La gente, aún incrédula de que por fin se ponía fin a una muy larga noche en Limón y en toda Costa Rica, vio salir el sol de nuevo.
Y fue más el entusiasmo de los costarricenses cuando se enteraron de que la nueva dirigencia sindical dispuso dejar atrás los años de chantajes y privilegios y que, con la aprobada convención colectiva, se trabajaría los 365 días del año.
Pero la dicha duró poco: por órdenes de cuatro de los siete magistrados de la Sala Constitucional y para asombro de muchos, se ordenó “... reinstalar a la Junta Directiva anterior” (sentencia N° 2010-14193); o sea, volvían los odiosos privilegios de unos pocos y el carnaval se reanudaría con las comparsas de los mismos que no dejaban de festejar la decisión de un órgano que, cuando no ha resuelto a su favor ha sido “oligarca” pero que con esa decisión era “la democracia re-encarnada”, por haberles hecho “justicia gremial”.
Ciertamente, en un Estado de Derecho debe acatarse las sentencias de los Tribunales de Justicia y ya vendrá el día que se corrija el entuerto; por lo pronto persisten los nublados que no permiten continuar por la senda trazada.
La esperanza es la que nunca se debe perder pues, para dicha de los que creemos en la democracia, el Derecho no es pétreo y deberá ajustarse, continuamente, a la realidad que se impone.
Por ahora y a pesar de las actitudes de quienes ya mostraron sus colmillos cuando decidieron, el pasado 22 de octubre, no trabajar o como le llamaron “huelga de brazos caídos” (en recuerdo, seguramente, de las que tiñeron der rojo los años 40), hay que apoyar al actual gobierno, pues hizo lo debido: desalojar, así fuera con la fuerza, a quienes se creen dueños y señores de una institución estatal y que se pegaron a su ubre sin querer soltarla, a pesar de que la mayoría del pueblo limonense, que no los apoya, sabe que la nueva empresa que administrará los puertos limonenses es la que traerá beneficios sociales y económicos reales para todos y no sólo para unos cuantos que ven irse sus gollerías, para siempre.
Ojalá que el Macondo limonense no lo atrape “la peste del olvido” y debamos soportar vivir cien años sin trabajar.