Miércoles, 08 Febrero 2012 05:49

Defender la familia.

A veces ocurre que surgen algunas noticias con respecto al mundo de la familia que algunos medios de comunicación tienden a celebrar de manera un poco enfermiza con titulares enormes y afirmaciones un poco apocalípticas.
Y, curiosamente, esos medios de comunicación son los mismos que, una y otra vez insisten en la condición de la institución familiar como célula esencial de la sociedad y se la pasan dando pistas para que todo en el seno familiar ande bien.
Mas, sin embargo, de cara a esas noticias, normalmente malas y sensacionalistas, parece que también celebran de modo particular cuando se trata del deterioro de esa realidad en la que los individuos crecen y se inician de cara a la vida social.
Recientemente, algunos diarios nuestros han dado a conocer con cierta algarabía la manera en que los matrimonios celebrados en este país fracasan.  Y, además, han difundido con aparente gran gozo el aumento de la uniones civiles con respecto a las eclesiásticas.
Curiosamente, no se han detenido a considerar la gravedad de tales realidades y las consecuencias trágicas para todos los actores de estos fracasos tan dramáticos para quienes pasan por la pena de vivirlos.
Los números son los números. Fríos y reducibles a uno que otro gráfico y nada mas. Pero la realidad tras los hechos descritos no son para provocar  ningún sentimiento de triunfo. Ninguna sociedad puede sentirse bien ante el fracaso de sus familias, pues ello solo es indicio de que se avecina su hundimiento.
Una sociedad con una familia enferma padece un mal gravísimo que le llevará a su fracaso y destrucción. La historia misma lo demuestra y aquí no caben reflexiones finas sobre tipos, subtipos y maneras de percibir la familia. Ella es lo que es, el andar histórico de la humanidad es un gran maestro que, con fuerza peculiar, dice qué es cada cosa y deja de lado disquisiciones mas o menos académicas que solamente buscan enredar el campo de la reflexión y buscar que se dirija la mirada hacia cuestiones no esenciales y que a la postre resultan mas que accidentales y sin la suficiente relevancia.
Ante los datos urge la acción correctiva. La defensa y el apoyo a la familia no se puede dejar para luego. Todas las fuerzas sociales que aún valoran la familia y creen en ella deben dar la lucha. Frenar la tendencia marcada por la cultura divorcista y antivida actual se impone como un imperativo. Retornar a construir familia desde la idea de matrimonio con un vínculo fuerte es impostergable.
La tarea se impone desde este momento. No desde mañana ni pasadomañana.
A veces ocurre que surgen algunas noticias con respecto al mundo de la familia que algunos medios de comunicación tienden a celebrar de manera un poco enfermiza con titulares enormes y afirmaciones un poco apocalípticas.
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Y, curiosamente, esos medios de comunicación son los mismos que, una y otra vez insisten en la condición de la institución familiar como célula esencial de la sociedad y se la pasan dando pistas para que todo en el seno familiar ande bien.
Mas, sin embargo, de cara a esas noticias, normalmente malas y sensacionalistas, parece que también celebran de modo particular cuando se trata del deterioro de esa realidad en la que los individuos crecen y se inician de cara a la vida social.
Recientemente, algunos diarios nuestros han dado a conocer con cierta algarabía la manera en que los matrimonios celebrados en este país fracasan.  Y, además, han difundido con aparente gran gozo el aumento de la uniones civiles con respecto a las eclesiásticas.
Curiosamente, no se han detenido a considerar la gravedad de tales realidades y las consecuencias trágicas para todos los actores de estos fracasos tan dramáticos para quienes pasan por la pena de vivirlos.
Los números son los números. Fríos y reducibles a uno que otro gráfico y nada mas. Pero la realidad tras los hechos descritos no son para provocar  ningún sentimiento de triunfo. Ninguna sociedad puede sentirse bien ante el fracaso de sus familias, pues ello solo es indicio de que se avecina su hundimiento.
Una sociedad con una familia enferma padece un mal gravísimo que le llevará a su fracaso y destrucción. La historia misma lo demuestra y aquí no caben reflexiones finas sobre tipos, subtipos y maneras de percibir la familia. Ella es lo que es, el andar histórico de la humanidad es un gran maestro que, con fuerza peculiar, dice qué es cada cosa y deja de lado disquisiciones mas o menos académicas que solamente buscan enredar el campo de la reflexión y buscar que se dirija la mirada hacia cuestiones no esenciales y que a la postre resultan mas que accidentales y sin la suficiente relevancia.
Ante los datos urge la acción correctiva. La defensa y el apoyo a la familia no se puede dejar para luego. Todas las fuerzas sociales que aún valoran la familia y creen en ella deben dar la lucha. Frenar la tendencia marcada por la cultura divorcista y antivida actual se impone como un imperativo. Retornar a construir familia desde la idea de matrimonio con un vínculo fuerte es impostergable.
La tarea se impone desde este momento. No desde mañana ni pasadomañana.