La “milla marítima” que dominó nuestra normativa legal sobre el litoral entre 1828 y 1977, rezaba: “se reserva en los terrenos baldíos una milla marítima sobre las costas del mar exclusivo a favor de la marina, pesquería y salinas". Norma que incluía aguas marinas, playas y tierra firme en una banda horizontal de 1.852 metros medidos a lo ancho del litoral.
Cuando se promulga la actual ley de la Zona Marítimo Terrestre en 1977, el legislador no solo resucita el “litoral atlántico” de ingrata memoria colonial inglesa, si no que omite incluir las aguas marinas en este territorio de especial interés demanial; y en una visión reducida del ambiente marino y sus recursos naturales, solo regula el terreno sobre tierra firme, en una evidente contradicción con la visionaria norma ancestral que lo precedía. Grave retroceso para la Nación, que nos ha dejado un serio vacío en una región crítica de alto valor ecológico y estratégico para el desarrollo armonioso de la costa; y que nuestros gobernantes no acaban de comprender, producto de su deformación educativa heredada de un sistema educativo hecho a la medida del valle y la montaña, donde el 92% del territorio de nuestra Patria no existe.
Efectivamente, las regiones más productivas del océano se encuentran en las aguas costeras poco profundas, siendo imprescindible la tutela y protección del Estado a esa región para conservar y perpetuar las especies marinas, para proteger el desove y la reproducción de las especies; pero también para garantizar el alimento básico, la forma de vida y la cultura de las comunidades de la costa, que ven amenazado su futuro por el desplazamiento –ya habitual- de sus territorios ancestrales.
Pero hoy ese obligante ecológico, social y cultural, está ligado a un hecho sin discusión en el mundo científico: el Calentamiento Global.
Hemos evaluado como en áreas del litoral en Palo Seco, Isla Damas, playa Dominical, playa Grande, bahía Ballena y Caldera; por citar casos reconocidos; el mar ha penetrado hasta 15 metros tierra adentro, ha salinizado el manto acuífero, ha destruido áreas milenarias de desove de tortugas, derribado instalaciones turísticas y desplazado familias de pescadores. En un proceso que no tiene reversa y que como consecuencia del consumismo global y de la voracidad de los países industrializados -los cuales generan la mayor cantidad de gases de invernadero-, se eleva el nivel del mar y se perjudica directamente a los estratos sociales más pobres de nuestras olvidadas comunidades de la costa.
Por ello históricamente he reiterado ante la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa diversas propuestas para que se incluya como parte del patrimonio nacional, con carácter demanial, una franja de al menos 500m tierra adentro y hasta 6 millas náuticas mar afuera, como medio para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tengan un trozo de playa de uso público y a la vez, se protejan los recursos naturales esenciales para la vida en la costa.
Este “colchón ecológico” es esencial para ordenar el litoral en una marco armonioso con la naturaleza, corrigiendo de una vez los erróneos criterios que manejan la SETENA y las municipalidades costeras, instituciones que nos vienen sumiendo en un proceso legal que es causa de la pérdida irreparable e irreversible de un valioso tesoro nacional, cuyo valor en el mercado internacional excede los dos mil cien billones de colones, equivalentes a 1300 veces el P.I.B.
Guillermo Quirós-Álvarez. Oceanografía - Derecho Ambiental
La “milla marítima” que dominó nuestra normativa legal sobre el litoral entre 1828 y 1977, rezaba: “se reserva en los terrenos baldíos una milla marítima sobre las costas del mar exclusivo a favor de la marina, pesquería y salinas". Norma que incluía aguas marinas, playas y tierra firme en una banda horizontal de 1.852 metros medidos a lo ancho del litoral.
Cuando se promulga la actual ley de la Zona Marítimo Terrestre en 1977, el legislador no solo resucita el “litoral atlántico” de ingrata memoria colonial inglesa, si no que omite incluir las aguas marinas en este territorio de especial interés demanial; y en una visión reducida del ambiente marino y sus recursos naturales, solo regula el terreno sobre tierra firme, en una evidente contradicción con la visionaria norma ancestral que lo precedía. Grave retroceso para la Nación, que nos ha dejado un serio vacío en una región crítica de alto valor ecológico y estratégico para el desarrollo armonioso de la costa; y que nuestros gobernantes no acaban de comprender, producto de su deformación educativa heredada de un sistema educativo hecho a la medida del valle y la montaña, donde el 92% del territorio de nuestra Patria no existe.
Efectivamente, las regiones más productivas del océano se encuentran en las aguas costeras poco profundas, siendo imprescindible la tutela y protección del Estado a esa región para conservar y perpetuar las especies marinas, para proteger el desove y la reproducción de las especies; pero también para garantizar el alimento básico, la forma de vida y la cultura de las comunidades de la costa, que ven amenazado su futuro por el desplazamiento –ya habitual- de sus territorios ancestrales.
Pero hoy ese obligante ecológico, social y cultural, está ligado a un hecho sin discusión en el mundo científico: el Calentamiento Global.
Hemos evaluado como en áreas del litoral en Palo Seco, Isla Damas, playa Dominical, playa Grande, bahía Ballena y Caldera; por citar casos reconocidos; el mar ha penetrado hasta 15 metros tierra adentro, ha salinizado el manto acuífero, ha destruido áreas milenarias de desove de tortugas, derribado instalaciones turísticas y desplazado familias de pescadores. En un proceso que no tiene reversa y que como consecuencia del consumismo global y de la voracidad de los países industrializados -los cuales generan la mayor cantidad de gases de invernadero-, se eleva el nivel del mar y se perjudica directamente a los estratos sociales más pobres de nuestras olvidadas comunidades de la costa.
Por ello históricamente he reiterado ante la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa diversas propuestas para que se incluya como parte del patrimonio nacional, con carácter demanial, una franja de al menos 500m tierra adentro y hasta 6 millas náuticas mar afuera, como medio para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tengan un trozo de playa de uso público y a la vez, se protejan los recursos naturales esenciales para la vida en la costa.
Este “colchón ecológico” es esencial para ordenar el litoral en una marco armonioso con la naturaleza, corrigiendo de una vez los erróneos criterios que manejan la SETENA y las municipalidades costeras, instituciones que nos vienen sumiendo en un proceso legal que es causa de la pérdida irreparable e irreversible de un valioso tesoro nacional, cuyo valor en el mercado internacional excede los dos mil cien billones de colones, equivalentes a 1300 veces el P.I.B.
Guillermo Quirós-Álvarez. Oceanografía - Derecho Ambiental