Los cimientos de nuestra democracia y desarrollo están basados en la educación. Por eso Celebro con gran optimismo que el actual Parlamento, haya hecho realidad un viejo sueño y quizá el mayor logro que en el campo de la educación haya alcanzado este país. Con la aprobación en tercer debate, en el plenario legislativo se modifica el imperativo constitucional, y pasa del 6 al 8 % del producto interno bruto que será destinado a la educación pública, esto nos permitirá seguir transitando por el camino que nos ha hecho ejemplo en el mundo.
Desde hace más de siglo y medio se declaró la educación primaria gratuita y obligatoria. Luego se lograrían otras conquistas que nos han ubicado posiblemente en el país más alfabetizado de América Latina. Esa mentalidad progresista de nuestros gobernantes conscientes que solo con una buena educación podíamos romper las pesadas cadenas que en el pasado nos tuvo atados a arcaicas estructuras, hizo que se hiciera efectivo aquel también viejo axioma de que tenemos más escuelas que cuarteles y más maestros que soldados.
Esta monumental conquista debe ser celebrada por tirios y troyanos. La norma constitucional que incrementa al 8 % del producto interno bruto para educación, tan sólo ese 2 % de aumento significa alrededor de 400 mil millones de colones más del presupuesto nacional.
Una vez alcanzado ese triunfo debemos replantearnos en qué y cómo vamos a invertir esos recursos. Esta nueva obligación del Estado Costarricense implica una enorme oportunidad, bienvenidos esos recursos y bienvenida la eficacia. Sin embargo, valga esta oportunidad para preguntarnos si contamos con los parámetros de objetivos y metas para medir esa eficacia.
No pensemos en esos recursos adicionales tan solo para construir aulas o reemplazar viejos pupitres, sino especialmente emplearlos para una adecuada educación, además en igualdad de condiciones a grupos humanos que padecen marginalidad y postergación. Que la buena calidad de la educación sea germen de muchas virtudes, aquella que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos.
No se trata de educar solo para favorecer la generación de empleos productivos en un mundo cada vez más competitivo. La esencia de este triunfo histórico es educar también para aprender a vivir en los valores universales de la solidaridad, la justicia social, la tolerancia, la convivencia pacífica y democrática y el amor hecho compromiso con la Patria.
Oscar Alfaro Zamora- Diputado
Los cimientos de nuestra democracia y desarrollo están basados en la educación. Por eso Celebro con gran optimismo que el actual Parlamento, haya hecho realidad un viejo sueño y quizá el mayor logro que en el campo de la educación haya alcanzado este país. Con la aprobación en tercer debate, en el plenario legislativo se modifica el imperativo constitucional, y pasa del 6 al 8 % del producto interno bruto que será destinado a la educación pública, esto nos permitirá seguir transitando por el camino que nos ha hecho ejemplo en el mundo.
Desde hace más de siglo y medio se declaró la educación primaria gratuita y obligatoria. Luego se lograrían otras conquistas que nos han ubicado posiblemente en el país más alfabetizado de América Latina. Esa mentalidad progresista de nuestros gobernantes conscientes que solo con una buena educación podíamos romper las pesadas cadenas que en el pasado nos tuvo atados a arcaicas estructuras, hizo que se hiciera efectivo aquel también viejo axioma de que tenemos más escuelas que cuarteles y más maestros que soldados.
Esta monumental conquista debe ser celebrada por tirios y troyanos. La norma constitucional que incrementa al 8 % del producto interno bruto para educación, tan sólo ese 2 % de aumento significa alrededor de 400 mil millones de colones más del presupuesto nacional.
Una vez alcanzado ese triunfo debemos replantearnos en qué y cómo vamos a invertir esos recursos. Esta nueva obligación del Estado Costarricense implica una enorme oportunidad, bienvenidos esos recursos y bienvenida la eficacia. Sin embargo, valga esta oportunidad para preguntarnos si contamos con los parámetros de objetivos y metas para medir esa eficacia.
No pensemos en esos recursos adicionales tan solo para construir aulas o reemplazar viejos pupitres, sino especialmente emplearlos para una adecuada educación, además en igualdad de condiciones a grupos humanos que padecen marginalidad y postergación. Que la buena calidad de la educación sea germen de muchas virtudes, aquella que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos.
No se trata de educar solo para favorecer la generación de empleos productivos en un mundo cada vez más competitivo. La esencia de este triunfo histórico es educar también para aprender a vivir en los valores universales de la solidaridad, la justicia social, la tolerancia, la convivencia pacífica y democrática y el amor hecho compromiso con la Patria.
Oscar Alfaro Zamora- Diputado