El agro costarricense y los agricultores merecen y necesitan que el Estado invierta en ellos. Feliz Día del Agricultor
Ing. Cristóbal Montoya Marín
Presidente. Cédula Nº 104131248
En Costa Rica el agro se encoge y con él los agricultores. La importancia relativa del agro en la economía cayó significativamente: en empleo, en producción y exportaciones; en presupuesto, en tecnología, en investigación y en crédito.
¿Cuál es el futuro del agricultor? Esta es la pregunta que gobierno, políticos, profesionales, académicos, organizaciones no gubernamentales y sociedad debemos empezar a hacernos. ¿Cuál es el futuro del agricultor en tiempos de un aparato estatal agrícola casi irrelevante y de una población de agricultores envejecida sin que existan incentivos para el relevo generacional? ¿Cuál es el futuro del agricultor en tiempos de recortes de presupuesto, de apertura comercial y de desequilibrio entre los precios que se pagan en la finca y los precios de venta al consumidor?
Solo como ejemplo recordemos el reciente caso de los productores de frijoles. Cifras del Sistema de Información e Inteligencia de Mercados del Consejo Nacional de Producción para la semana del 25 de abril al 1º de mayo, confirman la advertencia del Colegio de Ingenieros Agrónomos en el sentido que cómo son perjudicados los productores, con precios bajos, y los consumidores, con precios altos, mientras que el grueso de la ganancia se queda en los intermediarios.
Según la información citada, un kilo de tomate sale de la finca a ¢166 y es pagado por el consumidor, en el supermercado, a ¢380; un kilo de cebolla en la finca se paga a ¢150 y en el supermercado a ¢356.50. Estos aumentos de precios alcanzan hasta un 500 por ciento, como es el caso de la carne de vaca, que se paga a ¢1.100 por kilo en canal al productor, mientras que el consumidor paga hasta ¢5.000 por kilo de lomito en la carnicería.
¿Cómo evitar ese desequilibrio entre los precios en la finca y los precios de venta al consumidor? El Colegio de Ingenieros Agrónomos ha insistido en la necesidad de la intervención del Estado para regular los precios y asegurar mercados a nuestros agricultores. No se trata de crear regulaciones en la cadena, es proporcionar reglas claras y justas en el proceso de comercialización puesto que no hay verdadera competencia, sino el control de unos pocos. Desde el Colegio hemos reiterado la necesidad de avanzar hacia una agricultura eficiente y tecnificada, la cual requiere visión y voluntad política para invertir en investigación, en extensión y en la reconstrucción de la infraestructura institucional agrícola.
Estas son las preguntas a las que debemos dar respuesta inmediata porque la solución a los altos precios de la comida está en la agricultura nacional, no en la dependencia de los mercados externos. El agro costarricense y los agricultores merecen y necesitan que el Estado invierta en ellos. Feliz Día del Agricultor
Ing. Cristóbal Montoya Marín
Presidente. Cédula Nº 104131248