Con respecto a los acontecimientos risibles, hemos contemplado dos. Uno es la aparición de precandidatos en el partido de gobierno el mismo día de la toma de posesión de la actual presidenta y el otro es la iniciativa de auto mejorarse el salario por parte de los señores diputados.
Lo primero es una ocurrencia tal que es mejor no decir mucho acerca de ello. La opinión pública ha dicho lo propio al respecto y con sabiduría ha puesto todo en su lugar: es tan inadecuado eso de tener precandidatos cuatro años antes de una elección, es tan absurdo, que resulta ser un tema que, ni siquiera, merece espacio en los comentarios de contertulios en las esquinas de los parques en el centro de nuestros pueblos.
Lo segundo, en cambio, sí ha sido llevado y traído ampliamente. Ha estado en la boca de todos y se ha convertido en tema para provocar airados diálogos y para suscitar, en medio de nuestra sabiduría popular, chistes muy buenos que ponen de relieve la malísima imagen que nuestra Asamblea Legislativa tiene entre los ciudadanos de todas las clases sociales, niveles educativos y de todas las edades.
Hoy día, cuando se impone dar pasos de cara a una profunda reforma del Estado y subir la carga tributaria del país, los diputados hablan de su salario futuro. En estos momentos, cuando recortar los gastos de los poderes del Estado se impone como una urgencia, los diputados laboran hasta horas extra para lograr aprobar sus ingresos adicionales ansiados. Verdaderamente bochornoso y profundamente imprudente.
Lamentablemente, es muy probable que los diputados se salgan con su aumentito, aún sin merecerlo. Eso sí, me gustaría –por lo menos- verlos trabajar un poquito más. Es deseable que de ahora en adelante trabajen los viernes y sesionen hasta las ocho de la noche. Y esto sencillamente porque lo han hecho en estos días de buena gana en busca de aligerar las reformas legales necesarias para su plata extra. Como se ve que pueden hacerlo y deben ganarse el aumento, los ciudadanos que los elegimos se los reclamamos. Esperamos sea así.