La clase política que, desde hace unos treinta años y me refiero a presidentes, diputados y munícipes, ha venido gobernando este país, ha dado hartas muestras de que muchas de sus iniciativas son más ocurrencias, que la consecuencia de estudios, investigaciones, análisis y interpretaciones visionarias e inteligentes.
Actualmente, funcionarios de la Contraloría General de la República, en cumplimiento a la ley, están visitando personalmente a personas que viven zonas marítimas, propiedad del Estado, por una ley, para informarles que aunque por generaciones han vivido en esos lugares, deben abandonarlas pues de acuerdo a una ley no tienen ningún derecho de seguir viviendo en esas tierras.
Ante la situación anterior, uno no puede menos que preguntarse, si los citados funcionarios públicos, también, les llegan con una alternativa digna adonde irse a vivir y ganarse la vida o solo, les dicen jalen y vayan a ver cómo siguen viviendo. Me temo que esto último es lo que impera, nada más injusto por deshumanizado.
Ahora ¿quién o quiénes son los responsables de semejante iniciativa de hacer cumplir la legalidad, a toda costa, aunque de paso se atropelle a la justicia, a la inteligencia y a la solidaridad? ¿Los diputados, la Presidente, la Contralora, quién?
La respuesta es relativamente fácil las y los diputados y la y los presidentes, los primeros por aprobar legislaciones sin considerar los efectos que estas leyes van tener sobre algunos grupos humanos y los segundos, por darles el ejecútese, sin hacer el mismo ejercicio.
Si entendemos que el ejercer alguna función pública, es para llevar bienestar al mayor número de ciudadanos, aunque lo deseable es que sea a todos, entonces ¿Cómo es que, un día sí y otro también, parte importante de quienes son los responsables de crear condiciones para dotarles a los costarricenses de mejores niveles de vida, parecieran no tenerlo ni claro y mucho menos presente?
Muchos de los funcionarios públicos, desafortunadamente, se apoderan de sus puestos y pareciera que crean una especie de feudos, donde ellos como que se sienten pequeños reyes y al mejor estilo de Luis XV, también hacen vida por sus acciones, su decir que reza: “Después de mí, el diluvio”.
ORLANDO CASTRO QUESADA