Quizá por ese vacío en el planteamiento de la felicidad, todos nos sentimos expertos en el tema, pues todo lo que afirmamos y aconsejamos es cierto.
Cuando decimos que sonreír, cantar, silbar, bailar, perdonar, escuchar, amar o reír nos hace felices, es cierto. Si decimos que el optimismo, el entusiasmo, el buen humor, la actitud positiva, etcétera, etcétera, etcétera, nos hace felices, también es cierto.
Y como todo lo que decimos referente a la felicidad, es verídico, hemos caído en el grave engaño de creer que tenemos la llave para disfrutarla justo en el momento que nos decidamos; pero a la hora de la verdad, a la hora de tomar la decisión de ser felices, nadie conoce la ruta, nadie conoce el proceso y nadie tiene una idea clara de sus beneficios en toda su amplitud. Y así continuamos viviendo una felicidad de pacotilla, y la vida se nos va y se nos va para siempre.
Reiteramos, grave engaño; porque la felicidad, esa sensación de plenitud, paz y serenidad que nos llena de alegría y bienestar el alma, la conciencia y el espíritu, ha permanecido alejada de nosotros a través de los siglos, ya que no hemos sabido conquistarla, no la comprendemos.
¿Cuál es el origen de esta situación? Es que la humanidad ha carecido de un enfoque integral que nos clarifique, nos guíe y nos motive a realizar los cambios que requerimos hacer en nuestra vida, para poder iniciar el camino de la felicidad permanente.
Luego del preámbulo anterior, presentamos a continuación la siguiente definición. “Felicidad permanente, es la organización de la vida en torno a las virtudes, a la vez que logramos concordancia entre lo que pensamos, decimos, sentimos y hacemos; y ya posicionados sobre esos valores, atender de manera creativa, las otras áreas que hacen parte de nuestra vida en el plano material, sentimental y de las relaciones con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con la Divina Creación”.
Para la aplicación en la vida práctica de la definición anterior, es importante tener presente que todos los procesos enfocados a vivir la felicidad permanente, deben dar inicio con una administración creativa del binomio cerebro-mente, porque es aquí donde concebimos el diseño de nuestra vida.
Además, tengamos presente que no podemos hablar de felicidad permanente si no hacemos de ella, una filosofía de vida.
Ponemos punto final a este comentario, afirmando que la felicidad permanente es algo viable, real y maravilloso, aunque no será perfecta mientras habitemos en este mundo terrenal, pues todos sabemos que solo Dios es perfecto.
Ernesto Villavicencio Ruiz.
Es evidente que si no hemos definido una meta, se hace difícil alcanzarla. Lo mismo sucede cuando no la hemos definido bien.
A través de la historia se han escrito centenares de definiciones sobre la felicidad y todas se refieren a ella cual si fuere una simple emoción transitoria.
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